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Edén en el pecado

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intro-logo
Blurb

Enrique ha sido un fervoroso sirviente de la iglesia desde el primer día entregándole una absoluta lealtad a su maestro y salvador, el padre Claude Laval-Scieri, el único que conoce por completo su vida y sus sombras. Sin embargo, al verse afectada su labor a causa de su tormentoso pecado, Claude enviará a Enrique a su tierra natal obligándolo a afrontar esto de raíz, sin ellos saber que el destino le tiene algo muy especial preparado.

Personas que creyó dejar atrás volverán con oscuros deseos, pero su mayor amenaza, será una niña que se convertirá en su jueza definiendo si le otorgará el perdón o la condena infernal cuando él caiga en su peor pecado y por el cual ha huido siempre, la p*******a.

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1. DESEO DEL CORAZÓN
Nota: Les recuerdo que habrá una temática más sensible en esta novela que será tocada con mayor profundidad a medida que avancemos, por lo que pido discreción si es tu primera vez en mis historias y ante todo, mantener la mente abierta, pero si has leído: Entre copas con la luna, ya debes tener buen aguante. Un abrazo y bienvenida(o)s al libro 3 de la saga Pecado. ---------- Milot, Albania Edén Ruso Me gusta acostarme en la grama cuando hace mucho viento, la hierba es fría, el viento en primavera es cálido, se siento bonito porque es como un abrazo, pero me gusta mucho más porque mamá dice que en el viento siento los brazos de mi padre, a él no lo pude conocer y hasta ahora sigo deseándolo, aunque ella dice que eso nunca ocurrirá porque él está en el cielo con Dios y desde allá ellos me cuidan, por eso en el viento puedo sentir sus brazos, unos grandes y fuertes que me protegen de todo el mal que pone nerviosa a mamá. En las noches oro a Dios para que ella no tenga miedo, no me gusta cuando está tan nerviosa porque me hace volver más temprano a casa y no me deja salir después. Le he preguntado muchas veces a qué le tiene miedo, pero nunca me contesta, solo se queda viéndome triste y se encierra en su cuarto o el baño a llorar. Mis días favoritos son cuando ella sonríe mucho porque salimos a jugar, es muy divertida y nos llevamos una canasta con nuestras cosas favoritas para comer, ella dice que al prepararlas juntas son las más ricas. —¡Hija! La escucho a lo lejos llamándome, pero no quiero levantarme, quiero seguir sintiendo el frío de la grama en mis manos mientras papá me sigue abrazando en cada brisa que pasa. A veces, cuando escucho a los padres reír con sus hijos, imagino cómo será su voz, su risa y una lágrima sale porque quiero escucharlo decir mi nombre, quiero que él me llame a lo lejos como mamá. Tal vez así quiera levantarme, pero al no querer irme todavía a casa, me quedaría acostada un poquito más hasta que su enorme sombra cubra el sol y yo abra los ojos encontrándolo frente a mí con la sonrisa más grande de todas, entonces él se acostaría conmigo viendo el bonito cielo sobre nosotros… así no estaríamos separados, así no estaría con Dios, sino que él se quedaría en la grama conmigo y serían sus brazos los que me abrazarían y no el viento… —Hija, debemos irnos ya, se hace tarde —abro lo ojos viendo una nube pasar, me siento triste y un poquito sola porque hoy es otro día que él no vino por mí. —Mamá, ¿por qué no viene papá? —ella suspira, no le gusta que hable de él. —Ya hemos hablado de esto muchas veces. —Lo sé, pero no quiero que esté en el cielo. ¿Dios no lo puede dejar venir conmigo? Solo será un ratico. —¿Solo un ratico? —ella coloca su mano en la cintura mirándome como si supiera que no es un ratico, ya que mis raticos no son un ratico—. Amor, debemos irnos ya. Esta vez soy yo la que suspira porque no me gusta que me ignore, así que me levanto y nos vamos a casa hablando de la escuela, pronto entraré a primero y no podré ir con ella al trabajo todo el día. —Hija…, hay algo que necesito decirte… —esa es otra cosa que no me gusta de ella, cada vez que lo dice es para darme una mala noticia. —¿Qué? —Ya no irás a la escuela que escogiste, me salió otro trabajo y nos iremos de aquí mañana. —¿Por qué? —Porque es mejor, hija, pero a donde iremos harás amigos, te gustará mucho la ciudad y encontraremos otra escuela muy bonita para ti —ella abre la puerta y veo todas nuestras