—Archer, sabes todo, absolutamente todo de mi, creo que incluso ya me conoces mas que yo mismo, podría pensar y poner en dudas que si sabes o no lo que pienso. Aveces estoy buscando algo y allí estas tu, dándomelo, sin yo decirte lo que busco o quiero. Eres, indudablemente, la mejor asistente-secretaria que he tenido. Mi día a día sin ti se vería totalmente afectado. Y ahora, creo que mi intimidad está muy ligada a ti también. Quisiera complacerte en cada cosa que desees o que me pidas, siento que mi cuerpo ha estado dormido, al igual que el tuyo. Y despertarlo contigo está siendo muy placentero. Está demás decirlo.—Su mano no dejaba de recorrer mi vientre mientras hablaba, podía ver mi piel, totalmente erizada bajo su toque. Mi cuerpo estaba tan cansado, que no me creía ni capaz de moverme, quería ir al baño, mas sabía que no sería capaz de hacerlo por mí misma. Había hecho tantas cosas de forma consciente y en plena tarde, que sentía una confusión de emociones, entre la poca vergüenza que me quedaba y la satisfacción de sentirme con la libertad de hacer todo aquello. El señor Wilson no solo hizo lo que le pedí, fue mucho más allá, sin dejarme decir la palabra acordada, sus labios me consolaban mientras sus manos acariciaban mi cuerpo y yo terminaba olvidando la palabra. Así fue. Me gustaba mucho que el tomara la iniciativa y probara cosas nuevas, solo que ahora no me podía mover, mientras que él si. Mi boca no se había reprimido al pedir mas, al pedir que fuera mas rápido, al querer que lo hicieras mas duro o querer tenerlo mas profundo. Me había dado todo, todo cuando mi cuerpo y mente perversa querían, me sentía saciada y mis piernas inservibles eran la prueba de eso. Me había atado muy diferente a la otra vez, no fueron tiras de tela de sábanas las que sujetaban mis manos o pies, esta habitación estaba mas que equipada para todo eso. Ángel Wilson también tenía un lado perverso, aunque intentara hacer parecer que solo yo era la pervertida. Habíamos probado la primera habitación, ambos quedamos muy complacidos por volver a repetir de esta fantasía s****l que siempre me rondó la cabeza, ya estaba. Ahora, ¿Qué seguía? Según él, las complacería todas y cada una de ellas y ¡por orden de necesidad! ¡Mis necesidades! —Pero, Caroline, no sé nada de ti, solo tu nombre completo, tu edad. Mas nada. Cuatro años, no sé nada.
—No hay mucho que conocer de mi—cuando hablé, mi voz salió algo ronca, tenía la garganta muy seca. El me acercó un vaso de agua. —. Realmente nada. Llevo una vida normal, tranquila y aburrida. De la casa al trabajo y del trabajo a la casa. Tengo algunas amistades, de las que no tengo tanto tiempo para ver. Me gusta mucho la pizza y esta pequeña panza que tengo es la prueba viviente, todos los jueves ceno con pizza, ya es una tradición para mí. Soy una hoja en blanco, nada que saber.
—Padres, familiares, hijos. ¿Nada?—retiró su mano de mi vientre y tomó la otra almohada que se había caído de la cama. Se recostó en la cama, mirándome con curiosidad. —No es justo que sepas hasta la hora en la que me levanto y yo no tenga ninguna información de ti. Podrías desaparecer un día y yo ni sabría por donde empezar a buscarte. Seguro que hay muchas Caroline Archer en el mundo.
—No voy a desaparecer. Puedes preguntar lo que quieras. No oculto nada, solo que de verdad no hay mucho que saber sobre mi.
—Está bien. ¿De donde eres?
—No sé si decir que de aquí, ya que no lo considero una respuesta correcta; pero de aquí.
—¿No sabes donde naciste o procedes? ¿Viniste aquí de pequeña?
—Realmente no lo sé. Me crié en un orfanato y luego a la edad de trece años una maestra me adoptó, decía que yo era muy inteligente y dócil. Llegué allí con casi cuatro años, todos mis recuerdos son del orfanato, ahí empiezan, antes de eso no recuerdo nada, era muy pequeña al llegar.
—Entonces, estuviste sin una familia hasta la edad de trece años.
—También podría decir que si y también que no. Los del orfanato éramos una familia, además la maestra que me adoptó siempre nos dio clases a todos los del orfanato, por lo que la conocía desde siempre.
—¿Qué tal fue tu vida con ella? ¿Te gustó salir del orfanato?
