21. ¿INTENCIÓN O ACCIDENTE?

1251 Words
Enrique —No creo que sea lo más adecuado, alguien podría vernos y usted estaría en muchos problemas por mi culpa —renegó Sonja bastante avergonzada. —Estoy ayudando a una mujer que se encuentra herida, no sé cómo pueda malinterpretarse y aun si ocurriese, no estoy haciendo nada malo, así como tampoco sería la primera vez que me meto en problemas por la terquedad de una feligresa —comenté en parte en broma y en parte recordando el incidente con Edén en la misa. —Y si… —Solo suba y sosténgase fuerte, no me haga cargarla como a una princesa porque la vergüenza será mayor para usted, Sonja. Ella por fin subió en mi espalda y tras rodear con cuidado sus piernas y sujetar las maletas, continué el camino hasta la casa donde el matrimonio quedó bastante preocupado al vernos llegar de esa forma, pero respondí sincero y la llevé rápidamente a la habitación donde dejé a un lado sus pertenencias y con cuidado la bajé acomodándola en el borde de su cama. Por desgracia ninguno se percató de que su jean roto se había enredado con una cadena que llevaba sujeta al mío y cuando me di la vuelta al sentir el tirón, ella se intentó levantar, resultando en un choque que terminó con ambos sobre su cama, lo bueno era que había alcanzado a sujetarla con un brazo y con el otro me apoyé evitando aplastarla, pero al abrir los ojos, tuve una visión que me llevó al accidente que tuvimos Edén y yo cuando la conocí, solo que esta vez no tenía miedo ni había un peligro real, sino una fuerte sensación de curiosidad y quizás un poco de felicidad. —P-Padre… —Discúlpeme, pero no se mueva todavía. La solté con cuidado para desenredar su jean de mi cadena y me aparté lo suficiente dándole su espacio, y justo a tiempo, pues la casera apareció con el botiquín, así que seguí haciéndome cargo de la situación en lo que ella iba a la cocina a prepararle a Sonja algo de comer, pero al salir la mujer, nos topamos con otro inconveniente que nos dejó en un momento muy incómodo, ya que Sonja debió retirarse el jean con mi ayuda para evitar la presión en su pierna y aun cuando se cubría con una sábana, me era inevitable no recordar su ropa íntima enredada en mi mano. En aras de no empeorar la situación entre nosotros, opté por atenderla en silencio recordando su perfume a flores, el cual me acompañó en todo el camino consiguiendo que me olvidase de mi propio dolor por las heridas en mi espalda, permaneciendo aún tan delicado aroma en el aire mientras la atendía, brindándome una tranquilidad que me permitió enfocarme y más cuando examiné su pierna asegurándome de que no hubiese heridas más graves, por suerte no fue el caso, pero sí debía pasar unos días en reposo hasta desinflamarse la herida, siendo evidente que esto la dejaría frustrada. —Solo serán unos días, que bien debería aprovechar para descansar —comenté calmo mientras dejaba la compresa sobre su muslo. —Usted no entiende, padre, cada día que pasa es un día que pierdo y… —Y créame que la comprendo bien —intervine benevolente—, pero no hará nada estando indispuesta o podría agravar su situación llegando a perder más días. Usted escoge. El silencio volvió y ella resopló ofuscada con la mirada esquiva recordándome a Edén cuando hace lo mismo, aunque fue al ponerle una pomada para la inflamación lo que me hizo pensar en las veces que quise ayudar a la pequeña, sobre todo en la iglesia cuando tropezó derramando el vino. De pronto, algo indescriptible se desprendió en mí al deslizar mis dedos en la delicada piel, la imagen de esa pequeña se apoderaba más de mi cabeza; siendo su sonrisa y los resoplidos ofuscados lo que me daba una calidez celestial imposible de ignorar… ¿Será que algún día podré atender una herida suya de la misma forma en que hago con Sonja? —Jamás conocí a alguien que fuese tan delicado —levanté la mirada conectando con esos misteriosos cristales que brillaban con los rayos del sol—. ¿En quién pensaba? —cuestionó curiosa confundiéndome. —¿Disculpe? —Es evidente que pensaba en alguien especial. Sus ojos brillan de una forma muy bonita, como dos estrellas —parpadeé saliendo del trance y comencé a vendarla. —Disculpe, no quería incomodarla. —No lo hizo, de hecho, hace mucho no me sentía tan querida y protegida por alguien —cubrí por completo sus piernas una vez asegurada la venda y revisé la pequeña raspadura que tenía en su mejilla—. ¿Quedará marca? —No, es superficial y en unos días no tendrá nada. —Gracias, padre, hoy ha sido mi héroe en más de una ocasión. Pude notar que en ese instante ella quiso hacer un movimiento más atrevido, no sabía si quería abrazarme o dejar un beso en mi mejilla, pero en vez de eso, acunó mi mano que yacía todavía en su rostro y la separó besando el dorso, aunque esto me confundió pues no solo parecía un acto inocente, sino que ella guardaba la misma picardía que tenía Edén en su mirar. —Será mejor que descanse, Sonja, la llamaré mañana para saber cómo sigue —ella asintió sonriéndome dulce. —Gracias otra vez y disculpe haberle causado tantos inconvenientes, solo espero que podamos ser buenos amigos —tan delicado susurro de sus labios; comprimió mi pecho entre lo prohibido y lo acogedor. —Será un placer para mí, solo tenga cuidado por dónde camina de ahora en más. —Lo tendré, padre, muchas gracias —en ese momento quise levantarme, pero ella siguió aferrada de mi mano sin perderme de vista. —¿Está bien? ¿Necesita algo más? —Sé que es un atrevimiento de mi parte, ¿pero podría quedarse conmigo un poco más? No sé por qué, pero me siento más segura con usted —apenas me limité a asentir. No pude evitar recordar con nostalgia las veces que me han dicho eso, pues resulta irónico que la gente se sienta a salvo con un monstruo como yo y, aun así, ella no me detallaba de la misma forma en que lo habían hecho esas personas, sino que lo hacía con una inmensa calma la cual solo he visto en un hombre, mi maestro y salvador. —¿Lo molesto con mi presencia? —su pregunta me desconcertó un poco. —No, claro que no, ¿por qué? —No ha dicho nada y ya no parece tan feliz. —Son solo recuerdos que vinieron atrevidamente, pero nada tienen que ver con usted —acarició comprensiva mi mano compartiéndome su alegría. —Entonces cuénteme un recuerdo feliz —¿por qué siento que ya pasé por esto…? —. Si algo aprendí de la separación con mi hermana, es que los buenos recuerdos nos brindan esperanza y devuelven la alegría. —¿La feligresa le enseñará al predicador? —una cómplice risa emergió en ambos. —Solo es una charla entre amigos. ¿Qué misterio ocultaban esos cristales y más cuando repasaban a detalle cada parte de mi faz? ¿Por qué me reconfortaba su presencia, su perfume y el delicado tacto de sus manos que se negaban a soltar la mía?… ¿Por qué ella me recordaba la señal de Dios?
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