―Sus… ―Hadassa limpió su boca con el dorso de la mano. ―Sus zapatos. ―Baylor quien se había quedado a su lado, la miró despreocupado.
―¿Tú estás bien? ―Se interesó. ―¿Ya has terminado? ―Avergonzada por haberlo ensuciado, asintió levemente. ―Bien, déjame quitarme estos y podemos salir. ―Sonrió. ―Mi protector y tu cuidadora sí que hicieron un buen trabajo. ―Hadassa finalmente sonrió, esos dos salieron despavoridos. ―Pero no habrá nadie más decepcionado que la prensa. ―Bajando del auto descalzo, la ayudó a ella y los flashes no tardaron en prácticamente cegarlos.
―Joven príncipe, ¿Es esa su nueva conquista? ―Atacaron con las preguntas, pero Baylor no les tomó importancia, él solo desea que haya fotos de ambos llegando al castillo por primera vez. —¿Por que ha está sí la trae al castillo? ¿Acaso será su esposa?
—¿Ha decidido usted sentar cabeza? —Todas las preguntas estaban poniendo más nerviosa a Hadassa, ¿Que tan don Juan es ese hombre?
―¿Por qué va sin zapatos? ¿Es otro de sus inusuales comportamientos de rebeldía? ―Hada apretó la mano del hombre que se autoproclamó su prometido, ¿Cómo puede él estar tan tranquilo con todas esas cámaras señalándolos?
―¡Dios mío! ―Hada chilló al enredar sus pies, pero Baylor con un reflejo único y en un acto rápido la tomó en brazos.
―¿Iba a saludar el piso, querida? Estoy seguro de que eso no le agradaría a nuestro bebé. ―La miró sonriendo, su cara de espanto es igual a la de un conejito. ―Te lo dije, yo cuidaré de ti. ―Todos se volvieron locos al ver tal escena, ¿Realmente el príncipe libertino finalmente había encontrado el amor? ¿De dónde había salido la chica? ¿Acaso es una extranjera? Las preguntas aumentaron la curiosidad de muchas personas.
―Joven príncipe. ―Nozel se acercó a él. ―Yo lamento haber salido de esa manera y…
―Tranquilo. ―Baylor sonrió. ―¡Los hiciste tomar fotos por el gusto! ―Carcajeó. ―Compraré todas esas fotos para ver tu cara. ―Nozel rodó los ojos, sí, ya estaba en el palacio, así que no debía fingir que es un hombre serio o educado.
―Señorito ―Gabrielle, una de las doncellas más antiguas del palacio, hizo una reverencia. ―Ya decía yo que tanta conmoción era propia de usted. ―Miró a ambas chicas. ―Supongo que finalmente ha asentado cabeza. ―Se centró en Saray. ―Tiene un aura vivaz, cara de que nadie le dice que hacer y puedo jurar que su carácter es realmente fuerte. ―Miró a Nozel. ―Esa te va más a ti, por lo que considero que la chica tímida, aferrada a su propio vestido y con un aura tan pura es su prometida. ―Baylor agrandó la sonrisa.
―Gabrielita, tenías que ser tú. ―Abrazó a la mujer y le dio un beso en la frente, solo a ella la trata de esa manera, al morir su madre ella se hizo cargo de él. ―Siempre con buen ojo, ven, te presento a mi prometida. ―Tiró de ella. ―Querida, esta es Gabrielle, la mujer que me crio cuando murió mi madre. ―Hadassa se asombró al escucharlo decir aquello tan tranquilo.
―Mucho gusto. ―Susurró tendiéndole la mano a la mujer. ―Soy Hadassa. ―La mujer con una sonrisa tiró de ella y la abrazó.
―Mucho gusto, señorita. ―La miró a los ojos. ―Solo yo puedo saludarla así y es únicamente cuando no hay nadie alrededor, de menos no haga este tipo de cosas, ¿De acuerdo? ―Hadassa asintió de inmediato. ―Su tío lo está esperando en el salón, por favor, no lo haga esperar. ―Mirando esta vez a Nozel y Saray les hizo un gesto de cabeza. ―Ustedes vienen conmigo. ―Hadassa miró a su amiga, ella no quería estar sola.