—No hubo mucha diferencia, solo era otra casa, cosas mas privadas y propias, como una habilitación o un baño para mi, ropa nueva sin que otro niño la hubiera usado antes que yo, cosas lindas y una mesa sin tantas personas a la hora de comer.
—¿Qué hay de esa maestra? Cuéntame algo de ella.
—Murió cuando yo tenía diecinueve años, quedando otra vez sola, solo que ya era mayor de edad y me valía por mi misma, aunque lo hacía desde antes; no supuso ninguna impresión estar sola otra vez. Era una buena mujer, aunque nunca intentó hacer el papel de madre, siempre fue mi maestra y de esa forma fue como la llamé todo el tiempo. Le gustaba enseñarme, muchas cosas de la vida. Creía que me iría muy mal e intentaba prepararme para ello.
—¿Qué cosas te enseñaba? ¿Qué te decía?
—Carol, ella me llamaba Carol. Decía “Carol, no dejes que nada te quite la atención de tus metas” “Eres una joven afortunada, porque sabes que no tienes nada y lucharás por conseguir algo” “Si crees que eres nadie, entonces está bien, está mal si crees que eres alguien cuando tu no tienes a nadie” “El trabajo lo es todo, aférrate a eso, no importará nada mas en tu vida” “El apego es momentáneo mientras que una duda es eterna” “No creas merecer nada, cuando alguien te está dando algo, hace mucho que te lo ganaste o esa persona ya tiene diez maneras en las que te lo va a cobrar” “Los oídos sordos no son una buena idea, es más seguro estar atento a lo que los demás dicen de ti, de esa manera podrás saber si te temen, te admiran, te respetan o te odian.” Había una frase que odiaba mucho que ella la dijera y esa era la que más repetía. Algunas mañana, antes de salir de casa a la escuela me decía “Enamorarse solo es fracasar, no intentes algo que solo terminará así sin mas”. Decía muchas cosas que para mi, a esa edad, no tenían mucho sentido. Pero me grababa todo lo que decía. Ahora ya de adulta, puedo comprender muchas cosas de las que dijo, pero nunca la comprendí a ella o el hecho de que decidiera adoptarme. Creo que solo quería una compañía silenciosa.
—¿Fuiste feliz?— ¿feliz? Jamás había podido responder con sinceridad aquella pregunta, ni cuando me la hacía yo misma. ¿Era o fui alguna vez feliz? Tenía grabada en mi alma, en mi piel, en mi ser, estas palabras que ella siempre me dijo “Nunca digas como te sientes realmente, quien lo pregunta no tiene interés en saberlo, mas quien sabe como te sientes sin preguntarlo, es quien se ha interesado en saberlo”. Nunca había dicho cual era el estado de mis sentimientos, de mis emociones a nadie. Pero muchas veces pensaba en mi maestra y me odiaba por no comprenderla, por no entender lo que dijo o lo que hizo. ¿Para qué llevarme consigo si no tenía interés en brindarme una familia? Solo fue una casa, con muchas cosas y a la vez tan vacía.
—Fui muy feliz.—Era la respuesta correcta para quien lo preguntaba. —Había sido adoptada, ¿Qué mas podría pedir?—Cariño, amor, algunos abrazos, quizás un beso de buenas noches, la ayuda en la elección de una ropa, una foto juntas, una foto mía en la casa, alguna sonrisa sincera, un interés por mis cosas, mis gustos, una platica sobre chicos o sobre lo mentirosos que eran. Solo un poco de afecto…—Fui afortunada que con trece años alguien me adoptó. Normalmente todos quieren niños pequeños, pero yo fui adoptada.
—¿Sabes algo de tus padres biológicos?
—No. Ella me dijo que no se sabía nada de ellos. Cuando cumplí la mayoría de edad, volví al orfanato para obtener algo de información. Me dijeron que un hombre extranjero me dejó allí, que yo al principio no sabía hablar español, nadie distinguió cual idioma yo hablaba con poca claridad a esa edad, así que no lo saben. Deduzco que mis padres llegarían al país, se verían con muy poco dinero y al final decidieron dejarme en un orfanato. Podría ser que eran muy jóvenes o que decidieron mal al tenerme y luego se arrepintieron. No lo sé, siempre tuve ideas locas e increíble. Nunca sabré cual es la correcta. Quizás solo murieron. Tuve muchas etapas con respecto a eso. Durante un tiempo me puse a investigar, pero era como ir a ciegas, no había un nombre, un rostro o una dirección. Todo me llevaba al orfanato y de allí solo chocaba con un muro sin respuestas. Dejé de pensar en eso.
