Enrique
No lo negaré, los primeros días fueron bastante difíciles, quería estar todo el tiempo encerrado en el gimnasio y en la iglesia, pero al menos en este tiempo Oskar se aseguró de ocupar mi cabeza con el trabajo, un buen entrenamiento, hablándome de la zona ya que él solía recorrerla y me explicaba en dónde conseguir lo que necesitaba, qué locales había…, en fin, lo que sea que fuese útil para mí y me ayudara a avanzar. Asimismo, el trabajo se hizo bastante pesado al enviarme Claude un pénsum ya que impartiría clases en el Instituto Greco-católico que estaba a la vuelta de la Catedral St. Nicholas, que es una de las tres iglesias que hay en la Plaza de la unión la cual es bastante concurrida y más por sus restaurantes y bares.
No comprendo bien por qué me envió aquí, pero sé que no fue al azar y más adelante lo sabré, así que por ahora sigo dictando las cátedras y también hago lo posible para organizar los eventos como bautizos, primeras comuniones y la confirmación, siendo los dos últimos los más difíciles de hacer para mí. A pesar de todo doy la mejor actitud, intento enfocarme en lo positivo como tanto me repite Oskar y evito tener tiempo libre, siendo este ocupado por las horas de sueño o ejercicio llegando a ser conocidos en el gimnasio al cual nos inscribimos hace un mes, con el dueño y la recepcionista congeniamos muy bien, así que sí, debo reconocer que las cosas han ido mejorando con el pasar de los días.
—Buenos días, padre, ¿listo para otra rutina? —saludó Dacia (la recepcionista) con su entusiasmo habitual.
—Buen día, hija, sí, estoy listo, pero por ahora dejaré mi morral y volveré en unos minutos.
—¿Nos abandona antes de tiempo?
—No exactamente, pero sí necesito un corte, este domingo hay bautizos y quiero estar presentable.
—Entonces sí es importante, igual no se preocupe que lo dejaré en el casillero de siempre.
—Gracias, hija, por cierto, Oskar partirá mañana, y si quieren, sería un placer que nos acompañen esta noche en la cena.
—¡¿Por qué se va otra vez?! ¿Tan mal lo tratamos? —reí negando con mi cabeza.
Desde la primera vez que vinimos Dacia quedó flechada por él, nunca desaprovecha la oportunidad para darle algún cumplido e incluso lo ha invitado a salir, pero como es habitual, él la rechaza con delicadeza al mantenerse firme en sus votos y ella le dice que no perderá la esperanza de conseguir mínimo una cita.
—Nadie lo ha tratado mal, es solo que tiene deberes y se irá al menos una semana, quizás un poco más, ya veremos.
—¡No me asuste así, padre! —chilló preocupada incrementando mi risa— Usted sabe cuánto me encanta y no me gustaría que se fuera del todo.
—Ay, hija, Oskar no dejará su oficio por una mujer, créeme, no eres la primera que se enamora de él.
—Pero quizás sea la primera que lo conquiste, eso no lo sabremos hasta no seguir luchando.
—Eso me encanta de ti, no pierdes el entusiasmo con nada —le entregué mi morral revisando a mi alrededor.
—¿Todavía con delirios de persecución?
—Sé que parezco un loco, pero no puedo dejar de sentirme observado desde hace un tiempo.
—Padre, usted sabe que desde el primer día los dos han llamado muchísimo la atención y no solo por el increíble físico que tiene cada uno, sino porque ambos son sacerdotes.
—Lo sé, pero no es eso… es… difícil de explicar.
—Ya no se preocupe más por eso que nosotros seguimos al pendiente de ustedes.
—Gracias, hija.
Estas semanas me he estado sintiendo observado a la distancia, pero por mucho que intente saber de dónde proviene esta sensación, no encuentro nada extraño o a algún conocido de mi vieja vida, solo espero que sea una tontería o una exageración de mi parte como dice Dacia.
(…)
Edén
En dos semanas aprendí mucho de mi papá gracias a Mina, que me ayudó a trazar mi plan llamándolo “Cazar a papá” y siempre que mamá viene a trabajar, yo me escapo en las mañanas cuando está más ocupada y voy al gimnasio, ya conozco la ruta porque está cerquita y Mina me presta su móvil para llamarme si mamá se da cuenta que no estoy.
Al comienzo no podía llegar a la misma hora que él, pero esta semana supe a qué hora va y casi siempre lo acompaña otro señor que es más joven y muy musculoso, como le gusta a Mina, sé que se llama Oskar porque la señora de la recepción habla mucho de él, creo que también le gusta, pero escuché que no quiere salir con ella, seguro sus postres no son tan ricos como los de Mina y por eso no salen.
También, con la cámara que me regaló mi mamá en navidad, pude tomar muchas fotos de Oskar y mi papá de lejitos, el dueño del gimnasio a veces sale y habla conmigo, pero no le digo nada porque quiero entrar, solo que él no me deja porque dice que es peligroso para los niños, así que me quedo afuera esperando verlo y tomo algunas fotos. Quise hablar muchas veces con mi papá, pero nunca sabía qué decirle o cómo presentarme para no asustarlo, Mina dijo que la primera impresión es importante y él debe tener la mejor de mí, por eso planeo una forma de encontrarme con él.