―Estarás bien. ―Le guiñó. ―O de lo contrario no habrá heredero. ―Nozel tiró de Saray para que callara, esa chica es todo un problema. ―Mucho cuidadito por como me toca, señorito, después puede provocar algo que no aguantaría. ―Nozel la soltó en el acto al verla morderse el labio.
―No seas tan vulgar. ―Le riñó molesto por su forma tan desvergonzada de ser.
No fue necesario para Gabrielle preguntar que locura había cometido su joven príncipe, por supuesto es de las peores, pero por alguna razón confía en su chico, además esas dos muchachas no le dieron mala espina, aunque sí le han dejado claro que no tienen idea de como comportarse. Una es muy liberal y la otra muy cohibida.
Alexer Luxemburg, estaba a la espera de su sobrino, ya quería saber por qué había avisado a la prensa de esperarlo fuera del castillo, deseaba saber con qué había salido esta vez ese muchacho que parece lo quería matar de una vez por todas.
Baylor sin soltar a su prometida, entró al enorme salón y al ver a su tío en pie frunció el ceño, ¿Qué hace ese hombre necio ahí? Se preguntó una vez hizo la reverencia.
―Deberías estar en cama, tío. ―El hombre poco caso le hizo, la joven a su lado es una belleza.
―Estoy lo bastante mayor para saber que hacer. ―No le quitó la mirada a Hadassa. ―¿Quién es la jovencita?
―Mi rey. ―Hadassa hizo una reverencia. ―Soy Hadassa Klein, la prometida de su sobrino. ―Baylor ladeó la sonrisa sin importar que su actuar estuviera mal, la pregunta no fue referida a ella.
―Vaya, qué dulce, pacifica y relajante voz tiene. ―Alexer pasó por alto la imprudencia de la chica al presentarse sin que se lo pidieran, sabe que no lo hizo a propósito. ―No conozco a ningún Klein, ¿A qué se dedica su familia? ―Quiso saber el hombre.
―Ella está muy cansada, tío. ―Baylor lo interrumpió. ―Por favor, llévala a mis aposentos. ―Ordenó a una de las criadas. ―Querida, estaré contigo lo más pronto posible. ―Hadassa se sintió realmente mal, ¿Acaso él mentiría sobre ella?
―Te estaré esperando. ―Mirando al hombre que parecía tan débil, hizo una reverencia. ―Su majestad. ―Una vez la chica le cedió el paso, Hadassa se marchó.
―¿Qué me estás ocultando, muchacho? ―Baylor lo ayudó a sentarse.
―Hadassa no proviene de la realeza o de una familia adinerada, tío. ―Lo miró a los ojos. ―Además, es extranjera. ―Alexer miró a su sobrino sin sorpresa alguna, de él siempre hay que esperarse cosas así. ―Pero es una joven llena de pasión y torpeza. ―Bromeó.
―Es una plebeya. ―Le recordó. ―Sabes que serás un rey impopular, ¿Por qué cometer una imprudencia de tal magnitud? ―Baylor quedó serio. ―Llevarás una nación, hijo, el pueblo te cree incapaz de hacerlo, ¿Por qué no buscaste una esposa que te ayudaría a ser aceptado? ¡Sabes que el pueblo puede rechazarte como su rey!
―¿Por ser una plebeya ya cambiaste tu manera de verla? ―Se ofendió. ―Es la mujer que yo elegí, tío, no me importa lo que digan al respecto. ―Alexer suspiró. ―Sé cuanto debo esforzarme para demostrarle a todos que soy el mejor para ser el rey, pero no lo haré sin esa mujer a mi lado. ―Alexer asintió, es terco. ―Además, espera a mi hijo. ―Esa noticia sí que sorprendió al hombre. ―Es para que veas lo serio que va esto.
―¿Realmente te has enamorado?
―No sé si es amor, pero te puedo asegurar que con solo verla puedo imaginarme el resto de mi vida con ella, siendo feliz como nunca. ―Sacó el aire por la boca. ―Sé que la amarás, solo debes conocerla. Yo apenas llevo tratándola unas horas y ya me trae loco. —Alexer prefirió no preguntar nada o seguramente la respuesta lo matara.
