No tenía idea cuán ignorante era con respecto a todo lo que tuviera que ver con Archer, mi pervertida secretaria. Aquella mujer de deseos tan candentes y sin miedo de decírmelos.
No la conocía de nada y ella era mucho más que la atractiva figura que yo veía todo el día detrás del cristal. Se que tenía mucho mas que decir que aquellas cortas palabras, se que había mas detrás de cada cosa que ella dijo.
Jueves de pizza.
Empezábamos a tener una relación meramente s****l, sintiendo una fuerte atracción cada uno por el otro. Hacía tiempo que ella tenía toda mi atención, pero nunca dejé ver nada, por respeto a nuestra relación laboral y por su posición tan neutra delante de mí. Demasiado profesional.
La historia de Archer era muy extraña, tanto su historia familiar tan corta, como la de la maestra que la adoptó, sabía que todo debió de ser muy duro para ella, pero compadecerme no la ayudaría en nada.
Sin familia, relación social, pareja o cualquier otro medio de afecto.
El lugar donde vivía era medianamente lujoso, era muy obvio que los apartamentos eran espaciosos. No era un mal lugar. Tomé el amplio ascensor hasta su piso, estaba en la planta diez, puerta D. Toqué la puerta con las pizzas en las manos.
Archer abrió la puerta, llevaba su cabello suelto y una especie de pijama de pantalón largo y camisa de botones delante. Solo le había visto el cabello suelto en dos ocasiones, las dos veces que habíamos estado desnudos y con esta era la tercera vez. Siempre tenía que tenerlo recogido para trabajar.
—Hola, espero que tengas mucha hambre, pues traje dos y son muy grandes.
—Muchas gracias.—Tomó las pizzas y yo la seguí, cerrando la puerta. Había una decoración algo oscura en la casa, los muebles eran grises y las cortinas no parecían que dejaran pasar mucha claridad, solo había una pequeña luz encendida, mas la de la cocina, la seguí allí. Tenía una pequeña pizza sobre la mesa que enseguida metió en la nevera, había un diminuto desayunador, algunas frutas y otras cosa de cocina. Volví al salón dejándola a ella allí, miré un poco el apartamento, era amplio, con poca cosas personales y muy minimalista. Noté que ella iba descalza y que la mayor parte del suelo estaba cubierta por una enorme alfombra, a lo que yo me acerqué a la puerta y retiré mis zapatos. Volví a la cocina con ella.
—Caroline, ¿estas segura que no te molesta que pase el jueves contigo?
—No, lo digo en serio. Lo que me preocupa es que no haya ido a cenar con sus padres.
—Les avisé con tiempo que cambiaría los jueves para otra cosa, ahora cenaré con ellos los martes. Les convenía, se irán a los bolos con sus amigos.
—Pero señor Wilson, los martes usted tiene…
—Terapia de parejas, la cual obviamente ya no necesito. Estoy en proceso de divorcio. —tomé un plato de los que ella había tomado para echar unos trozos de pizza, tomó ella una caja con servilletas y yo tomé los refrescaos, la seguí, a lo que parecía su habitación. —¿No ibas a llamarme solamente Ángel cuando estuviéramos fuera del trabajo?
—Si, solo que se me olvida.
—No hablemos de trabajo aquí, soy Ángel sin mas, ¿te parece?
—Lo intento, es que me olvido. Sube a la cama, ya enciendo la tele. —había una enorme pantalla frente a la cama, ya el mando estaba a un lado, coloqué las bebidas en la mesita de al lado y me acomodé en la cama, sosteniendo el plato con pizza, Caroline había desaparecido, aunque volvió al instante. Se acomodó a mi lado con su plato sobre las piernas, encendió la tele y buscó algo allí. Mi fuerte no era la televisión, así que me daba igual una cosa que otra, yo iba a comer pizza y a mirarla a ella.
Pero entonces, se me ocurrió algo, que quizás no debería mencionar.
El programa comenzó sin yo saber de qué trataba. Comenzamos a comer pizza en silencio, todavía aquello merodeaba en mi mente, yo estaba a la espera de que se fuera, que me dejara libre. Pero no fue así, la vi meterse ese trozo de pizza a la boca, con tal naturalidad que daba gusto verla comer.
