CAPÍTULO IIDurante todo el camino a Londres, Carolina deleitó a Orelia con relatos de sus aventuras en Italia y Francia. —El Conde estaba loco por mí— repitió una docena de veces, refiriéndose a un joven francés que conoció en París: —Pero seguramente eso sucedió antes que te comprometieras con el Marqués ¿verdad? Carolina la miró de reojo, maliciosamente. —Trato de enseñarte a no ser provinciana, Orelia. —¿Realmente quieres decirme que aun después que le prometiste al Marqués que te casarías con él, seguiste flirteando con el Conde? —Por supuesto. ¿O acaso imaginas que porque voy a casarme tengo que comportarme como monja? —Tal vez no como monja, pero con toda seguridad el Marqués espera cierto grado de decoro. —Me comporté con el mayor decoro. Sólo nos veíamos de noche, en el jar