–ALGUNAS HORAS ANTES–
La primera mañana en su nuevo hogar fue todo menos tranquila. Minying había decidido salir a caminar un rato para conocer un poco los alrededores y aprovechar de comprar algo para desayunar. Por su parte, Chung-ho quién se había levantado más tarde, se había quedado ordenando un poco el apartamento mientras su hermano volvía. Comenzaban a llegar las cajas con sus cosas y eran muchas más de las que él recordaba, pero su mañana iba relajada y se mantenía en su labor de ordenar todo hasta que alguien lo interrumpió.
– Hola –dijo a una chica de pie en la escalera que se encontraba mirando curiosa hacia su apartamento.
La joven se asustó. Chung-ho sonrió. Se quedó observándola. Su corazón comenzó a latir más de prisa y sus manos comenzaron a sudar. Era ella. Lo pudo sentir. Por primera vez en su vida pudo sentir una sensación extraña en su corazón. Esto era a lo que se refería Minying la noche anterior. Él también había encontrado a su Hanyagur.
– ¿Te encuentras bien? –repitió por segunda vez a la chica un poco preocupado. La joven pareció haber entrado en una especie de trance para luego mostrarse completamente aterrada. Chung-ho sonrió ante la reacción de la chica, le pareció encantadora.
Cuando la joven salió corriendo escaleras abajo, Chung-ho se apoyó al muro que bordeaba la escalera. Observaba en dirección a donde se había ido, ya no estaba por ahí, pero aun así la sensación que permanecía en su corazón le hacía sonreír. En sus más de 600 años nadie había logrado hacer que ese corazón latiera tan fuerte y rápido como en aquel momento. Se quedó pensando en lo maravilloso que era ese sentimiento. Apenas había cruzado palabra con la chica y ya sentía una paz extraña en su interior. Estaba seguro que ella era aquel único ser capaz de acabar con todas sus maldiciones. Estaba feliz, muy feliz.
Quería que Minying regresara pronto, anhelaba contarle las buenas nuevas. Parecía increíble, pero en menos de 24 horas ambos habían encontrado a su Hanyagur o mejor dicho, ellas los habían encontrado a ellos. Y pensar que habían pasado siglos tratando de encontrarlas ¿quién diría que estarían en un lugar como ese?
En ese momento la sonrisa de Chung-ho desapareció. Acababa de darse cuenta de algo que antes había dejado pasar. El lugar donde ahora se encontraban encerrados. Existía una razón para que tanto su Hanyagur como la de Minying estuviese en aquel sitio. Comenzaba a preguntarse qué habría pasado con ellas, el por qué estaban ahí. Permaneció debatiendo la idea consigo mismo durante un rato, pero parecía no poder encontrar una respuesta clara, así que suspiró y decidió regresó a su labor, necesitaba distraer su mente.
Para cuando Minying regresó al apartamento, Chung-ho ya había ordenado todas las cajas y había colocado casi todas las cosas en su sitio. Él era un obsesionado con el orden y la limpieza, así que a su hermano no le sorprendió. En un par de horas el chico había hecho todo el trabajo.
– ¡Qué eficiente eres hermano! –exclamó Minying observando todo. Ambos rieron.
– Tengo que contarte algo importante –dijo Chung-ho tratando de contener su sonrisa. Su hermano lo miró extrañado mientras le entregaba la bolsa con el desayuno que había comprado– acabo de conocer a mi Hanyagur –soltó de repente sin poder contener la emoción. Minying sonrió con alegría y luego lo abrazó.
– Y tú tenías dudas sobre venir a este lugar ¿qué me dirás ahora? –preguntó en tono de broma arqueando una ceja.
– Tenías razón. Tú siempre tienes la razón –afirmó riendo. Minying hizo ademán de sentirse superior.
Estuvieron bromeando un rato mientras desayunaban. Al igual que como Minying había hecho la noche anterior, Chung-ho le contó a su hermano su pequeño encuentro con su Hanyagur. Aunque este había sido mucho más rápido, no dejaba de sentirse feliz, en especial porque sabía que la chica vivía en el mismo edificio que ellos, así que sería mucho más fácil volverse a encontrar con ella.
Después de desayunar, Minying acompañó a su hermano hasta Le Monic. Al igual que él, este debía ir a firmar los papeles de ingreso con el señor Thomas King. La experiencia para Chung-ho fue desagradable. No ocurrió nada relevante, solo que el camino por el pasillo angosto, así como la oficina del jefe y el mismo señor King, le parecieron demasiados extraños. La presión en el pecho la sintió incluso más fuerte que su hermano, después de todo, su habilidad especial le permitía ser un poco más sensible a las emociones y entendía muy bien lo que Minying le había comentado. Él tampoco sabía explicar el sentimiento, pero de igual manera creía que algo estaba mal.
El resto del día transcurrió sin mayor eventualidad. Los chicos se dedicaron a descansar un poco. Después de tantas décadas de sufrimiento, se merecían por fin tener algo de paz y tranquilidad en sus vidas. Los jóvenes conversaban plácidamente mientras cenaban cuando un golpe se escuchó en la puerta.
– Debe ser Lorena –dijo Chung-ho dirigiéndose a su hermano. Este asintió y se preparó para recibirla.
Chung-ho se dirigió a abrir la puerta. La joven morena le saludó con una sonrisa en cuanto estuvo frente a él. Le comentó que ese era su día libre, pero había decidido pasar para hablar con ellos. Llevaba una carpeta entre sus manos, la cual le mostró para luego comentarle que ahí cargaba todo lo que le hacía falta para explicarles. Chung-ho asintió con una sonrisa y de forma amable la invitó a pasar. Cerró la puerta tras ella y en ese instante, a Lorena se le borró la sonrisa. Se quedó tiesa como piedra al encontrarse de frente con Minying. Él era la persona que menos esperaba ver en aquel sitio.
– Hola –saludó el joven cordialmente haciendo una reverencia ante ella. La chica no respondió. Tenía la boca abierta de la impresión– Buenos días Lorena –la chica continuaba sin responder, solo lo observaba atentamente– creo que tenemos mucho de qué hablar –le comentó Minying ofreciéndole la mano.
La chica pareció salir de su trance en ese momento, miró por unos segundos la mano que el chico le ofrecía y con lágrimas que comenzaban a brotar de sus ojos, se abalanzó a abrazarlo. La joven se soltó a llorar desconsoladamente. Minying la abrazó con fuerza mientras se calmaba. Le hizo una seña a su hermano para que se acercara, este asintió y colocando una mano sobre el hombro de la chica, la ayudó a recuperar su tranquilidad. Su habilidad era muy útil en momentos como esos.
– Lo lamento –expresó ella avergonzada en cuanto dejó de llorar.
– No te preocupes. Entiendo muy bien cómo te sientes –explicó Minying de manera serena observando aquellos ojos grises tan familiares.
Nuevamente invitó a la joven a sentarse. Eran muchas cosas de la que debían hablar. Ya no era solamente sobre aquel lugar y todo lo que ocurría ahí, ahora también les tocaba abrir las heridas del pasado, aquellas que pensaban ya habían cerrado. No iba a ser una noche sencilla, pero era necesario si querían por fin dejar atrás todo ese terrible dolor.