Eduardo estaba mirando fijamente a Paula. Ella intentaba sonreír, pero la conocía mucho… tanto, que sabía perfectamente que esa sonrisa no era natural. —¿Estabas llorando, Paula? —preguntó, con esa seriedad que pocas veces tenía. Ella lo miró nerviosa, tratando de disimular lo que le pasaba, pero era inútil. Ya no podía ocultarlo más. Estaba sufriendo, y era por él… porque no podía corresponder a sus sentimientos. La estaba matando lentamente y eso no podía seguir así. —Dímelo… —dijo el rubio, esta vez con dulzura—, ¿estabas llorando por mi culpa? —insistió, sintiendo odio hacia sí mismo. —Y-Yo… —Paula titubeó con las mejillas sonrojadas—. E-Eduardo… —Me amas mucho, ¿no es verdad? —preguntó con cautela, como temiendo la respuesta. Los ojos de ella se llenaron de lágrimas otra ve