Eran las cuatro de la tarde cuando Tim finalmente llegó a la torre, exhausto y con hambre. A pesar de que, desde la distancia, la torre no parecía ser más grande que un rascacielos, se equivocó completamente. Frente a él se erigía una estructura que no podía describirse sino como colosal. Construida con bloques de roca grisácea gigantescos y arcaicos, una torre monolítica se alzaba hasta tocar el océano de nubes. A sus pies, el inmenso arco de una entrada lo invitaba a adentrarse en un interior cubierto por sombras.
La magnitud impresionante de la torre hacía que Tim se sintiera increíblemente pequeño en comparación. Al observarla detenidamente, una serie de preguntas asaltaron su mente. ¿Quién podría haberla construido? ¿Con qué propósito? ¿Y por qué en ese lugar prácticamente desolado? En efecto, lo poco que había visto hasta el momento no sugería la existencia de ningún tipo de asentamiento humano en ese lugar. Sin embargo, la erosión marcada en la roca dejaba en claro que aquel que erigió esa torre la había abandonado hace mucho tiempo.
—¡Hola! ¿Hay alguien aquí? ¡NECESITO AYUDA! —gritó hacia las faldas de la torre, frente al arco. No le sorprendió en absoluto la falta de respuesta. —Dios mío, ¿qué estás haciendo, Tim? —se cuestionó a sí mismo, dudando de su decisión de llegar a ese sitio. No había nadie allí y había malgastado su energía en vano. Cansado, se sentó en una roca, sacó una lonchera de su mochila y sacó una tira de carne seca. Sin pensarlo demasiado, empezó a masticarla, acompañándola con un trago de agua para evitar atragantarse.
Descansó durante más de diez minutos, recogió sus pertenencias y extrajo su manual de explorador. Se dirigió al capítulo 7 y buscó otra opción, el punto 3, que seguía al punto 2 en caso de que diera resultados positivos. Pasó al punto "4. Trepar a un lugar alto para ubicarte". En este punto, se le recomendaba hacer un reconocimiento del terreno, dado que las opciones anteriores no habían sido útiles. Tenía que encontrar otra manera de regresar a la civilización. En este caso, la opción de trepar a un lugar alto parecía una elección lógica. De esta forma, podría identificar fuentes de agua cercanas, trazar un mapa y planear una ruta segura hacia un nuevo destino.
Mirando la torre, pensó que podría ser de utilidad. Notó lo que parecían ser ventanas en algunas partes de su estructura. Además, podría servir como refugio temporal durante el día. Aunque no estaba seguro, intuía que pronto amanecería. Recordando la abundancia de esqueletos que había encontrado en su camino, consideró que viajar durante el día no era una buena idea. El mejor plan sería cartografiar la zona desde la torre y descansar el resto del día. Descansar era fundamental, ya que planeaba caminar durante toda la noche. Debía adaptarse a la diferencia horaria o se agotaría rápidamente.
Guardando el libro, se levantó de la roca y extrajo una lámpara de baterías de su mochila. Se acercó a la entrada de la torre. Mientras caminaba, notó una rama rota en el suelo, del tamaño adecuado para improvisar un garrote. La levantó y, usando su navaja de supervivencia, eliminó las ramitas sobrantes, dándole una forma rústica. Sería útil como arma en caso de necesidad, aunque no esperaba que eso sucediera. Sin embargo, estar preparado nunca estaba de más. Nunca se sabía qué podía ocultarse en la oscuridad.
Desde lo que parecía ser un espejo, se proyectaba una imagen. En ella, se veía a un joven Timothy Johnson adentrándose en el interior de la torre. Mientras una mano con dedos largos y afilados acariciaba la imagen, una voz siniestra comentó: —Se tomó su tiempo, pero finalmente el último de los aperitivos ha llegado a mi mesa. Es una lástima; pensé que más ratoncitos superarían la llanura de la desolación —dijo con desdén. La imagen en la pantalla cambió abruptamente. En ella, se veía a un niño en la llanura, mirando la luna. Sus ojos y piel eran blancos, mientras que su piel se volvía cada vez más seca y marchita hasta convertirse en polvo, dejando solo sus huesos. —Qué lamentable. Mejor suerte para la próxima. Y no olvides nunca mirar fijamente a la luna. ¿Acaso tus padres nunca te dijeron que, si miras mucho tiempo directamente a la luna, podría robarse tu alma? —de repente, una carcajada malévola resonó en la llanura. Lamentablemente, en este punto, no quedaba nadie con vida para escucharla.