30. PECADO ACUÁTICO I

2057 Words
Edén Estaba muy feliz cuando salí de la escuela porque mi mamá y Mina me esperaban, pero más feliz quedé cuando dijeron que iríamos a la piscina. Claro que todavía estaba un poquito triste porque mis tíos ya no estaban, pero cuando regresen, le pediré a Mina que me ayude con los postres y las galletas para los demonios del tío Clau. —¿Estás emocionada? —preguntó mi mamá cuando llegamos a la piscina. —¡Mucho! —Eso es lo importante, solo recuerda que no debes ir a la zona profunda. —¡Sí, mami! Ella estaba mucho muy nerviosa porque Mina la obligó a ponerse un vestido de baño de dos piezas, pero mamá estaba preciosa, no sé por qué no le gusta ponerse cosas bonitas si ella lo es, pero ni modo, esta vez Mina ganó y ahora tiene que estar así toda la tarde. —Mami, ¿puedo ir con los niños de allá? —señalé un lugar donde jugaban con una pelota. —De acuerdo, pero no olvides lo que te dije y ahora vienes para aplicarte bloqueador. Corrí rápido para jugar con ellos, pero antes de meterme al agua, escuché a unas mujeres gritar diciendo que alguien era muy guapo, quise saber quién era y me llevé una gran sorpresa cuando vi a mi tío Oskar caminar sin camiseta, solo tenía una pantaloneta y se dirigía a otro lugar, solo que, antes de llamarlo, vi que se acercó a otro hombre que se estaba quitando también la camiseta y en cuanto se dio la vuelta, supe que era mi papá. —¡PA…! —alguien desde atrás me cubrió la boca. —Silencio, gatita, no quiero que nos descubran todavía —me di sorprendida la vuelta y él indicó que no gritara. —Creí que te habías ido esta mañana, tío Clau. —Quise hacer una última travesura contigo. ¿Qué dices? —Está bien, pero no haré otra vez la travesura de la iglesia, eso puso mucho muy triste a mi papá Enrique y no quiero que esté triste hoy. —Descuida, gatita, hoy tengo algo mucho mejor en mente y nos encargaremos de involucrar a los demás para divertirnos los seis. ¿Te gustaría? —¡Sí! (…) Oskar —¿Cree que fue una buena idea hacer esto? —pregunté inquieto al padre Enrique. —Sabes que cualquier cosa que haga Claude terminará en algún problema, pero es peor no vigilarlo, así que te sugiero estar muy atento si no quieres pasar un mal rato. —Lo haré, aunque sigo sin entender por qué quería venir a una piscina pública. —Además de torturarme con… ya sabes —asentí apenado por él—, lo más seguro es que tenga un As bajo la manga. —Esperemos que no sea grave. —No lo sé, por ahora vigílalo en lo que atiendo la llamada, por favor. Me fue curiosa su actitud y más porque no quería que nadie escuchara su conversación con esa feligresa que conoció, Sonja, no sé si será solo una amistad o él está desarrollando un cariño por ella, pero me alegra verlo feliz cuando están en comunicación. Sin embargo, me preocupaban los constantes viajes en los que me tenía el padre Claude para investigar a dos mujeres, lo peor es que El Vaticano se ha dado cuenta de sus cambios de actitud y han pensado intervenirlo, aunque varios hemos conseguido impedirlo, pero sé que tarde o temprano se desatarán la guerra interna que dividirá a la santa iglesia. De pronto mis pensamientos fueron interrumpidos al percatarme de que el padre Claude no había regresado, por lo que empecé a buscarlo en la zona, solo que, en vez de encontrarlo a él, me topé con una mujer que me fue familiar aun estando de espaldas y al darse la vuelta comprendí por qué… —¡Padre Oskar!, no sabía que había vuelto a la ciudad. Bienvenido —comentó Mina tan entusiasta como siempre. —Gracias. Llegué hace un par de