—Caroline, ¿está rica la pizza?
—Buenísima. No la había probado de ese lugar.
—¿Te gusta el programa que ves?
—No me desagrada.
—¿Somos una pareja?
—Eso no lo sé.
—¿Podrías considerar que sí, para ciertas cosas?
—Eso creo. Si tu también lo haces.
Estaba dicho.
—Entonces, hay una cosa que podemos aprovechar para ver hoy, ¿te parece si me adueño de tu televisor? Bájale el volumen un poco. —¿qué podría gustarle? A lo mejor ella había visto una que otras, la idea que ella había planteado solo era hacerlo con su pareja, quien para ciertas cosas podría ser yo, manteníamos relaciones sexuales y lo seguiríamos haciendo. Busqué algo ligero, no tan largo y con algo de historia, me conecté a su televisor y el vídeo se mostró en pantalla. Cuando empezó a reproducirse fue cuando Caroline se dio cuenta de lo que era.
—Espera…¡¿Vamos a ver una porno?!—Su cara era un poema. Aquellos ojos se abrieron como platos, para luego fulminarme.
—Fantasía s****l número cuatro, —anuncié.— ver una porno con tu pareja, ahora mismo yo ocupo ese puesto y soy quien cumplirá todas tus fantasías sexuales. —sabía que su apetito se le quitaría, tomé los platos de pizza y también las cajas, llevándolas a la cocina. Regresé a su habitación y me acomodé a su lado. —¿Lista? Empezaré a reproducirla, siéntete en la libertad de hacer lo que quieras, cuando tu cuerpo empiece a calentarse y quieras tocar, tocarte o lo que sea. Ver porno con una persona al lado tiende a tener un efecto positivo en las personas, ¿será tu primera experiencia en compañía?—ella asintió, mordiendo su dedo pulgar entre sus labios.
—¿Qué hay de ti?
—En la universidad, con una novia.
Comencé a reproducir el vídeo, duraba unos veinte minutos.
—¡Espera! Quizás no sea el mejor momento para hacer esto, es que tengo la regla.
—No pasa nada. No es un impedimento para disfrutar de una porno, para que nos toquemos o besemos. —acomodé su almohada a mi lado y ella se acercó mas. Ahora prestamos atención a la pantalla delante nuestra.
La historia era muy básica y simple, dos personas solas en casa, comenzaban con besos y una charla corta, ahora ya estaban desnudos, el hombre estaba sobre ella, estaban en el sofá. Todo pasaba con cierta lentitud; cuando empezaron el acto, Caroline se removió en la cama, mi mirada se fue a ella, observaba la escena frunciendo el ceño y prestando atención a ellos, vi cuando mordió su labio y luego se acercó a mi, habían pasado unos cinco minutos y ya su mano estaba sobre mi pecho.
—Te dije que no era buena idea si yo tenía la regla.—se quejó, yo veía como se asomaba la impaciencia, su cuerpo se movía de una manera deseosa, eran muy sutiles esos pequeños gestos, pero ahí estaban, justo al lado mío.
—Te dije que no pasaba nada. ¿A quién prestas atención? ¿Al hombre o a la mujer?
—A la mujer. —respondió sin dudar. —La miro a ella, lo que le hace él.
Comenzó a quitar mi camisa roja de rayas, dando con una camiseta interior que yo llevaba debajo, pareció molestarle no encontrar piel. Regresó a su almohada, volviendo a mirar el video. Sus labios estaban separados, los gemidos de la mujer comenzaron a sonar en la habitación. Acerqué mi rostro al de Caroline, sus mejillas estaban sonrojadas, comencé a besar su cuello y ella gimió como si hubiera hecho otra cosa mas.
—¿Cuántos días te dura el periodo?
—¡Demasiados! Apenas comienza.—miré su pijama. Era fácil de retirar.