—Haces bien. Ahora si se algunas cosas de ti, Caroline. —Guardamos silencio durante unos minutos. —¿Tienes hijos, pareja?
—No, nada de eso. —cerré mis ojos, no tenía sueño, pero me encontraba tan cansada que podría dormirme.—Ahora que estamos haciendo preguntas, tengo una para hacerte—abandonó la almohada y colocó su cabeza sobre mis piernas, quedando acostado a mitad de la cama. —.Recuerdo todo lo que pasó aquella noche. ¿Por qué no habías dicho nada de lo que sentías?
—La mayor parte del tiempo la pasamos juntos, ya sea por trabajo, pero a la persona que mas veo en todo un día es a ti, incluso fuera de la oficina, vas conmigo a todos lados. Creo que era muy normal que sintiera algo hacia ti. Tenemos varios años trabajando juntos. No creo que sea nada extraño el sentirnos atraídos.
—Tienes razón. —debía de tratarse de eso. Entonces, ¿si nos alejábamos ya es sentimiento se esfumaría? Quizás, podría ser el caso.
Me dejé llevar por el cansancio y terminé dormida.
Habíamos hecho muchas cosas, mi cuerpo necesitaba ese descanso.
El jueves por la tarde de esa misma semana, terminé justo en mi horario de trabajo, cosa extraña, pero el señor Wilson había salido antes y yo al fin pude terminar mi trabajo atrasado.
Llegué a casa y al retirar mi ropa, tomé una ducha.
Tenía unas tres llamadas perdidas cuando salí del baño. Eran del señor Wilson.
Me tomé una pastilla para el dolor menstruar luego de vestirme. Me había llegado solo hace un día y tardaba cinco en irse y tres de ellos me mantenía con un dolor infernal.
Le marqué y miré la hora, pronto tendría que meter mi pizza congelada al horno.
La semana había sido muy normal, después de aquel día, aunque aquel cosquilleo solo aumentaba delante de su presencia, lo cual era muy molesto, pues siempre estaba en la presencia del señor Wilson.
—Señor Wilson, ¿necesita algo?
—¿Llegaste a casa? Creo que ya era tu hora de salida.
—Estoy en casa.
—¿Sabes donde estoy yo? Adivina, es jueves.
—¿Adivinar? Es fácil. Hoy jueves está cenando con sus padres, es lo que hace el día de hoy. —era muy fácil saber esa respuesta. Me sabía todas sus rutinas, horarios y el no variaba. —Acerté.
—Fallaste. ¡Hoy es jueves! ¡De pizza, Archer! Estoy frente a la pizzería mas buena de la ciudad. Cenaré pizza contigo, será nuestro jueves de pizza. ¿Está bien si te acompaño? ¿sueles comerla allí o vas directo al lugar?— miré mi pizza en la cocina y sentí un poco de tristeza, siempre la comía sola , ahora el señor Wilson se había acordado que era jueves y que yo comía pizza, quería hacerme compañía, ¿nuestro jueves de pizza? Aquel caliente en mi pecho me asustó bastante. —Archer, ¿sigues ahí? ¿Me escuchas?
—Si, señor Wilson. Estoy aquí. Disculpe. Me gustaría que me acompañara, suelo comerla en casa, junto a la cama mientras veo la tele, pero podemos comerla allí si así gusta. ¿Cuál es la dirección?
—¡No!—gritó al teléfono.— Es tu tradición, tiene que ser como lo haces tú. No sé dónde vives, dame tu dirección y voy a tu casa, ¿te molesta?
—Claro que no, por favor, apreciaría mucho su compañía. ¿Qué sabor elegirá?
—El que suelas comer tu. ¿Cuál ordenas?
—Suelo comer la de Margarita congelada o la de pollo con champiñones.
—Llevaré dos, una de cada. Envíame la dirección.
—Ya se la envío.
—Archer, ¿cerveza, zumo, batido, té helado, refresco, agua? ¿Con qué la tomas?
Con un zumo de bote de manzana, pero no le diría eso.
—Traiga lo mismo que pida usted, ya le envío la dirección. —colgué, enviándole mi ubicación. Corrí por toda la casa para ver si había algo fuera de lugar, también fui al baño, al balcón. Perfecto. Pasaba poco tiempo en casa, no había tiempo para desordenar, todo seguía limpio.
Me fui a peinar y a esperarlo.
Hoy era nuestro jueves de pizza.