3. ¡ES ÉL!

1890 Words
Edén —¡Edén! —¡Mina! —corrí hasta la puerta donde ella me recibió en un fuerte abrazo y saludó a mamá—. ¡Mina, Mina, mamá me dijo cómo es mi papá! —¿En serio? —¡Sí! —me llevó a la caja registradora para que mamá no me interrumpiera como otras veces y busqué en el cajón la revista de los hombres grandes—. Mira, mi papá es tan fuerte y alto como ellos —señalé a un señor que estaba en la portada. —¿¡Así de fuerte!? —¡¡¡Sí!!! Mamá dijo que era alto, con la piel muy blanca como la nieve, unos brazos y piernas grandotes, pero creo que son más grandes que esos señores porque mi papá es más fuerte. —Me gusta. ¿Y qué más? ¡Cuéntame! —También tenemos el mismo color de ojos y mamá dice que la última vez que lo vio tenía barba y tatuajes. —Creo que me enamoré de tu papá, ojalá yo tuviera un hombre así en mi vida. —Puedes tenerlo, pero no a mi papá porque él es mío —rio feliz acariciando mi cabello. Nos quedamos viendo la revista un ratico hasta enviarme a la mesa a dibujar porque debía trabajar, así que saqué mis colores y mi cuaderno para hacer un dibujo de mi papá ahora que sabía cómo era, todavía quería la foto, pero no importa, si Dios me envía a mi papá le tomaré muchas fotos, así nunca se me olvidará cómo es y las ocultaré bien para que mamá no pueda botarlas, porque sé que lo haría. Cuando eran las siete de la mañana, llegó mamá con unas galletas a la mesa, el lugar estaba muy lleno y casi no había pasado a hablarme, así que fui con Mina para saber si podía ayudar y ella me pidió que contara unas monedas, así aprendí a sumar, a restar y también me está enseñando la tabla del dos y del tres. —Creo que deberíamos empezar con la tabla del cuatro y del cinco, ¿te gustaría? —preguntó ella dándome unas gomitas. —Sí. Una señora se acercó a pagar y Mina se ocupó, entonces un carro hizo mucho ruido afuera y cuando salieron unas personas del restaurante, los pelitos de mis brazos se pararon al ver a un hombre parecido a mi papá, caminaba muy rápido e intenté ir con él, pero Mina me detuvo del brazo. —¿A dónde vas con tanta prisa? —¡Vi a mi papá! —¿Qué? Eso es imposible, Edén, él está… —¡Te digo que lo vi, déjame ir! —Pero, Edén… —Por favor, Mina —ella me acompañó a la entrada sin salir y le señalé al señor que entró a la barbería del señor Costel. —¿Estás segura de que ese es tu papá? Porque tu mamá dijo que él había fallecido. —¡Créeme, ese es mi papá y está vivo, pero tengo que ir a verlo! —No puedo dejarte salir. —Mina, está con el señor Costel, solo no le digas a mamá, voy y vuelvo. —¿Lo prometes? —asentí rápido—. Está bien, pero no tardes o nos meteremos en problemas. Corrí muy rápido cuando ella me dio la señal para que mi mamá no me viera y llegué a la barbería viendo al señor, era como dijo mamá, muy alto, piel muy blanca y con músculos muy grandes, tenía una camiseta blanca que dejaba ver un tatuaje en su brazo, una sudadera verde y tenis bonitos, pero no podía verle la cara porque había otro señor, así que me moví junto a la puerta y pude ver que tenía los ojos del mismo color a los míos, una sonrisa grande, sus manos también eran grandes y tenía barba, pero lo raro que tuviera el cabello blanco y no como el mío, pero no importa, es mi papá y de eso estoy segura. —Dios cumplió mi deseo… es él… —dije bajito. Quise entrar a saludarlo, pero muchas personas pasaban a mi lado alejándome de la puerta y él salió de la barbería. —¡Papá! ¡Papá! Lo llamé varias veces, pero no me escuchaba porque las personas hablaban muy fuerte y tomaban fotos al parque. Un carro llegó y papá se subió, corrí intentando detenerlo, pero tropecé con un señor que me hizo caer al suelo. —¡¿Qué te pasa?! ¡Fíjate por dónde vas! —Lo siento, señor. —Ya no les enseñan a los niños a respetar a sus mayores —él me veía muy feo y me daba mucho miedo, tenía un abrigo grande verde y un lunar rojo en su cuello. —Lo siento. —¡Edén! ¿Estás bien, niña? —el señor Costel salió y me ayudó a levantarme, —¿Usted es el padre de esta niñita? —¡No! —dijimos el señor Costel y yo, aunque él estaba preocupado, pero yo tenía miedo. —Disculpe si lo molestó, señor, fue sin intención alguna. Edén, entra a la barbería —así hice, pero quería que mi papá me salvara de ese señor malo. En un ratico él volvió y el señor malo se fue refunfuñando—. Niña, ¿estás bien?, ¿te hizo algo malo? —No… Señor Costel, ¿quién era el señor que estaba con usted hace un ratico? —No sé quién era ese hombre, pero al menos no te hizo nada. —¡No!, hablo del señor musculoso. —¡Ah! —rio divertido quitándome un poquito el miedo—, ese era el