Ahí todo era también magnífico, pero Orelia sólo tenía ojos para una Dama de edad que estaba sentada junto a la chimenea y que se levantó al verlas entrar. Debía frisar en los ochenta años, pero retenía aún algo de su legendaria belleza. Sus rasgos, en un tiempo de corte clásico y su blanco cabello que le caía sobre la frente oval, todavía eran atractivos. En su tiempo, la Duquesa fue aclamada como una belleza y todavía parecía rodearla la aureola de sus triunfos. Vestida toda de blanco, color habitual para las viudas, según se enteró Orelia más adelante, llevaba una hilera de enormes perlas, numerosos brazaletes de diamantes y dos enormes anillos de rubí, demasiado pesados para sus delgados y envejecidos dedos. A su lado, un pequeño chiquillo n***o con turbante, empuñaba un enorme aba