Enrique
Los gritos…
—Padre…
Los disparos…
—Padre…
Los niños corriendo en el parque…
—¡Padre!
Jamás pedí esto, jamás quise esto… Odio ser un monstruo…
—¡PADRE!
Desperté agitado sin poder recordar con claridad la pesadilla que tenía, era una extraña mezcla entre mi pasado y mis terrores nocturnos, pero lo que más me desconcertó fue la cara de Oskar y unas manchas de sangre en sus manos.
—H-Hijo…, ¿qué te pasó?
—Es usted, padre, se lastimó mientras dormía y gritaba horrorizado, intenté detenerlo, pero más forcejeaba y debí usar la fuerza, discúlpeme.
En verdad se notaba arrepentido, pero no fue sino hasta verme en el espejo que comprendí a qué se refería, pues unos hilos de sangre se desprendían de mi boca… ¿Tan sumergido estaba en mis tormentos que no pude sentir el golpe, el dolor o siquiera el sabor a sangre?
En silencio me dejé atender por él quien seguía mortificado y para desgracia su pena era la mía.
—Hijo, sé que haces esto con la mejor intención y te lo agradezco de todo corazón, pero quizás deberías volver a Francia con tu familia.
—No puedo dejarlo aquí solo y menos en este lugar.
—Igual deberás hacerlo, Claude advirtió que no tendría niñera todo el tiempo. ¿Recuerdas? —aunque intenté bromear con el tema, su penuria aumentó llamando mi atención—. ¿Qué ocurre?
—Hace poco recibí una llamada del padre Claude y ya me envió el itinerario de este mes, pero…
—¿Qué? —insistí al dudar en continuar.
—Padre, él me ordenó quedarme con usted las dos primeras semanas, después estaría una semana solo y en la última variaría, aunque…
—No te dijo de qué forma lo haría… —completé con cierta pesadez, a lo que él afirmó.
—Discúlpeme, intenté explicarle su situación y más considerando lo mucho que lo afectó la muerte del padre Monteiro, pero él lo omitió por completo.
No pude evitar sentir culpa al retenerlo en este lugar cuando sé que él preferiría estar en Francia apoyando a su hermano, quien también carga con una pérdida bastante fuerte.
—Oskar, no pienses que menosprecio tu ayuda ni mucho menos tu compañía, por el contrario, te estaré siempre agradecido, pero quizás debas volver a casa.
—P-Padre…
—Sé que eres un hombre de buen corazón y quisiste apoyarme en este momento tan difícil para mí, pero no quiero que cambies tus planes por venir a este lugar cuando es mi prisión, no la tuya.
—No, padre, no pienso dejarlo solo, no hasta que me cerciore de que en verdad estará bien sin mí o cualquier otra persona.
—No será fácil, pero tampoco soy un niño, así que…
—No —cortó tajante—, sé que quiere lo mejor para mí de la misma forma en que yo quiero lo mejor para usted, pero si quiere que esto funcione y yo vuelva con mi familia, entonces ponga de su parte para encontrar la mejor forma de liberarse de sus culpas.
—Es fácil decirlo con esa determinación que tienes, pero hacerlo…
—¿Y hace doce o veinte años creyó que estaría en este lugar siendo este hombre? —no tuve una respuesta—. Solo mírese, es un ser humano increíble que ha dado mucho por la comunidad, la iglesia y su mentor, incluso se ha convertido en maestro de muchos pupilos a lo largo de los años y si algo sabemos usted y yo es que el padre Claude no acoge a cualquiera, ni mucho menos daría la confianza que le ha brindado.
No pude evitar reírme por lo bajo al recordar el tiempo que he pasado con Claude, las locuras vividas por culpa de él, los castigos y más importante aún, las enseñanzas.
—Tienes razón, aunque estar aquí no es fácil para mí considerando que dejé una vida al vacío.
—Entonces esta es la oportunidad para ser mejor de lo que es, quizás esto sea lo que debía pasar y es aquí donde debía terminar, o más bien, en donde debe terminar su exilio de la vida —una triste sonrisa se dibujó en mí y palmeé su hombro con cierta penuria.