—Esperaremos con paciencia, de todos modos nos dejará muchos días hasta que vuelva hacer la visita.—me retiré de la almohada, sentándome en la cama. Comencé a quitar los botones, viendo sus senos descubiertos. —No dejes de mirar la pantalla. Disfruta de tu película.
Los senos de Archer, podrían ser fácilmente, los mas hermosos que yo había visto. No eran enormes, tampoco es que fueran tan pequeños, tenían un tamaño exacto para caber en mis manos, cada uno de ellos lo podía tomar en una mano, justo como hacía ahora. Y en mi boca, era como una especie de flan y yo adoraba los flanes, tanto como empezaba adorar estos pechos en todos sus ángulos, pues cuando ella estaba sobre mi, se movían de una manera hipnótica y cuando estaba debajo, se esparcían y allí si que tomaban la forma de un flan, sus pezones eran esa cereza que los adornaba. Bajé mi rostro para poder tomarlos en mi boca, ella bajó su mirada y yo la devolví hacia la televisión. Me encargué de sus pezones, hasta que mis labios y mi lengua se sintieron saciados, Caroline no dejaba sujetar mi rostro, pidiendo que dejara mi boca sobre ellos, comencé a besar su pecho y me escurrí por su viente, metiendo mi lengua en su ombligo, ella se giró, quedando boca abajo.
—Me torturas. —logré escuchar, pues su rostro estaba metido entre la almohada. Aproveché para retirar del todo su camisa del pijama. Llevé sus brazos a su cabeza y pasé mi mano por su espalda, tomé mi movil un segundo y quité el video que estaba en reproducción. Adiós porno. Comencé a besar su espalda desde sus caderas, iba en subida, mordía un poco donde me placía y luego pasaba mi lengua, sus caderas se movían en cada mordida. —Ángel, te echaré si sigues haciéndome esta maldad.
—¿Qué maldad? Solo estoy acariciando tu cuerpo, es imposible no hacerlo. —se dio la vuelta, sus brazos se colgaron a mi cuello y tomó mis labios.
—Vamos a ver la tele. —Yo sonreí y miré a un lado mi celular. —¡No! Mas porno no.
—Mas porno, no. Miremos lo que tu quieras.
—Estoy viendo una seria, de cada año un día, pero apenas empieza. Vamos a verla juntos.
—Bien, vamos acomodarnos, mas porno no. —me acerqué a su oido.—Hasta que ya no tengas la regla, esta fantasía esta incompleta y eso no puedo permitirlo.
Acomodamos la almohada y ella puso una serie que estaba viendo en Netflix.
La verdad es que comencé a verla, era interesante, misterio, un poco de suspenso y una extraña mezcla de fantasía. Pero me quedé dormido, lo ultimo que supe fue que ella estaba recostada a mi pecho, desperté unas horas después y la acomodé mejor en la cama, apagué la televisión y me dormí a su lado.
Ya era la mañana del viernes.
Una joven con un hermoso traje azul estaba de pie, junto a la cama, tenía una taza de café, el olor era muy agradable.
—Buenos días, señor Wilson, ¿ha dormido bien?— colocó la taza en la mesita de noche. —Espero que si, pues yo dormí de maravilla.
—Archer. Tuve una agradable noche.
—Tenemos trabajo que hacer, he mandado al chofer para que me traiga un traje de su casa. Llegará en unos cinco minutos. ¿Quiere tomar un baño? Le tengo todo preparado.
—No tenías que molestarte, podía haber ido con esta ropa. —bromeé, ella no me lo permitiría, tenía trajes por todos lados para cada vez que yo necesitase uno. No me dejaba estar informal.
Su cabello ya estaba recogido, me puse de pie y tomé el café. Estaba sabroso.
Cuando salí del baño, ya el traje estaba allí.
Comencé a vestirme y ella vino para ayudarme con la corbata.
—Señor Wilson, es usted muy elegante. —besó mis labios y se apartó.
—¿Hasta ahora te das cuenta?
—Solo ahora, que despierta en mi cama y sale de mi baño. —Archer tenía un bello brillo en sus ojos.
—Espero que el chofer no te esté esperando, nos vamos juntos.
—Si, señor Wilson.