7:30 a. m.
Enrique
A lo largo de estas dos semanas volví a sumergirme por completo en mis deberes, aunque mi rutina cambió con Edén después de mi encuentro con Carmen, quien me informó que solo trabajaría en el restaurante un tiempo pues decidió renunciar al bar por unos conflictos que tuvo con los horarios, además que temía pasar otro susto con Edén.
A raíz de esto, solo me encargo de cuidarla en las tardes después de la escuela y en la noche la llevo a su casa, le preparo la cena y espero a que llegue Carmen asegurándome de que ambas estén bien. Sobra decir que esta rutina alegró mucho a la pequeña y aunque le disgustaba no poder dormir en mi casa, su entusiasmo no se apagó ni una vez pues ahora nos tenía a su madre y a mí a su lado.
Respecto a Sonja, desde aquella noche que salimos, la relación entre nosotros se hizo más estrecha y el trato formal que nos pudiese haber quedado desapareció por completo después de contarnos algunas anécdotas que nos dejó en un mar de risas que llamó la atención de todos, por lo que debimos continuar la charla en una agradable caminata hasta su casa con mi corazón agradecido por la amistad que formaba en ambos, una donde me sentía juzgado. Sin embargo, todavía quedaban asuntos pendientes y uno de ellos debía resolverlo de inmediato ahora que Oskar había regresado a la ciudad.
—¡Padre!
—Oskar, hijo —nos abrazamos fraternal en cuanto ingresó a mi oficina—, ¿cómo has estado?
—Bastante preocupado, no había podido comunicarme con usted con tanto trabajo.
—Ya que lo mencionas, es justo de lo que quiero hablarte.
—¿Pasó algo malo en mi ausencia?
—Muchas cosas, pero primero necesito que me respondas con la verdad, Oskar, no importa si Claude no te permite darme los detalles, pero quiero saber si en verdad recién llegas a Oradea o ya llevabas días aquí, o quizás viniste y te fuiste a los días de partir… cuando yo también me fui aquella tarde —solo recordar lo sola que estuvo Edén, me consume la culpa.
—¿Q-Qué…? No entiendo por qué esa pregunta, pero yo llevo semanas sin venir a Rumanía.
—¿No viniste ni una vez?
—No, el padre Claude me lo prohibió, incluso se lo pedí, pero me cargó con más trabajo y recién ahora me desocupo. ¿Por qué me lo pregunta?
No era para menos que mi preocupación terminara en sus hombros, pero igual debí contarle con lujo de detalles lo ocurrido estos días con las tres mujeres sin omitir hecho alguno, dejándolo al final más preocupado que antes.
—No entiendo de dónde sacaría eso ella, quizás porque fui la última persona que vio, pero le juro que no he venido a Oradea en semanas.
—Supongo que entonces sí habrá sido un sueño de Edén por la tristeza y la desesperación.
—Es lo más seguro, ella tiene una gran imaginación y no sería raro, así como este “hombre sol” que parece sacado de un cuento para niños, solo que ella lo adaptó a su manera.
—Sí, quizás solo quería una esperanza en medio de su sufrimiento —comenté afligido viendo su cafetera.
—Es lo más probable, aunque…
—¿Qué ocurre? —pregunté con un mal presentimiento por la tragedia marcada en su faz.
—Me alegra saber que a pesar de todo las cosas parecen haber mejorado, pero no vengo con buenas noticias.
—¿De qué hablas? ¿Claude dio alguna orden?
—Todo lo contrario, padre… —si antes estaba preocupado y confundido, ahora lo estaba más y él se percató de esto.
—No me ocultes nada, Oskar, y explícame qué está pasando.
—La verdad, volví porque me llegó un extraño aviso de que algo no iba bien aquí, un mensaje desconocido donde me advertían que alguien lo estaba vigilando.
—¿A mí? —pregunté extrañado, a lo que él asintió— Pero ¿por qué? ¿Quién?
—No lo sé, pero en cuanto recibí el mensaje, intenté contactarme con el padre Claude y…
—¿Y qué? —una fuerte encrucijada en sus ojos incrementó la horrible sensación en mi pecho y su silencio no me ayudaba para nada—. ¡Habla ya que me tienes con los nervios de punta!
—El padre Claude está desaparecido, nadie sabe de él, ni siquiera el papa Carruzo o el padre Valencia han podido contactarlo.
—Pero eso no es raro en él, sabes que a veces le gusta escabullirse —comenté más como guardando una esperanza, pues me negaba a creer que algo malo le hubiese ocurrido.