—Me recuerdas tanto a Joan cuando quería levantar mi ánimo… Que desgracia lo ocurrido…
—Quizás el padre Monteiro no esté aquí en cuerpo como quisiéramos, pero está en nuestros recuerdos y tuvimos la dicha de conocerlo, eso es un gran obsequio por el cual debemos estar agradecidos.
—Lo hago, hijo, cada día desde que llegó a mi vida lo he hecho…
—Padre… —levanté mi rostro sintiéndome más agotado de la vida—, está bien si dice que no, pero si lo desea podemos salir a correr, es de madrugada y no habrá muchos transeúntes a esta hora. ¿Qué dice?
A veces quiero pensar que Joan (de alguna forma desde el más allá) le dijo a Claude que dejara a Oskar a mi lado, pues aun cuando no compartimos ni de cerca el mismo pecado, sí es un joven con un corazón noble, alguien entusiasta y gran defensor de la vida.
Quizás él tenga razón y deba poner más de mi parte en esta posible etapa final de mi exilio.
—Mejor calentemos bien, tal vez nos emocionemos en el camino y terminemos en una carrera.
—¡Sería increíble! —su alegre semblante me dio un poco de esperanza—, si lo desea también podemos ir al gimnasio, mientras usted dormía, estuve dando un paseo por la zona y encontré uno cerca de aquí, sé que le gustará y le ayudará a soltar como siempre esos pensamientos.
—Sí, la verdad sí… Bueno, no se diga más, comencemos con este calvario y aprovechemos que estarás conmigo estas dos semanas.
(…)
Edén
—¡Hija, ya es hora de irnos!
—¡Voy!
Me apresuré en recoger mis colores, el cuaderno y un libro que me regaló una amiga de mi mamá, ella trabaja en el mismo restaurante como cajera, mamá es mesera y yo me quedo en las mesas esperando hasta que termine su turno tarde en la noche, a veces me quedo con una niñera, pero casi no me gusta y prefiero ir al restaurante porque puedo comer muchas cosas ricas, hablar con los clientes y a veces les ayudo a llevar los postres. A mamá nunca le gusta que haga eso, pero todos son felices porque les doy una gran sonrisa y a veces me dan un caramelo o me regalan algo extra.
La verdad sigue sin gustarme que nos mudáramos aquí, pero es bonito en lo poquito que conozco ya que casi no hemos salido, pero hay dos plazas cerca, está el río y todos los días lo cruzamos para ir al trabajo y cuando volvemos a casa. Mamá dice que escogió esa porque estaba cerca de su trabajo y también del que será mi colegio en de unos meses, pero me dijeron que debía estudiar mucho si quería nivelarme, no sé qué es, pero no importa, es divertido el restaurante y me encanta hablar con las personas.
—¿Estás lista?
—¡Sí, mami! —ella asegura la puerta, acomoda mi gorro y nos vamos tomadas de la mano como siempre.
—Hoy estaremos un poco más movidos, así que necesito que te portes bien y no estés caminando por todas partes.
—Pero sabes que me gusta y a las personas no les molesta.
—Quizás a muchas no, pero tal vez a otras sí, por eso no debes ir a todas las mesas —hoy parece feliz, tal vez porque le darán muchas propinas.
Quizás podría preguntarle ahora…
—Mami, ¿puedo preguntarte algo?
—Claro, amor.
—¿Cómo es mi papá? —suspira una vez… suspira dos veces…—. Sé que no quieres contarme, pero si no quieres decirme, dame una foto, debes tener una.
—Lo siento, pero no tengo.
—¿Y cómo es?
—No lo sé, hace mucho no lo veo y ya casi lo olvidé —miente, lo sé porque se rascó el cuello.
—¡Sí te acuerdas, dime!
—¿Por qué insistes en saber de él?
—Porque todos los niños tienen una mamá y un papá, pero yo no tengo papá, tampoco sé cómo es y no quieres darme una foto.
—Ya te dije que no tengo.
—¡Entonces dime! —tres suspiros… Se enojará pronto.
—Si te digo, ¿dejarás de preguntarme por él?
—Quizás.
—Hija…
—Dime, es mi papá y quiero saber cómo es, si no me dices te lo preguntaré todos los días —cuatro suspiros…
Creo que por fin la llevé al límite.