horas, pero no sabía que terminaría aquí. ¿Y usted? —Yo tampoco sabía que vendría, fue Carmen quien me invitó para pasar una tarde de chicas. —Me alegra… —por algún motivo ella no dejaba de detallarme… mucho más a lo que suele hacer—. Disculpe, ¿tengo algo raro? —¿Por qué lo pregunta? —No ha dejado de detallarme —ella rio avergonzada al igual que yo. —Disculpe, es extraño verlo sin la sotana, aunque no me quejo para nada de la vista —sentí mi rostro arder avergonzado al comprender y es que estaba sin la camiseta. —Creo que debería… —Mira qué belleza se asoma en los montes de Rumanía —la tenebrosa voz del padre Claude me desprendió un horrible escalofrío, seguido de otro en cuando él salió de mis espaldas para rodear a Mina cual cazador—. ¿Y quién es esta exquisita pieza de arte, Oskar? —Soy Mina, ¿y usted es? —aunque intentó sonar segura, su presencia la hizo temblar. —¡Tío Claude! ¡Tío Oskar! El alegre grito de Edén me trajo tranquilidad y más al saludarme con un abrazo, pero que se acercara con tanta confianza a Claude, solo quiere decir que ellos ya se conocían. —Así que usted es el famoso Claude, Edén me habló mucho de usted —comentó Mina sacándole una perversa risa a mi maestro. —Me encanta saber que ya soy famoso —sin recato, él besó el dorso de la mano de ella después de alzar a Edén con un brazo—. Dime, Mina, ¿no te gustaría dar un chapuzón con nosotros? A Edén y a mí nos fascinan. —Padre… —¿Algún problema, Oskar? ¿Acaso has marcado los dominios de la encantadora Mina? —Le pido que tenga más respeto con ella. —Es un cumplido, a fin de cuentas, su belleza no pasa desapercibida —ella asintió incómoda alejándose dos pasos de él—. ¿Sabes, Oskar? Creo que te faltan unas vacaciones para disfrutar más la vida, pero si tanto te preocupa la señorita Mina, entonces ven por ella… El padre Claude la sujetó de la cintura con fuerza y se lanzó a la parte más honda con Edén y Mina. Creí que solo sería un mal chiste de su parte como es habitual, pero en cuanto lo vi salir con Edén, comencé a buscar a Mina con la mirada sin dar con ella. —¿Por dónde salió Mina, tío? —la inocente pregunta de Edén me alarmó. —No ha salido… —¡¿Qué?! —dijo preocupada buscándola igual que yo—… ¡Mina se está ahogando, tío! ¡Ella no sabe nadar! Por primera vez sentí algo horrible en mi pecho contra el padre Claude, quien alardeaba en silencio de su fechoría sin importarle los constantes llamados de Edén a Mina. Desesperado por la situación y más por el descaro del padre Claude que seguía sin inmutarse, me arrojé al agua temiendo que las personas la hubiesen hundido más sin darse cuentan. No sé cuánto tiempo pasó hasta que por fin pude dar con ella en lo más profundo y la saqué cuanto antes, pero seguía sin reaccionar, así que empecé los primeros auxilios sin éxito. —¡Bésala, tío! ¡En las películas dicen que si alguien se ahoga los debes besar! —gritó Edén desesperada. Sabía que se refería a darle respiración boca a boca y al no saber qué más hacer, pues era obvio que el padre Claude no haría nada, comencé a darle respiración boca a boca consiguiendo que reaccionara. —Mina, ¿se encuentra bien? —ella apenas asentía sin dejar de toser— Permítame llevarla a una silla —la levanté con cuidado pasando al lado del padre Claude, quien me detuvo para revisarla—. ¿Por qué no lo hizo antes? —Se me antojó una cereza. No comprendí de inmediato a qué se refería, solo cuando sentí el sabor a cereza en mi boca, fue que supe el maquiavélico plan que se armó y todo por mi voto de castidad, así que dejé a Mina en la silla y le