―Tú también debes conocerla muy bien. ―Le recordó no dándole mucha importancia, la cuestión es que habrá boda y es lo único que le interesa. ―Pero ya tendrás toda una vida para eso. ―Se puso en pie con su ayuda. ―Mañana será la boda, deben prepararse para el gran día. ―Baylor miró a su tío descolocado.
―¿Mañana? ¿Cómo será eso posible? ―Esa mirada que le dio su tío lo hizo sentir muchas cosas.
―Ya tenías una prometida. ―Le confesó. ―Por eso te hice venir hoy, mañana te casarías con la sobrina del rey Carlos, era una garantía, no quería morir y dejarte soltero, así que no habrá problema en que se cancele la boda con ella.
―¿Realmente me ibas a casar en contra de mi voluntad con una que no conozco? ―No se lo podía creer.
―Así es, pero en vista de que has encontrado a una mujer que te ha vuelto un poco menos tonto sin conocerla, permitiré que te cases con esta desconocida. ―Baylor negó una y otra vez.
―Después preguntas a quién me parezco. ―Susurró ayudándolo a caminar, ¿Cómo fue su tío capaz de preparar una boda sin decirle nada? ¿Desde cuándo él estaba planeando todo aquello? ¿Por qué esa chica estaría dispuesta a casarse con él aun sabiendo que no sabía nada al respecto?
Hadassa se quedó sentada en el sofá que da al jardín, ella no se movió ni un centímetro por miedo a ensuciar la hermosa habitación. ¿Por qué su corazón se siente tan temeroso? ¿Por qué todas esas mujeres se le quedaban mirando como si no les agradara? ¿Por qué está ella ahí y no del otro lado del mundo? Tantas preguntas le dieron un dolor tremendo de cabeza.
―Yo… lo siento. ―Se disculpó por haberse asustado. ―Pensé que era otra persona. ―Baylor sonrió.
―Deja de disculparte por esas cosas, a ti te lo permito todo. ―Se acercó peligrosamente a ella. ―Menos que le sonrías, mires o le hables a otro hombre. ―Hadassa se estremeció por la caricia a su mejilla derecha. ―Mañana nos casaremos y…
―¡¿Qué?! ―Hadassa lo miró con ojos grandes. ―Pero si apenas nos conocemos, ¿Cómo nos vamos a casar tan pronto? ―Baylor no sonrió, cualquier otra estaría muerta de la alegría.
―No tienes opción, conejita. ―Evitó molestarse, jamás había tenido que lidiar con tanto rechazo en su vida y menos de una mujer a la que trata como si fuera lo único valioso en el mundo. ―Te lo dije desde el inicio, serás mi esposa. ―La pegó a su cuerpo. ―Y como tal, toda tú me pertenecerás. ―Hadassa cerró los ojos por el beso en el cuello. ―Mientras tanto… ―Bajó la mano de su cintura a sus nalgas. ―Quiero recordar aquella noche donde te entregaste a mí por primera vez. ―Hada vibró por la caricia en su pierna, él estaba metiendo la mano por debajo del vestido.
―No. ―Le sostuvo la mano que estaba a punto de abrirse camino entre sus bragas. ―Por favor… ―Rogó con la respiración agitada y su corazón enloquecido. ―No estoy lista. —Lo miró a los ojos, pero rápidamente bajó la mirada y de la misma manera la desvió, se le ve realmente excitado y aquel bulto es muy exagerado. ―No nos conocemos y aquella vez yo estaba muy ebria. ―Baylor realmente la deseaba, pero finalmente se contuvo.
―Bien. ―Se apartó de ella e inició a caminar. ―Mañana serás mi esposa, después de ahí no podrás evitar que disfrute cada centímetro de tu piel. ―La abrazó por la espalda tensándola. ―No podrás abstenerte de entregarte toda a mí porque te llevaré a un estado en el que lo único que podrás desear es que entre en ti sin piedad alguna.