(…)
Carmen
Si alguien me hubiera dicho hace años lo que pasaría en mi vida, quizás me lo habría pensado dos veces, pero al levantarme cada mañana y encontrar esa bella carita frente a mí hace que todo valga la pena. Por desgracia no puedo darle a mi hija lo que se merece, una familia o siquiera un hogar estable, debo moverme mucho y eso le hace imposible tener amigos, lo que me preocupa y más ahora que debería estar en primero de primaria, pero no, mi pasado me golpeó otra vez obligándome a sacarnos de Albania y perdernos en Rumanía.
Detesté su cumpleaños al no poder celebrárselo con sus amigos como tanto me lo había pedido y sé que no es justo, pero es lo mejor para nosotras. Sin embargo, el tema de quién es su padre me ha tenido como loca desde el año pasado cuando unos niños la molestaron por eso, intenté persuadirla, pero al final fueron más fuertes sus palabras y aun cuando ella sabía que su padre estaba muerto, seguía insistiendo en querer saber de él, obtener una fotografía o siquiera el nombre…
Dios, ni siquiera yo sé su nombre, pero algo debía inventar, igual su padre estaba muerto o al menos la figura que creé para ella, aunque no me extrañaría si el verdadero lo estuviera y ojalá sea así, ese sujeto no tiene nada bueno para ofrecerle a una niña que ni siquiera conoce…, una niña que me sigue intimidando al clavarme sus pequeños ojitos rasgados con una intensidad tan profunda como el oscuro color de sus orbes.
—De acuerdo —respondí resignada mirando alrededor en busca de alguien que me dé alguna idea porque tenía la mente en blanco—. Él era…
—¡Sin mentiras!
—No te estoy mintiendo.
—¡Lo ibas a hacer, te rascaste el cuello! —¡rayos! Solo es una niña y a veces parece una adolescente— ¡Dime cómo es él! —gritó enojada al detenerse soltando mi mano.
—Está bien, pero no grites en la calle.
—Dime, quiero saber si es alto y fuerte.
—¿Alto y fuerte? —pregunté confundida al no comprender por qué mencionó esas características.
—Sí, un día dijiste que él era muy alto y te ayudó con muchas cajas, ¿es fuerte?
Por eso detesto que me haga preguntas cuando estoy ocupada, tengo la cabeza con tantas cosas que a veces no logro concentrarme en la pantalla que tengo para ella, pero ya que me dio una idea quizás sea más fácil continuar dándole forma según lo quiera ella.
—S-Sí, es alto y fuerte.
—¿Sus ojos son como los míos?
—Sí, también son oscuros.
—¡¿Y tiene mi color de piel?! —cuestionó emocionada dando un brinco.
—No, ya te dije que tú y yo tenemos el mismo color bronceado.
—¿Y él?
—¿É-Él…? Él es —piensa, Carmen, piensa—… es blanco… Sí, muy blanco.
—¿Es tan fuerte como los señores de la revista que ve Mina? —la miré confundida sin comprender.
—¿La revis…? Ay Dios. ¡Te he dicho que no veas esas cosas!
—¡Tú la viste también, yo te vi! —chilló avergonzándome—. No sé qué tiene de malo, son señores con brazos y piernas grandes que casi no tienen ropa, pero creo que les debe dar mucho frío en invierno, deberían vestirse más —no pude evitar reírme por su inocencia que siempre alegra mi día y hasta mi vida.
—Eres única —dije besando su frente.
—Lo sé, pero dime cómo es él, quiero saber más.
—No lo sé, amor, fue hace muchos años, quizás ya debe estar tan viejito y canoso como Santa.
—¿Es mi papá o mi abuelo? Porque Santa es un anciano —ella es lo mejor que pudo pasarme en la vida a pesar de todo…
—Mejor vamos al trabajo y luego te digo, no quiero llegar tarde.
Por desgracia siguió insistiendo con el tema, pero eso de la revista ya fue exagerado, lo mejor será pedirle a Mina que no saque esas revistas frente a ella, aunque yo podría sacar algunas ideas de estas para darle una imagen concreta sobre su padre ya que tengo por dónde empezar.