Observando el reloj del capitán estelar en su muñeca derecha, Tim notó que eran las once de la mañana. Tratando de recordar, pensó en el momento en que llegó al punto de partida de la expedición: apenas eran las ocho. Considerando que la fotografía que le tomaron ocurrió quizás cuarenta minutos después, determinó que había estado caminando poco más de dos horas. Sin embargo, la distancia que había recorrido en ese tiempo parecía insignificante, ya que la extraña edificación solo había crecido ligeramente en su percepción. Al parecer, estaba mucho más lejos de lo que imaginaba. Por suerte, era de noche, lo cual era completamente absurdo considerando que su reloj marcaba las once. A pesar de ello, era algo positivo ya que significaba que no tendría que caminar bajo un sol abrazador. Dado el entorno desértico que lo rodeaba, supuso que realizar esa misma caminata durante el día se convertiría en un verdadero infierno sin el equipo adecuado. El mejor curso de acción sería avanzar la mayor distancia posible mientras todavía fuera de noche.
Sintiendo algo de agotamiento, se detuvo y tomó un ligero trago de su cantimplora, mordió un caramelo y, después de un momento, dirigió su mirada hacia el cielo, posándola en la luna. Desde hacía un rato, tenía la sensación de que alguien lo observaba desde esa dirección, aunque tal vez solo se trataba de su imaginación, pensó tratando de ignorar esa sensación. A pesar de ello, no podía dejar de mirar la luna; era como si su luz lo hipnotizara, similar a una polilla atraída por el brillo de una bombilla. De repente, su reloj sonó, despertándolo y forzándolo a bajar la mirada. Afortunadamente, había programado una alarma en su reloj antes de salir para recordarse tomar su medicamento para las alergias; de lo contrario, se habría quedado pasmado por más tiempo. Al verificar su reloj nuevamente, eran las once veinte. Había estado tan distraído observando la luna que había perdido veinte minutos. Un poco asustado, se prometió a sí mismo no repetir esa acción.
Luego, rebuscó en su bolsillo izquierdo y sacó una brújula, que inspeccionó cuidadosamente observando la aguja. Inesperadamente, la aguja no señaló al norte, sino que comenzó a girar como loca sin indicar una dirección específica. Al ver esto, Tim no se sorprendió, más bien se preocupó. Ya había pasado la sorpresa inicial minutos después de comenzar a caminar, cuando sacó la brújula por primera vez. En ese momento, al igual que ahora, la aguja había enloquecido, desconcertándolo por completo. Ahora, este fenómeno no solo lo sorprendía, sino que también aumentaba un constante sentimiento de preocupación en su corazón mientras pasaba más tiempo en ese lugar. Se daba cuenta de que ese sitio no era en absoluto normal, especialmente con esa incomodidad de sentirse constantemente observado. Mientras avanzaba, notó algunas osamentas en el camino, la mayoría de animales o criaturas que desconocía. Sin embargo, aunque no estaba del todo seguro, creyó haber notado brevemente lo que parecía ser un esqueleto humano. Sin embargo, en ese momento tenía tanto miedo que decidió no verificarlo.
Tomando un largo respiro, colocó su catalejo en su ojo. La edificación ahora era más grande en su visión, aunque la imagen seguía sin estar definida; parecía ser un rascacielos o una especie de torre muy alta. Aunque no sabía con certeza cuánto tiempo tomaría llegar, sabía que debía seguir avanzando. Una voz en el fondo de su mente le decía que no debía detenerse y, sobre todo, que no debía volver a mirar al cielo. Tenía que llegar a ese lugar lo más pronto posible.