EL JEFE

1425 Words
Minying iba caminando con una sonrisa hacia Le Monic. Acababa de tener el encuentro de su vida o al menos eso era lo que pensaba. Había conocido a su Hanyagur y estaba emocionado. Su madre había tenido razón, apenas la vio supo que era ella. El joven sonreía como tonto mientras andaba por esa calle solitaria. Sentía que su corazón latía a paso veloz. Se sentía feliz porque pensaba que finalmente había tomado la decisión correcta. Si llegando se había tropezado con la mujer que había estado esperando durante siglos, seguramente el resto de su vivencia en este sitio sería aún mejor. – Buenas noches –saludó el joven haciendo una pequeña reverencia hacia la chica frente a él. Era una de las empleadas del café que se encontraban detrás del mostrador– Ando buscando al señor Thomas King ¿puede decirme dónde encontrarlo? –preguntó con voz dulce. – ¿Quién lo busca? –curioseó la chica algo extrañada por el pedido. – Me llamo Leng Minying, soy… –se aclaró la garganta– nuevo aquí. Vengo a reportarme –explicó en voz baja con una sonrisa. La joven sonrió de vuelta. – Correcto. Tome asiento en alguna de las mesas mientras voy a notificarle al señor King. – Muchas gracias. Minying se sentó en una de las mesas cercanas al mostrador, estaba algo nervioso, no sabía quién era aquel hombre ni cómo lo recibiría. Solo esperaba no encontrarse con otro Hans con quien lidiar. El chico permaneció en su silla en silencio mientras miraba a su alrededor. Realmente no sabía que debía hacer mientras esperaba, así que simplemente se quedó ahí aguantando los nervios. La chica que lo había atendido unos minutos atrás, apareció frente a él y le informó que debía dirigirse a la oficina del señor King. Minying asintió poniéndose de pie y escuchando atento las indicaciones de la chica sobre el camino que debía tomar para llegar hasta ahí. Ingresó por una puerta que se encontraba escondida en la pared pasando el mostrador. Al atravesarla se encontró con un largo pasillo solitario. Eso le extrañó, aunque no le dio mucha importancia, simplemente comenzó a caminar buscando el final de aquel lugar. Una sensación extraña le invadió mientras se adentraba en el sitio. No sabía explicarlo, nunca antes se había sentido así, era como una presión en el pecho que lo asfixiaba. Volteó hacia atrás y no vio nada, de hecho había andado tanto que ya ni la puerta de entrada se veía al final. Ese pasillo parecía no tener fin. Suspiró y regresó su mirada al frente para continuar su camino. Aquel lugar solitario era bastante angosto y las paredes eran extremadamente altas. Del techo colgaban largos cables que culminaban en bombillas. Había muchas de ellas alumbrando ese camino infinito. Cuando Minying comenzaba a ponerse nervioso por no encontrar la salida, pudo ver una puerta en la lejanía. Apresuró el paso. Apenas llegó hasta ella sujetó el pomo y la abrió. Comenzó a hiperventilar. Los nervios que traía lo estaban matando. Respiró profundo para recuperar su respiración y miró a su alrededor. Se encontraba en lo que parecía ser una sala de espera. Había algunos muebles en una esquina de la habitación con una mesa de centro. No contaba con ventanas ni ningún tipo de ventilación por donde pudiese entrar la luz o el aire. Tenía un aspecto lúgubre aunque intentando lucir elegante. Del otro lado del salón se encontraba un mostrador y detrás de este estaba un joven con una sonrisa un poco macabra en su rostro. – Buenas noches –saludó Minying dirigiéndose al joven. – Señor Leng, el señor King lo espera en su oficina. Puede tomar el elevador –le comunicó haciendo un seña con la mano para indicarle donde este se encontraba– debe dirigirse al último piso. Es la única oficina en ese nivel. – Muy bien –respondió mientras asentía y se despedía con una pequeña reverencia. Siguiendo las nuevas indicaciones, Minying tomó el ascensor y se dirigió a la oficina del señor Thomas King. En cuanto el ascensor se detuvo y las puertas se abrieron, pudo verlo. Se trataba de un hombre obeso, muy obeso. El chico se sorprendió por lo corpulento que era. Su rostro también