pedí a Edén que la cuidase, volviendo de inmediato con él. —Comprendo que quiera desquitarse conmigo por mi elección, pero no tiene por qué arriesgar las vidas de otros por algo tan estúpido. —Para ella no fue estúpido —él cortó la distancia entre nosotros repasando la punta de su dedo a lo largo de mi pecho— y es evidente que para ti tampoco o tu cuerpo no reaccionaría a su tacto tan dulce y delicado. —Padre… —gruñí furioso, pero intentaba contenerme pese a su perversa sonrisa. —Yo que tú me callaría, Oskar, suponiendo que no quieras que la confiese en el agua e imparta su penitencia a mi manera… Por cierto, ¿cuándo fue la última vez que te confesé? Porque besar y tocar a una feligresa debería contar como pecado para ti —empuñé temeroso mis manos quedando a su merced. (…) Mina Gracias a que Oskar me salvó a tiempo después del susto que pasé, fui a caminar con él para tranquilizarme un poco, aunque esto fue más por sugerencia de Edén, quien dijo querer darme un tiempo a solas porque veía a Oskar un poco triste. —Se supone que yo fui quien se ahogó y aun así eres tú quien se ve afectado —él reaccionó sin salir de su afligido semblante y lo llevé a una zona apartada—. Sé que no somos muy cercanos, pero si necesitas algo puedo escucharte. —Disculpa, creo que lo ocurrido me afectó un poco y —no lo dejé terminar, sino que lo abracé queriendo darle consuelo—… ¿Mina? —no hablé ni lo solté, pero él sí pareció calmarse un poco. —Gracias por salvarme, tuve mucho miedo y más cuando me patearon —Oskar me abrazó con cuidado soltando un profundo suspiro en mi hombro. —¿El padre Claude lo hizo? —No, él me soltó cuando llegamos al fondo, yo me alejé de ellos en la desesperación y terminé en donde había varias personas. No entendía qué pasaba, pero algo en sus caricias comenzaba a desprender un calor y pronto mis ideas de consolarlo pasaron a unas más pecaminosas. —Me alegra que estés bien, de verdad —su profunda voz me hizo girar el rostro quedando a centímetros de sus labios. —Eres mi héroe. Oskar giró un poco su cabeza y en un impulso lo besé, él no respondió, pero sí me separó en cuanto escuchamos el ruido de una cámara siendo Claude quien la sostenía, lo que dejó aterrado a Oskar. —P-Padre… —no hay manera de describir la maldad en la sonrisa de ese hombre ante los nervios de su siervo. —Hiciste unos votos ¿y los rompes por dos besos? —E-Eso no —Claude chasqueaba la lengua en una negativa provocándome un horrible escalofrío—… Padre… —O terminas tu pecado o te confiesas ante mí, pero no tienes cómo negarme la evidencia que reposa en mi mano paciente por tu juicio. —Por favor, no le haga nada —intervine preocupada—, fui yo quien lo besó en un estúpido arrebato, pero él siempre ha sido un hombre fiel a la iglesia. —Mina, Mina, Mina, tú eres otra pecadora, aunque, a diferencia de él, tú buscaste lo que querías, Oskar en cambio sigue negando sus impulsos y solo por haberme ayudado en mi cometido te dejaré libre de tu culpa. —Padre, se lo suplico… —Claro que suplicarás, Oskar, pero ahora irán con mi pequeño paraíso terrenal, Edén está sedienta y no quiero que esté sola, no sabemos qué peligros la acechen —Claude partió feliz dejándonos en un helado ambiente. —Lo siento, no quería meterte en problemas. —Fue mi culpa, no tuya, Mina, aunque igual no me arrepiento de haberte salvado. ¿Y yo cómo le decía que no me arrepentía de haberlo besado?, así como también me aproveché cuando me dio respiración boca a boca, aunque al parecer él no lo notó…
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