PRÓLOGO
– Signantes in aeternum –repitieron al unísono mientras veían la luz verde que se iluminaba alrededor de la puerta.
Con esa frase ambos chicos sellaban eternamente la entrada de acceso a aquella prisión… o al menos eso era lo que ambos esperaban. Chung-ho sostenía a Minying ayudándolo a mantenerse en pie. Ambos habían salido heridos de aquella guerra sin sentido, pero Minying había sido quién había terminado con más marcas de los dos. No solo las heridas físicas eran graves, las emocionales y psicológicas le causarían problemas por un largo tiempo.
– ¿Crees que esto servirá? –preguntó Chung-ho a su hermano.
– No lo sé –confesó.
Ambos se tendieron sobre el suelo. Necesitaban descansar un momento. Observaban en silencio aquella prisión en donde habían encerrado a su hermano mayor. No podían explicar cómo todo había acabado de esa manera. Él siempre fue quien los guió y protegió, pero terminaron en una guerra contra él y su odio desmedido hacia quienes les hicieron tanto daño. Ellos habían crecido siendo diferentes, pues habían nacido dentro de un linaje único. Eran fruto de la unión de dos criaturas con orígenes distintos, pero que se parecían en algo, ambos eran igualmente repudiados por todos, así que no podían esperar que el universo les tuviese cariño. Su vida eterna estaba destinada a ser un completo caos, pero a medida que transcurrían los siglos, habían encontrado la forma de vivir “tranquilos”… hasta que aquello ocurrió.
– ¿Qué haremos ahora? –quiso saber Chung-ho. Su hermano no respondió– si antes no nos querían, pues ahora sí tienen verdaderas razones para odiarnos.
– Lo sé.
– ¿Crees que podamos escondernos en alguno de los planos? ¿habrá alguna dimensión diferente a la que podamos llegar?
– Todas están controladas por él. Aunque no lo queramos, no nos podemos esconder… además, si permanecemos en el mundo mágico, Magnus lo sabrá. Podrá sentirnos y quizás usar sus habilidades para escapar.
– Sabes lo que significa eso ¿verdad? –su hermano asintió con pesar.
– Debemos cambiar de vida.
– Minying, no podemos cambiar lo que somos. Hay cosas sin las que no podemos sobrevivir y lo sabes.
– Sí, pero es necesario si queremos permanecer ocultos. No podemos arriesgarnos a que Magnus se libere.
– No hay certeza de que pueda hacerlo.
– Tampoco la hay de que no pueda –Chung-ho calló– Nos toca quedarnos en el mundo mortal –su hermano se quejó– y debemos actuar como uno de ellos.
– ¿No te referirás a…?
– Sí –lo interrumpió– no podemos seguir alimentándonos como lo hacemos.
– Y dime tú genio, ¿Cómo se supone que vamos a sobrevivir?
– Encontraremos la manera –repuso seguro.
Chung-ho observaba a su hermano en silencio. Este lucía preocupado. Ellos eran los menores de su clan y por tanto, los más débiles. Aun así, habían podido hacer frente a su hermano mayor, pero el sello que habían creado para él posiblemente no resistiría. Ellos no eran tan fuertes para contener su poder.
– ¿Qué ocurrirá con los demás?
– Les perdonarán –Chung-ho resopló ante las palabras de su hermano– Lo harán, yo me encargaré de eso.
– Y a cambio nosotros debemos sacrificarnos –Minying calló– ¿por qué debemos hacer esto?
– ¿Y por qué no? –Chung-ho comenzó a reír, todo le parecía una triste ironía del destino.
– Todos nos han odiado desde antes de nacer. No existían razones para que nos trataran como lo hicieron, no teníamos culpa de nada y aun así, nos tocó sufrir sus maltratos y abusos. Magnus tiene razón en muchas cosas.
– ¡No lo apoyes! –exclamó Minying con furia.
– No lo hago, solo… solo estoy siendo sincero. Quizás sus medidas no eran las más adecuadas, pero… lo entiendo. Entiendo por qué lo hizo –confesó. Minying se volteó a observarlo en silencio. Su ceño permanecía fruncido.
– Es la vida que nos tocó vivir y debemos aceptarla –repuso con seguridad.
– Pero no es justo –reclamó Chung-ho con dolor.
– No lo es, pero debemos aceptarlo.
– No se merecen que los hayamos ayudado, no se merecen que arriesgáramos nuestra vida por ellos ¿para qué? ¡También nos castigarán por lo que pasó!
– Y aceptaremos el castigo.
– ¡Que estúpido! –exclamó Chung-ho con rabia. Su voz dejaba notar su frustración y cansancio–. Así que sacrificaremos el resto de nuestra vida eterna, cumpliendo un castigo que no merecemos, por haber salvado a un montón de seres que no han hecho más que odiarnos y maltratarnos –soltó con sarcasmo.
– Es lo correcto –sentenció Minying mientras se ponía de pie como podía.
– Minying…
– Es lo correcto –insistió subiendo el tono de su voz– Sé que no es justo, pero es lo que debemos hacer… por favor confía en mí –le pidió mirándolo a los ojos– ya es hora de irnos. Nos están esperando.
Chung-ho dudó por un momento, pero luego asintió. No estaba muy convencido de aceptar la vida que les iba a tocar llevar desde ahora. El mundo mortal nunca había sido de su agrado. No era fácil tener que esconder sus habilidades y mucho menos, sus necesidades. Peor aún, debían encontrar la manera de sobrevivir sin alimentarse como acostumbraban a hacerlo. No más sangre y no más esposas ¿realmente podrían cumplir con ese castigo autoimpuesto?
Esa vida tan diferente a su naturaleza no se la habían dado sus enemigos, era su decisión personal para proteger al resto de su familia, pero sobre todo, al resto de las criaturas de su mundo. Chung-ho estaba seguro que luego del juicio que pronto les harían, la pena que les sería impuesta por aquellos que tanto los odiaban, no iba a ser tan grande como la que ellos mismos estaban asumiendo.
– Ayúdame –le pidió Minying a su hermano mientras le extendía una mano.
Chung-ho se apresuró hasta él para que este se sujetara de su cuello y así ayudarlo a andar. Tenía una pierna rota, por lo que no era fácil para él moverse. Estaban cubiertos de heridas y traumas físicos, pero eso no les preocupaba, ellos tenían sus métodos para deshacerse rápidamente de todas esas lesiones. En un abrir y cerrar de ojos estarían como si nada les hubiese ocurrido. Su preocupación era otra. No había ninguna magia en el universo que les ayudara a superar los traumas emocionales vividos, los conflictos internos que tenían, pero sobre todo, el sacrificio que estaban a punto de hacer. Ya nada sería igual desde ahora.