cosas en muchas cajas. Esta vez no dije nada, solo fui a mi cuarto a llorar porque ella me dijo que nos quedaríamos aquí y no nos iríamos otra vez, pero otra vez mintió… Quizás si mi papá estuviera aquí no tendríamos que irnos… —¿Hija? —ella toca la puerta y entra con un pastel pequeño—. Sé que no quieres irte y sé que dije que sería la última vez, pero te prometo que esta será la última, ya nos quedaremos allá del todo. —Prometiste eso antes de venir aquí —me cubrí con la sábana para que no me viera llorar. —Hija… —¡No quiero nada! —Amor, es tu cumpleaños, no quiero que estemos peleadas —si no digo nada quizás se vaya—… ¿Hija? ¿No quieres al menos apagar las velas? —¡No! —Recuerda que es tu cumpleaños y puedes pedir el deseo que quieras. Un deseo… Me quité la sábana sentándome, ella sonreía creyendo que estaba bien, pero no es así, no me siento bien, no estoy feliz y no quiero irme. —¿Puedo pedir a las velas lo que quiera? —Lo que tú quieras. Cierro mis ojos pensando en el deseo de siempre, no más mudanzas, pero justo cuando los iba a abrir para pedirlo, la ventana se abrió golpeando con la pared y las cortinas se movieron mucho, por suerte mamá evitó que se apagaran las velas, pero cuando fue a cerrar las ventanas me quedé pensando en el deseo cambiándolo por otro, uno mucho mejor y si es verdad que a Dios le llegan los deseos de los niños en su cumpleaños entonces tendrá que cumplir mi deseo, él me tiene que cumplir o… o… —Ahora sí, pide tu deseo —dijo ella al volver acercando de nuevo las velas y cerré los ojos con todas mis fuerzas. Dios, este deseo no te lo pido con amor porque todos los ignoras, nunca me has cumplido un deseo de cumpleaños, tampoco los de 11:11 ni los deseos que te he pedido en navidad. Este deseo me lo tienes que cumplir o no volveré a ser una niña buena y tampoco creeré otra vez en ti, así que mi deseo es que traigas a mi padre, lo quiero conmigo, pero no un ratico, sino todos los días y todas las noches… —¿Lista? —Sí. —Concéntrate en tu deseo y sopla las velas —me concentré en mi deseo y tomé mucho aire apagando las velas sin dejar ni una prendida. Él tiene que enviarme a mi padre, tiene que hacerlo, tengo que conocerlo… (…) Oradea, Rumanía – Un mes después Enrique Toledo Hace solo unas horas Claude nos había notificado del traslado a Oskar y a mí y ahora nos encontrábamos a punto de aterrizar, no pude seguir durmiendo, mucho menos porque el sueño es algo que carece por completo en mí al saber que he vuelto a esta tierra y con ella, los recuerdos comienzan a bullir desde lo más profundo de mi mente resurgiendo la imagen del hombre que fui hace ya tantos años, un hombre que no quise ser, un hombre que reflejó lo peor en mí hasta que un día eso cambio… el mismo día que estuve a punto de cometer el mayor error de mi vida hasta que la salvación se apareció ante mí vestido con una sotana. Por desgracia pisar de nuevo Rumanía me petrificaba, prácticamente veía, actuaba… casi se podría decir que vivía en automático, me dolía el pecho, la culpa se apoderaba poco a poco de mi espíritu y creo que de no ser porque Oskar estaba conmigo, quizás habría saltado del avión en vez de descender a pie de plomo esperando lo peor desde cualquier parte, como si esa misma sombra del pasado reviviese con mi llegada quedándose al acecho. —¿Padre? —no me sorprendía su preocupación y menos al quedarme estático frente a las puertas de salida—. ¿Desea que busquemos un lugar en dónde sentarnos? —negué silencioso. —Solo llévame lo antes posible, no soporto estar en las calles. —Sí, padre. De nuevo me dejé arrastrar por él sintiendo el cuerpo cada vez más débil, mi espíritu parecía convertirse en el metal más pesado del planeta, pero así como se transformaba en este, al mismo tiempo se oxidaba en conjunto con mi alma. Con dificultad pude adentrarme al lugar una vez llegamos encerrándome en mi habitación sin querer comer, tampoco quise hablar con Oskar, mucho menos con Claude, igual estaba seguro de que aun cuando él estaba furioso conmigo, me daría un día como mínimo para asimilar esta nueva vida que estaba a punto de iniciar al volver a la ciudad que me vio nacer, la ciudad que conoció mis penurias y el lado más ruin que tanto he querido borrar, una ciudad de la que un día dije no quería volver nunca más, pero aquí estoy, doce años después…

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