«Lo odio», se dijo por lo bajo. Se sentía muy herida al pensar que él la supusiera, llevado por las apariencias, capaz de comportarse de un modo tan reprobable. Su humillación la hizo mantener bien alta la cabeza al entrar al carruaje después de la Duquesa. Durante un rato viajaron en silencio… luego, con una voz definitivamente resentida, la Duquesa le dijo: —Como tienes gustos tan especiales, espero que alguno de los jóvenes elegantes de Carlton logren ser de tu agrado. Orelia no le respondió y la dama continuó diciendo: —Me temo que, de acuerdo con tus románticas ideas, no te gustará ningún caballero inglés, pero en fin… algunas mujeres nacieron para solteronas. Orelia se sentía demasiado desdichada para tratar de defenderse. Se dijo que tal vez la Duquesa tenía razón y ela era un