nuevo sacerdote de la Catedral St. Nicholas, suele entrenar en el gimnasio que está al otro lado de la calle y viene aquí por un corte. —¿Sacerdote? —Sí, niña, sí, él es el padre de una de las iglesias en la plaza principal. —¿¡Él es mi padre!? —pregunté emocionada de un brinco haciéndolo reír. —¡Claro que sí! y siempre que necesites una voz de aliento, él te escuchará, es muy bueno, llegó hace dos semanas y ya se ha ganado la empatía de muchos… Dios nos bendijo con su llegada… Lo sabía ¡Lo sabía! ¡Es él! ¡Es mi papá! —¡Señor Costel, dígame su nombre por favor, por favor! —Tranquila, tranquila, recuerda que no debes brincar en sitios cerrados —detuve mis brincos, pero no mi felicidad—. Su nombre es Enrique Toledo, padre Enrique Toledo —Enrique… mi padre se llama Enrique… —Así es, ahora vuelve al restaurante con tu mamá, no quiero que vuelvas a tropezar con ese sujeto, no me da buena espina. No, mejor te acompaño. A veces creo que el señor Costel dice muchas cosas enredadas porque está viejito, pero es un señor bueno y fue de los primeros que conocí cuando nos mudamos porque siempre pide un café y un postrecito en la tarde, dice que es un “pecadito” que disfruta a escondidas de su esposa para que no lo regañe. Convencí al señor Costel de ir al restaurante sola para que mamá no se diera cuenta, si ella sabía que mi papá estaba vivo o si me encontraba afuera sin permiso me regañaría mucho y quizás quiera huir otra vez, o no escondería tantas cosas de él, por suerte Mina estaba al pendiente de mi llegada y me dio una señal para entrar, así que me escabullí entre las mesas y cogí unos platos sucios llevándolos a la cocina, así mamá no diría nada. —Edén, Edén, ¿qué pasó? —preguntó Mina muy bajito y corrí hacia ella. —¡Era mi papá, Mina, yo tenía razón, Dios lo envió para mí, cumplió mi deseo! —¿Estás segura? —¡Sí! Lo vi cerquita, pero no pude hablarle porque unas personas no me dejaron y un señor malo me regañó. —¿Cómo que señor malo? ¿Qué te pasó? —¡Shhh! Bajito o mamá se dará cuenta. Era un señor malo que me regañó porque tropecé con él, me disculpé dos veces, pero no le importó y el señor Costel me salvó. —Menos mal, ¿y qué pasó con tu papá? Debes decírselo a Carmen. —¡¡NO!! —todos se quedaron viendo y me escondí—, no le digas a mi mamá o nos mudaremos otra vez y no conoceré a mi papá. —Pero, Edén, es tu mamá, tiene derecho a saber. —No le digas nada, Mina, mejor ayúdame a encontrarme con él, va al gimnasio grande, el señor Costel me dijo y también sé que se llama Enrique. —¿Enrique? Es bonito, ¿y es tan musculoso como dijiste? —ahí está esa risa, a Mina le encanta los hombres, no sé por qué, pero le gusta que tengan mucho músculo. —Mi papá tiene más que esos señores de la revista y es más bonito, tenemos los ojos del mismo color, pero tiene el cabello blanco y no como el mío, no sé por qué. —Eso es lo de menos, es parte del encanto, ¿pero es tan viejo como el señor Costel? —No, es más joven que él y se le arruga un poquito a un lado de los ojos cuando sonríe, igual que a mamá. Mina se quedó pensando mientras movía el bolígrafo en su mano, esperó a que mamá pasara con un pedido y me sentó junto a ella. —Está bien, si dices que es tu papá entonces te ayudaré a encontrarte con él. —¡¿De verdad?! ¡¿Cómo?! —colocó un dedo en su boca para que hablara bajito—. Lo siento. ¿Cómo? —Dices que va al gimnasio, ¿no es así? Entonces debemos distraer a tu mamá, esta época es la mejor porque los turistas vienen más, así que entregarás unos volantes en la puerta y le diré que yo te cuidaré, así tú irás al gimnasio y hablarás con él. —¡Gracias, Mina, eres la mejor! —Tranquila, solo prométeme que me lo presentarás después. —¡No te daré a mi papá, es mío! —grité bajito. —No, tontita, necesito conocerlo porque no sé quién es él y el día que le digas a tu mamá ella sabrá que te dejé ir, así que al menos debo cerciorarme de que sea un buen hombre. —Está bien, pero no olvides que es mío, no tuyo, busca tu señor musculoso en otra parte. —¿Y por qué no buscas uno para mí en el gimnasio? Di que estoy dispuesta a regalar mis ricos postres —dijo feliz moviendo los hombros. —Está bien, te buscaré uno, tal vez mi papá conozca a muchos, pero recuerda que no le dirás nada a mi mamá hasta que te diga. ¿Promesa de meñique? —Promesa de meñique —los enlazamos y la abracé muy feliz. No sé cómo, pero debo escapar del restaurante para conocer a mi papá como sea, así tenga que cazarlo como hace Mina con sus novios, volveré a estar con él y nadie me lo quitará.
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