31. PECADO ACUÁTICO II

2305 Words
Carmen No creí que Mina estaría tan persistente por el traje de baño, pero al final tuve que aceptarlo o terminaría loca con la insistencia de ella y mi hija. Sin embargo, y aunque tenía la salida de baño puesta, estaba incómoda por la transparencia, casi me siento desnuda y es como si todos me observaran, por eso me alejé con la excusa de comprar unas bebidas para las tres. —¿Señora Ruso? Dios, no él… Observé hacia la piscina en donde encontré al padre Enrique nadando, aunque la sorpresa de verlo aquí no fue tan grande en comparación a cuando salió del agua, exponiendo un muy increíble y escultural cuerpo que se marcaba en cada parte al igual que sus venas. Desde que lo conocí, sabía que tenía un cuerpo trabajado, pero JAMÁS imaginé esos músculos… ¿Y ese es el hombre que cuida cada día de mi hija…? —Señora Ruso, ¿está bien? —sé que lo vi salir de la piscina, sé que lo vi acercarse y aun así ¿cómo quedó tan cerca de mí? —P-Padre Enrique, b-buenas tardes —coordina, Carmen, coordina la lengua con la cabeza… —¿Está bien? Parece nerviosa. —Y-Yo, sí, sí. ¿Qué hace aquí? —aunque sea educado, ya le distingo la sonrisa amable de la falsa que da cuando algo le molesta—. Disculpe, no pretendo meterme en su tiempo libre, es solo que no lo imaginaba como a un hombre de piscinas. —¿Hombre de piscinas? —S-Sí, es decir —no pude evitar reírme de mi tonta actitud de colegiala, aunque eso pareció relajarlo un poco—… Creo que estoy diciendo tonterías, no me haga caso. —Descuide, vine en contra de mi voluntad. Larga historia. —Comprendo… —¿Y cómo está Edén? —Bien, se suponía que sería una tarde de chicas con Mina, pero creo que seremos más. —No se preocupe, intentaré mantenerme al margen. Lo que menos quiero es interrumpir su tiempo con su hija. —No lo tome a mal, no me molesta que nos acompañe, pero… —el levantó cortés su mano calmando mi rápida y muy nerviosa excusa. —Más allá de eso, ¿usted está bien? —Sí, ¿por qué? —Jamás la vi tan nerviosa, además de que no ha dejado de rascarse el brazo y el cuello —no pude evitar sentir una ola de calor en cuanto él me examinó de pies a cabeza—. ¿Le parece bien si la invito a beber algo? Quisiera hablar con usted. —Cierto, dijo que tenía algo importante que decirme. Aunque él insistió que fuese adelante, preferí quedarme detrás suyo, pero la vista incluso de este lado era impresionante y más por los tatuajes en su cuerpo. Él tenía uno enorme de estilo tribal que abarcaba desde arriba del codo en su brazo izquierdo hasta el pectoral; otro que parecía ser una frase en otro idioma que hacía el mismo recorrido, pero del lado derecho; el tercero era una cadena de espinas que lo rodeaba más abajo del cuello y el último era un tribal en la pantorrilla derecha, aunque de todo lo que había por verle, eran las heridas en su espalda lo que me intrigaban. —Señora Ruso… —¡¿Qué?! ¡No vi nada! —mi desesperada reacción solo me dejó en evidencia y con una enorme vergüenza—. Disculpe. —¿Por qué no me espera en una mesa? La fila está larga y tardaré un poco. Aunque me sintiera como una niña regañada, preferí esa opción, encontrando una mesa desde donde seguí viéndolo. —¿Disfrutando la vista eclesiástica? —la sorpresiva llegada de otro hombre a mi mesa me dejó mal, pero fue peor al sentirme juzgada por su penetrante mirada. —¿Quién es usted? —¿Así trata a los amigos de su hija? Muy mal, Carmen, muy mal, a mi bella gatita no le gustará cuando sepa que le habló así a su querido tío Claude —quedé muda, pues mi hija sí me habló mucho de él, pero no creí que sería tan…—. ¿Intimidada, Carmen? —tragué grueso al leerme los pensamientos… —¿Qué quiere? ¿Cómo sabía quién era? —Más importante aún: ¿Qué pretende con mis atormentadas almas? ¿Qué gana de Enrique al hacerlo jugar al padre del año? —Yo no… —¡De hecho! —exclamó tajante silenciándome en el acto—, es evidente que se toma