Durante más de una hora, el joven explorador revisó minuciosamente la habitación en busca de pistas, mecanismos o cualquier otra manera de abandonar ese lugar. Le parecía absurdo que quienquiera que hubiera construido esa cámara no hubiera creado una puerta para salir. ¿Por qué instalar un sistema de ventilación y una antorcha? Si su objetivo era deshacerse de los intrusos que entraran en la torre ¿no sería más eficiente una muerte rápida? ¿O acaso quería torturarlos, hacer que murieran lentamente de inanición o locura? Sin comprender del todo el propósito de esa habitación, finalmente se rindió. No había forma de escapar. ¿Qué más podía hacer?
Sentado junto a su mochila, decidió recostarse y dormir un rato. El reloj del capitán estelar en su muñeca marcaba las ocho de la noche con doce minutos. Había transcurrido un día completo desde que había sido transportado a esas lúgubres llanuras. Se preguntaba si sus compañeros de tropa habrían notado su desaparición, e incluso si sus padres ya estarían al tanto. Sin embargo, en ese momento, nada de eso realmente importaba. Estaba atrapado y no había forma de escapar. Lo único que podía hacer era conservar energía e intentar sobrevivir el mayor tiempo posible. Comprendía que, en su situación, era prácticamente imposible ser rescatado. Nadie sabía que estaba allí. ¿Cómo podrían encontrarlo?
De repente, su estómago comenzó a rugir. Después de tanto tiempo, no podía negar que tenía hambre. Abrió su mochila y decidió calcular sus provisiones. Quería saber cuántos días de alimento le quedaban si racionaba el agua y la comida. Vació rápidamente su mochila en el suelo e hizo un inventario rápido de sus artículos. Contaba con: 1 bolsa de carne seca con ocho tiras, 6 barras de granola, 1 bolsa de fruta seca, 1 cantimplora de 1 litro con solo 2/3 de agua, 1 pedernal para hacer fuego, 1 brújula, 1 navaja multiusos, 1 un mapa, 1 manta de emergencia, 1 linterna de mano, 1 una cuerda de 10 metros, 1 repelente para insectos y 1 botiquín personal de primeros auxilios con vendas, curitas y antiséptico.
Haciendo un cálculo rápido, estimó que, si racionaba la comida, tendría alimento para cinco o seis días, y agua solo para dos o tres días. Si tomaba medidas extremas, como beber su propia orina, podría extender la hidratación un par de días adicionales, aunque realmente esperaba no tener que llegar a esa repugnante alternativa.
Sin nada más que hacer, guardó todo y comenzó a devorar una de las barras de granola. Después comió la mitad de una de las tiras de carne, acompañándola con un ligero sorbo de agua de la cantimplora. Con el hambre ligeramente aplacado, su cuerpo empezó a percibir otros estímulos externos que habían pasado desapercibidos debido a la falta de alimento. El frío era uno de ellos. Aunque no lo había notado, la corriente de aire que entraba por la rejilla del suelo había bajado la temperatura, convirtiéndola en un viento gélido que helaba la habitación.
Sintiendo el frío, caminó apresuradamente hacia la antorcha en la pared con la intención de calentarse las manos. Desafortunadamente, la antorcha estaba fuera de su alcance, por lo que usó el garrote que había improvisado antes. Intentó encenderlo tocando la llama con la punta, pero extrañamente, a pesar de que el fuego tocó directamente la madera, la rama no se encendió. De hecho, cuando la examinó, descubrió que ni siquiera estaba caliente. Era como si la llama fuera falsa. Pero si la llama era falsa ¿Cuál era el propósito de colocar una antorcha? ¿Era meramente decorativa o había algo más detrás de ello? Al observar la antorcha directamente, notó que su forma era irregular y no se asemejaba a una antorcha real. Además, el fuego flotaba sobre ella, sin siquiera tocarla. Esto indicaba que no era una antorcha en absoluto, ¡sino algo más!
Con un vago presentimiento sobre la verdadera función de ese objeto, Tim tomó la cuerda de sus pertenencias y le hizo un lazo en un extremo. Lanzó el lazo sobre la "antorcha" y tiró con fuerza. Para su sorpresa, el objeto resistió. Sin embargo, siguió tirando hasta que finalmente cedió, descendiendo como una palanca. Un clic resonó inmediatamente y, en el centro de la pared a su izquierda, se activó un mecanismo y varios ladrillos grises descendieron, revelando así la puerta de salida de la cámara.
Ante este nuevo desarrollo de los acontecimientos, una sonrisa se dibujó en el rostro de Tim. Sin pensarlo dos veces, recogió todas sus pertenencias y abandonó rápidamente el lugar.