era ancho y tenía una gran papada. El escritorio frente a él lucia pequeño ante la enormidad de aquel sujeto. Era calvo y usaba lentes. Su aspecto en general le daba la sensación de que estaba viendo a un enorme cerdo. – Buenas noches señor King –interrumpió Minying un poco nervioso. El hombre que se encontraba concentrado con algunas cuentas, retiró su mirada del escritorio y la dirigió a Minying quien se mantenía de pie junto al ascensor. Para sorpresa del joven, aquel hombre obeso mostró una enorme sonrisa en cuanto lo vio. Se levantó emocionado de su escritorio quitándose los lentes y abrió los brazos con alegría acercándose al chico. Este no supo qué hacer o qué decir cuando aquel hombre que estaba conociendo lo abrazó con fuerza como si estuviese reencontrándose con un viejo amigo. Minying sintió que se asfixiaba por lo fuerte del apretón. – ¡Ya han llegado! –gritó con emoción. El joven no sabía cómo reaccionar ante la inesperada alegría de aquel sujeto– ¿Ya se instalaron? –preguntó con entusiasmo. Minying negó con la cabeza. – Acabamos de llegar –respondió el chico. – ¡Ah! Entiendo. Oye, ¿tu hermano dónde está? No me digas que viniste solo –curioseó con una sonrisa pícara – Se ha quedado en el edificio donde nos ubicaron, nos dijeron que por hoy yo podría venir solo, así que él fue a presentarse con la señorita Lorena para que le indicara donde nos quedaríamos. Andaba algo cansado. – Claro. Claro. Por supuesto. También deben pasar por donde Lorena. – Bueno, yo no te quitaré mucho tiempo, solo necesito que me firmes algunos documentos de ingreso. Tu hermano luego deberá pasar por aquí a hacer lo mismo –le indicó el hombre. Minying asintió– ven por acá –le dijo mientras caminaban de vuelta a su escritorio. El sujeto ubicó rápidamente el expediente de Minying y tomó las planillas que se encontraban en el interior de la carpeta, las colocó frente al chico al tiempo en que le entregaba una pluma. – Lee bien todo. Rellena los datos que te piden y fírmalo. Es mera formalidad, tú sabes cómo es todo –explicó el hombre con tranquilidad. Minying asintió con una sonrisa llena de dudas. Le tomó algo de tiempo poder leer y llenar todos los documentos que tenía frente a él. Realmente eran muchas cosas las que preguntaban. Le pareció un poco exagerado, pero no le dio mucha importancia, seguramente el señor King tenía razón, era solo formalidad, un registro que probablemente se llenaría de polvo con los años. Minying se levantó de su asiento en cuanto terminó de llenar todos los papeles. El hombre hizo lo mismo para acompañarlo hasta la salida. Aún sonreía. – Me encantaría que viniesen a visitarme de vez en cuando –le pidió el señor King ofreciéndole la mano. Minying la estrechó al tiempo que lo miraba un poco extrañado– hay cosas que siempre me ha llamado la atención de ustedes, de su estilo de vida. Tengo muchas preguntas –aseguró con un brillo en los ojos. Minying solo asintió mostrando una sonrisa forzada. Sentía que algo no estaba bien con ese hombre– Además, recuerda que deben presentarse con cierta regularidad. Ustedes están bajo condiciones especiales y yo debo estar atento a todo lo que ocurre aquí adentro. Hay ciertas reglas que deben cumplir –el chico asintió nuevamente y prometió que lo haría. El señor King le deseó suerte en su estadía y lo despidió. Minying ingresó en el ascensor para regresar por donde había venido y aquella sensación extraña volvió a aparecer en su pecho. Caminó con calma observando todo, pero durante el trayecto no pudo quitarse ese sentimiento de que algo estaba mal. Cuando llegó a la entrada del edificio donde se quedarían, miró el teléfono buscando nuevamente el mensaje de texto que le había enviado Chung-ho. En este le decía el número de piso y apartamento que les habían asignado. Comenzó a andar en dirección a su nuevo hogar. Realmente este sitio era diferente a todo lo que había conocido antes. En tan solo un par de horas ya habían pasado muchas cosas. Quizás su vida aquí no iba a ser tan tranquila como él esperaba.
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