muchas atribuciones que no le corresponden con las vidas ajenas. —No sé de qué habla, pero no es así. —¿Ah no? ¿Me dirá que Enrique se ofreció a cuidar de su hija por caridad? ¿A Mina le fascina tener a una niña que no es nada suyo ocupándole tiempo valioso? O si lo desea, podríamos hablar de su negligente relación con Edén —de pronto una avalancha de recuerdos y culpas me ahogó sin piedad—. Puede engañar al mundo, pero no a mí, Carmen Ruso —la forma en que mencionó mi nombre, fue como si supiera la verdad de mi pasado. —Padre Claude, no debería juzgar sin conocer la situación de otros y sé que Mina hace esto porque es una joven increíble que quiere ayudarme, es una amiga de verdad y… —Y usted se aprovecha de eso, total, ¿quién puede decirle no a una niña tan encantadora como Edén? —No uso a mi hija para chantajear a nadie, si es lo que insinúa. —No, solo usa a su hija de excusa para no tener que verse los brazos cada día —inesperadamente, él sujetó fuerte mi muñeca levantando la manga hasta el hombro y soltó una siniestra sonrisa sin apartar sus ojos de mí—. Agradezca que fue el brazo y no la pierna, porque le aseguro que aun teniendo a doscientas personas a nuestro alrededor, usted no gritaría impidiéndome exponerla, sino que se hundiría en la maldita miseria. —S-Suélteme —intenté quitar mi brazo, pero él era muy fuerte. —Deme las gracias y lo haré. —¿Por qué debería? —Su hija —señaló con su cabeza hacia donde estaba ella con Mina y el padre Oskar—… Edén me pidió que la protegiera y así hice, pero en vez de llegar tarde a casa, supe que mamá se divierte a las afueras de la ciudad. —¿C-Cómo lo supo…? —creo que comenzaba a tener un ataque de pánico y esto empeoró al acariciar mi brazo. —Cuando quiera confesarse, estaré encantado de escucharla, pero deberá presentarse ante mí por quien es en realidad. Mis feligreses jamás deben mentirme en sus confesiones. —No, gracias. —Fue un placer ayudarla, estaré esperando el día de su confesión —se levantó tan imponente como una montaña—. No olvide algo, si se atreve a lastimar a los míos, Carmen, yo le arrancaré la vida frente a sus ojos y no hablo de su cuerpo —no tenía que preguntar a qué se refería, pues bien sabía a dónde veía—, pero si se sigue portando bien con Enrique, yo la seguiré protegiendo por el bien de su hija, porque sé que es una buena mujer a pesar de todo. No sé cómo fue posible que en un segundo consiguiera leer mis pensamientos, pisotearme como si no valiera nada, amenazarme con lastimar a mi hija y después generarme una sensación de regocijo y comprensión como nunca la sentí, pues la forma en que me habló al final, fue con una increíble misericordia que me llegó al alma. (…) Enrique Pese a estar incómodo por cómo me veía Carmen, quien sé, detalló las cicatrices que quedaron de mi último castigo, también me sentí extraño al verla con menos ropa y más porque se contraía queriendo cubrirse, recordándome mis primeros dos años con Claude. —Señora Ruso… —¿Podría llamarme Carmen? Sé que lo hace por respeto, pero ya cruzamos el límite de la confianza hace mucho —asentí tan incómodo como ella—. ¿Qué quería decirme? —Hablé con mi superior y la otra semana me trasladarán a otra ciudad, también tengo entendido que podrían dejar a Oskar fijo aquí, aunque no es seguro. —Entiendo… —No me lo tome a mal, Carmen, pero creí que se enojaría conmigo o estaría frustrada por la noticia, no que estaría cabizbaja —comenté confundido por su actitud. —Disculpe, pero hay algo que me ha rondado la cabeza y sí, también me afecta esta noticia, sobre todo por mi hija. —Espere, ¿qué le preocupa? —¿Qué puede decirme del padre Claude? —aunque quisiera decir que ella estaba intrigada por lo que le habrá dicho Edén, lo más seguro es que él la abordó en algún momento. —¿Le dijo algo que la incomodó? —Más que sus palabras, fue la sensación que me dejó, es… caótica… —Sí, así es él, complejo