Daniel miraba al rubio de una forma divertida. Le gustaba imaginar cómo sería la reacción que tendría si se enterara de toda la verdad en ese preciso momento. De pronto, algo interrumpió sus pensamientos. Un vaso de vidrio cayó al piso desde una parte del bar, atrayendo la atención de los dos hombres. —Lo siento mucho —habló Susana, con el rostro cubierto de rubor. Vanessa, quien acababa de llegar, miró con desprecio a la castaña que tan bien conocía. Ésta miraba el vaso roto en el suelo, como si fuese el peor de los pecados cometidos. —¿Qué hace ella aquí? —habló la rubia de manera despectiva, mirando a su ex amiga con bastante aversión—. ¿Sabes qué? No importa —se volvió al rubio con una amplia sonrisa—. ¿Dónde está mi novio, Eduardo? —Acaba de subir a las oficinas —respondió el