—Esto no es una escapada cualquiera, en verdad está desaparecido —la seria preocupación en su faz y palabras me dejaron un vacío en el estómago.
—¿I-Intentaste comunicarte con Hardy, Karu o alguien más del círculo cercano?
—¡Todos los que conozco! —exclamó desesperado—, pero nadie lo ha visto, en los calabozos no han recibido noticias, en los conventos no saben nada, no hay rastro de algún viaje, Karu no ha podido hablar con él y lo peor, es que en todo Roma corre el rumor de que alguien pudo asesinarlo, o quizás lo tengan secuestrado.
—Dios…
—El padre Hardy ha liderado un equipo de búsqueda junto a Karu, pero hasta ahora no hubo suerte y como estaba preocupado por ese mensaje, preferí volver a Oradea de inmediato para saber si estaban bien… sin embargo —Dios, ¿ahora qué? —, el mayor problema es que estamos solos hasta que él aparezca ya que el programa ha sido bloqueado.
—E-Eso es imposible, el programa jamás está bloqueado y…
—La última vez que hablé con él, le escuché decirle al padre Hardy que alguien había ingresado al sistema y ahora corremos el peligro de que todos los secretos salgan a la luz.
Yo creyendo que tenía bastantes problemas aquí y en El Vaticano todo pende de un hilo…
—Debo ir, quizás allá pueda hacer más que acá.
—No, padre, lo mejor es que se quede y yo también lo haré.
—¡¿Cómo puedes pedirme eso si Claude está desaparecido y el sistema hackeado?! ¡Él podría estar corriendo peligro y yo aquí sin hacer nada!
La desesperación ya estaba a punto de llevarme a la locura solo de imaginar mil panoramas dantescos, pues yo sabía a la perfección cuántos enemigos tiene Claude pisándole los talones desde siempre.
—¡Comprendo su preocupación, en verdad lo hago! —voceó Oskar al intervenir mi camino—, pero comprenda que de ser verdad ese mensaje, usted no sería el único en peligro.
—Edén… —Oskar asintió con profunda pena dejándome encadenado en una gran cruzada— ¿Qué hago?
—Deje que Italia se encargue de buscarlo, sé que alguno dará con una pista o su paradero, pero nosotros debemos quedarnos aquí para proteger a Edén, Carmen, Mina y quizás hasta Sonja —una horrible punzada me invadía solo de pensar en que algo pudiese ocurrirles por mi culpa—. Ellas nos necesitan aquí, padre, no podemos abandonarlas.
—De acuerdo, pero tomaremos medidas de precaución y bajo ningún motivo les advertiremos de nada, por ahora intentaré contactarme con Christian para que me mantenga al tanto de Italia.
—Padre, discúlpeme que pregunte esto, pero usted que conoce mejor al padre Claude, ¿cree que en verdad alguien haya podido…?
—No te atrevas a decirlo —advertí entre dientes con la cólera en mis venas—, Claude está bien, lo sé, él no puede morir todavía… No se dejaría de nadie tan fácilmente…
No sabía si esas palabras eran más para él o para darme esperanzas, pero quiero creer en mi maestro y amigo, quiero creer en su bendita palabra que me ha enseñado tantas lecciones de vida, quiero creer que en verdad Claude es un demonio que sobrevive a todo, incluso más de lo que he tenido que presenciar hasta ahora, aquellos hechos que se guardan en secreto de confesión y que me han demostrado cuán invencible es.
(…)
Mediodía
No esperaba recibir tan malas noticias con la llegada de Oskar, pero aun cuando tomamos las medidas de precaución con el sistema e instalamos una alarma en puertas y ventanas en la casa parroquial, todavía debía hablar con Carmen y buscar alguna forma de mantenerlas a salvo en tanto Oskar me ayudaría con la seguridad de Sonja y Mina.
Claro está que no fue fácil ponerle más peso a él, quien ya de por sí estaba preocupado con la desaparición de Claude, no obstante, todavía necesitaba hablar con Carmen sobre el encuentro que tuvimos, conversación que ya habíamos aplazado demasiado porque ninguno se atrevía a dar la cara, siendo Edén la mejor excusa para seguir enterrando el tema y aunque la relación entre nosotros mejoró obteniendo una gran cercanía y confianza, el haberme acostado con ella podría generar demasiados inconvenientes y más porque tuvimos fuertes sentimientos cuando estuvimos juntos, unos que no habían desaparecido en mi caso.