y caótico, pero es un buen hombre que nadie comprende en su totalidad y no vale la pena conocerlo si no está dispuesta a pagar el precio. —¿Cuál? —Ser arrastrado a un pozo de dolor y soledad, pero con una recompensa que no se encuentra fácil en el mundo —ella volvió a sumirse en sus pensamientos hasta relucir una sonrisa sincera que me intrigó—. ¿Qué le dijo? —Que soy afortunada por tener buenas personas en mi vida. Ahora, respecto a mi hija… —No la desampararé —interrumpí tajante sorprendiéndola—. Sé que no le agrada que alguien la ayude, pero considerando que no estaré aquí, quiero que me permita auxiliarla económicamente con Edén, así usted podrá conseguir otro trabajo que le dé más tiempo con ella y también que no desgaste su salud. —No, padre, se lo agradezco, pero no puedo aceptarle dinero porque ella no es su hija. —Lo sé, pero no podría irme tranquilo a sabiendas de que usted está tan lejos de ella y ahora que no estaré… —el vacío en mi corazón volvió a abrumarme solo de pensar que el sabor de mi café cambiaría, mas ella acunó mi mano entre las suyas. —No sé qué hice para ganarme el cielo con usted, el padre Oskar y Mina, pero sé que mi hija sufrirá mucho con su partida —y no es la única… —Carmen, no hago esto por causarles un mal. —Lo sé, usted tiene una vida y responsabilidades y yo no puedo detenerlo por una niña que no es suya —no sé por qué, pero lo último dolió demasiado—. Solo dígame la verdad, si acepto este dinero, ¿usted al menos podría escribirle a mi hija? —¿Escribirle? —Sí, yo le diré que lo enviaron a otro país y por eso no podremos visitarlo, así como tampoco hablarán por teléfono, lo digo porque no sé si quiera seguir en contacto con ella, pero al menos quiero que tenga una carta de su parte hasta que su ausencia no le duela tanto. —No creo que sea bueno para ella. —Enrique, mi hija es una niña sensible cuando se trata de decepciones y su llegada no ha hecho más que hacerla feliz, por eso no puedo permitir que su ausencia la destruya de golpe —sabía que hacerlo me traería problemas, pero lo que ella decía era verdad y yo no soportaría la idea de lastimar a Edén más de lo que he hecho y haré. —De acuerdo, le escribiré una carta semanal hasta que usted considere apropiado detenerlas. —Gracias y también gracias por cuidar de nosotras, le debo la vida misma. No sé qué le dijo Claude, pero sea lo que sea, esta mujer que tengo a mi lado confía mucho más en mí que antes. (…) Medianoche Edén Unas cosquillas en mi rostro me despertaron y vi a mi tío Clau junto a mí. —¿Cómo entraste a mi casa? —Tengo mis trucos, pero no vine a eso. —¿Entonces? —Me voy, gatita, mi avión aguarda —otra vez los dos quedamos mucho muy tristes. —¿Cuándo vuelves? —No lo sé, pero no olvides lo que te enseñé. —No lo olvidaré, pero vuelve a visitarme. —Claro que lo haré, todavía nos debes a mis demonios y a mí las galletas y el postre —él pellizcó mi nariz y guiñó coqueto su ojo como siempre. —Te quiero mucho, tío Clau, cuídanos a mi mamá y a mí por favor. —¿No prefieres que lo haga Dios con tus oraciones? —Tú me ayudaste y me escuchaste más rápido que él, pero si no es mucho pedir, tampoco dejes que se vaya mi papá Enrique. —Te hice una promesa respecto a Enrique, pero sabes que hay cadenas que no me corresponde quitar. —¿Al menos puedes evitar que se vaya al cielo con Dios? —Eso sí lo puedo hacer, así como no te abandonaré —el abrazo que me dio se sintió triste y solo, por eso lo abracé con todas mis fuerzas sacándole una gran sonrisa—. Te quiero, gatita. —Yo te quiero más, tío Clau —besé su mejilla y él se fue de mi cuarto, pero yo me quedé en la ventana en donde me despedí otra vez cuando salió y le lancé un beso que lo alegró—. Haré lo que me dijiste, tío, te lo demostraré. Ahora debía ser más valiente si quería tener a mi papá Enrique conmigo para siempre.
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