Estuve pensando muchas ideas en mi casa, en el restaurante y también con Mina, pero ninguna me gustaba, quiero que sea muy especial y que él no me olvide nunca, quiero que se alegre mucho y me dé esa sonrisa grande y bonita que tiene y me abrace mucho muy fuerte con sus enormes brazos, pero tampoco podía soportar mucho más estar lejos de él, así que hoy me puse el vestido más bonito de todos y le dije a mi mami que me hiciera el peinado más bonito, lo dejó todo suelto y me hizo una corona de trencita atrás con unos crespitos en las puntas, en el restaurante, cuando Mina me vio, me colocó un poquito de su labial rosado, dijo que sería suavecito porque todavía estaba muy niña, pero así me vería más bonita.
—¿Estás lista?
—Sí, ¿segura distraerás a mamá? Necesito mucho tiempo con él.
—¿Te he fallado estas semanas? —negué con mi cabeza—, entonces no lo dudes, solo acuérdate de traerme más fotos de su amigo, o quizá sea su hermano, así sería mi novio y yo sería tu tía.
No había pensado en eso, pero tiene razón, de pronto es mi tío y por eso están juntos mucho tiempo, pero sea como sea, hoy tengo que encontrarme con él.
Tuve que esperar mucho tiempo porque hoy casi no llegaron clientes, estaba desesperada y quería correr al gimnasio, entonces recordé la promoción que sacaban ese día en el restaurante y salí gritándoles a todos de esto, quizás así podían entrar las personas y ocupar a mi mamá.
Algunos lo hicieron, otros no y otros me sonreían al pasar, pero hacía lo posible por hacerlos entrar, entonces, cuando menos creí, mi papá apareció, vestía su ropa de gimnasio como siempre y al otro lado de la calle iba pasando un grupo de turistas, ya sabía identificarlos gracias a Mina, entonces se me ocurrió una idea ya que no podía hablarle a mi papá con mamá cerca.
—¡Entren! ¡Vengan! ¡Tenemos promociones en desayunos y almuerzos y los postres más ricos hechos por Mina! ¡Rápido que sus postres se acaban! —grité fuerte y di muchos brincos para que el grupo me viera.
Por suerte me escucharon y pasaron la calle preguntándome muchas cosas, les dije que debían entrar a probar los postres de Mina y vi cómo mi papá caminó detrás de ellos, me vio y me dio una sonrisa, pero no era grande como siempre, parecía un poquito triste. ¿Qué le pasará?
Vi que fue con el señor Costel, pero cuando quise ir, mi mamá me ordenó entrar de inmediato y me quedé cerca de la ventana esperando a que él saliera, pero cuando al fin lo hizo y pasó por el restaurante, mi mamá me llamó muchas veces para que fuera a la mesa y no molestara a nadie, aunque me quedé un ratico más y saludé con la mano a mi papá, él hizo lo mismo, pero seguía un poquito triste, de pronto porque no habíamos podido hablar y sabía que mamá no me dejaría.
—Mina, ayúdame, yo traje los clientes, déjame ir al gimnasio —supliqué desesperada.
—Eso quiero, Edén, pero tú mamá está hoy de los mil demonios y ya no sé qué hacer.
—¡Mina!
—Lo siento, pero tendrá que ser otro día.
Es cierto que mamá se levantó muy mal humor hoy, pero no quería esperar más, llevo muchos años haciéndolo y esta oportunidad no me la quitará nadie, así tenga que correr como loca por él, lo veré.
—Mina, tú eres muy inteligente y algo se te ocurrirá, y si me ayudas hoy a distraer a mi mamá, entraré al gimnasio, iré a las duchas y le tomaré una foto a Oskar.
—¡¿Lo harás?! —preguntó emocionada, pero enseguida hizo chiquitos sus ojos— No te creo, no te dejarán entrar.
—Una vez lo hice sin que se dieran cuenta y encontré a mi papá con su amigo Oskar en el baño, tenían solo la toalla en su cintura, así vi los tatuajes que tenían los dos en los brazos y la espalda… ¿Y sabes qué más? —pregunté bajito haciendo mis ojos chiquitos como ella y Mina negó—, vi que Oskar tenía otro tatuaje en una parte del cuerpo que te gusta mucho —ella abrió mucho muy grande sus ojos y movió rápido sus manos para que me acercara.
—Exijo que me digas en dónde está y de qué era el tatuaje, Edén Ruso.
—¿Te lo digo o te traigo una foto?, aunque para eso tendrás que dejarme ir —enseguida chilló emocionada mordiendo el bolígrafo sin saber qué hacer, pero yo sabía que eso le gustaba mucho a ella—. ¿Trato?
—¡Niña tramposa! Está bien, te dejaré ir así tu madre me grite todo el día, pero debes traerme muchas fotos de ese tatuaje.
—¡Hecho!
Ella salió del restaurante con una bandeja pequeña y una bolsa donde guardó dos de sus mejores postres, esperé para saber qué haría y cuando se acercaron unas personas me hizo una señal para que saliera.
—Ve ahora, pero antes de volver quiero que pases a la tienda y compres lo que me gusta, si tu mamá pregunta, yo te mandé —dijo entregándome el dinero—, y dale esto a Oskar de mi parte, el otro es para tu papá.
—¿Puedo decirle que es de mi parte? Luego te lo pagaré.
—Ya lo hiciste al traer los clientes, ahora ve.
Hoy es el día, hoy por fin lo abrazaré como siempre quise…