Marco pasó las manos por su rostro y soltó un enorme suspiro. La enorme sonrisa no se había borrado de su boca y sospechaba que no la abandonaría por bastante rato… no mientras tuviera a Susana entre sus sábanas, desnuda y completamente sensual. —Joder, es toda una fiera salvaje —habló a su propio reflejo, tratando de analizar la situación—. Pero no es sólo eso, también me encanta la manera en que me mira, cómo sus mejillas se sonrojan con timidez y candor… y aún así, es capaz de encender un bosque entero con el fuego que desprende. Miró su entrepierna con una sonrisa ladeada, deseando poder repetir una y otra vez esa maravillosa experiencia, que ya había hecho demasiados estragos en su cuerpo… y quizás en otras partes también. —Tienes que admitirlo, Marco —soltó un largo suspiro, vié