Enrique
No sé por qué me tenía que afectar tanto esta partida, no es como si conociera a Edén desde hace años y la relación que tuvimos en este tiempo tampoco fue tan estrecha como la que hizo con Claude u Oskar, aun así, esa semana que estuve sin ella mi humor se vio afectado en gran medida igual que aquella vez, siendo algunas salidas con Sonja lo único que mejoraba mi ánimo, pero ni así dejaba de pensar en esa niña de ojos rasgados y para colmo de males, las pesadillas regresaron acompañadas de las ideas de abandono.
Quizás, de alguna forma, Carmen pudo ver esto en mí y por eso quiso traerme a su hija días antes de mi partida, así tendría el tiempo para despedirme aun cuando Edén seguía sin saber nada, pero cada que la veía tan tranquila e ignorante del hecho, una extraña sensación de culpa me carcomía y hoy, que había llegado mi día de partir, no era la excepción.
—Papá —su vocecilla me sacó de mis pensamientos, siendo el café de Joan y la sonrisa de ella lo que aceleró mi corazón—, quiero pedirte algo.
—¿Qué quieres?
—Me gustaría hacer los huevos hoy, ¿me dejarías?
—Sabes que es peligroso y…
—¡Tú estás conmigo!, así no usaré la estufa sola —¿a qué se debe esto justo hoy? —. Por favor, papá —suplicó, haciéndome ese tierno mohín que me conmovió.
—De acuerdo, pero yo los partiré, no quiero el desastre de la primera vez.
Traer ese recuerdo a colación fue tan maravilloso como doloroso…
Con su delicioso café a mi lado y sus entusiastas anécdotas escolares dándome fuerzas para continuar, me sumergí con Edén en un desayuno que salió a la perfección, hasta me sorprendió ver cuánto había mejorado en pequeñas acciones en la cocina como pulirse en los cortes de la fruta, que sea más organizada y aseada, incluso me pidió antes de comenzar que le ayudara con su peinado para que no le estorbara. Hace un tiempo le había comprado un gorro para la cocina que le hacía juego con su delantal y a ella siempre le gustaba llevarlo sobre una cola alta, era sencillo, pero con el flequillo decorando su frente, sentía que le daba un toque diferente, algo especial que solo relucía en ella quien se veía tan hermosa, que me era cada vez más difícil soportar lo que haría y más cuando pensaba en lo mucho que lloraría cuando supiese la verdad de mi partida.
—¿Tan mal quedaron? —su cuestión me hizo espabilar… otra vez…
—Disculpa, tengo la mente en otro lado.
—¿Por qué estás triste?
—Solo estoy cansado, no triste, anoche trabajé hasta tarde y…
—Mentira —quedé extrañado, pero ella estaba entre la ofensa y la timidez—. Anoche te dormiste a las once y te levantaste a la hora de siempre, tuviste pesadillas, pero no fue tan fuerte como otras veces.
—Edén, ya hemos hablado y sabes que deberías estar dormida, no haciéndote la dormida.
—Y tú no deberías mentirme o yo aprenderé más rápido a hacerlo —su firme tono lo hizo más amenazante—. Mi profesor dijo una vez que los niños son el reflejo de lo que aprenden en casa y si tú me enseñas a mentir igual que mamá, yo les mentiré después.
Vaya lección de vida la que me gané como despedida.
—Sí, tienes razón, discúlpame. Pero eso no excusa para que no te durmieras temprano.
—Entonces dime por qué estás triste y yo me dormiré temprano esta noche.
—Mejor desayunemos sin discutir, quiero probar la comida tan exquisita que hiciste hoy —aunque no quiso darme la cara por mi negativa a contarle, su sonrojo y el cómo fruncía sus labios queriendo hacerse la difícil fue hermoso para mí, era revitalizante.
Por suerte su actitud mejoró y continuamos la conversación sobre su escuela mientras yo disfrutaba el primer desayuno que me hacía sola, ya que esta vez no me dejó ayudarla tanto y todo para demostrarme lo que había aprendido. Sin embargo, el camino a su escuela resultó ser más difícil de lo que creí ya que mi vuelo sería a mediodía y Mina pasaría a recogerla, por lo que esta sería la última vez que la vería.
—¿Qué te pasa?
—Nada, pequeña, solo estoy pensando en algunas cosas del trabajo.
—¿Otra mentira? —no sé cómo hace para descubrirlo en mí si no tengo ninguna manía como su madre—, ¿Quieres que nos vayamos de conejitos?
—¿Irnos de conejitos? —cuestioné confundido, a lo que ella estiró sus dedos y aunque no comprendí por qué accedí a su descabellada idea, continuamos el camino sujetándonos de dos dedos—. Edén, quisiera decirte algo…
—Si estabas celoso porque me fui todo el camino de la mano de mi tío Clau, solo tenías que decírmelo y nos habríamos ido de conejitos —creo que mi rostro le dijo más que mi cerrada garganta—. Sé que no te gustaba que estuviera tan cerca de él, pero…
—¡No tuve problema con eso! —refuté a la defensiva.
—Sí tenías, papá, pero te olvidaste de algo mucho muy importante.
—¿Qué?
—Él es mi tío Clau —¡genial!, si en algún momento llegué a extrañar la arrogancia de Laval-Scieri, ella supo imitarlo a la perfección, aunque el cómo apretó enseguida mi mano me sorprendió—, pero tú eres mi papá y te quiero mucho.
—¿Y a él no lo quieres?
—Sí lo quiero mucho, pero es mi tío y tú eres mi papá. No es igual.
Sé que debo comprender esto, pero es como si algo no me lo permitiese, el problema era que ya debía despedirme de ella y el vacío que venía acompañándome se ensanchó.
—Edén, quiero que te portes bien con Mina, haz todo lo que te diga y no le causes problemas.
—Te veré más tarde.
—No, pequeña, hoy pasarás el día con ella.
—Te veré más tarde, papá, te quiero mucho —ella apretó más fuerte mis dedos y me dio su enorme sonrisa como último obsequio, siendo su entusiasta partida lo último que vi.
(…)
Mediodía
Estas horas fueron un suplicio para mí y la ida al aeropuerto lo fue más, no dejaba de pensar en cada día que pasé con ella, lo que aprendí a su lado, lo que le enseñé en este tiempo y las inocentes acciones que regocijaron mi corazón, pero sabía que no podía hacer nada más, lo mejor era desaparecer al sentir cada vez más fuerte este impulso de sucumbir a mi pecado, y aun así… ¿Por qué me sentía tan solo?
Saqué mi móvil buscando las fotos que ella había retratado, ya que siempre vaciaba la cámara para dejar una copia en mi computadora, a lo que yo procuraba guardar algunas que me hacían reír o me recordaban un momento tierno que ella me hizo pasar en medio de sus locuras, sin embargo, no debería torturarme así, mi partida es por su propio bien y es lo único que debe importarme.
De pronto recibí una llamada de Mina que me desconcertó, dudé en contestarle dejando que se desviara al buzón, pero decidí hacerlo tras ignorar las siguientes dos llamadas, pues no era normal su insistencia.
—¿Hola?
—¡Padre, menos mal, creí que estaría abordando!
—Tranquila, ¿qué ocurre? ¿Por qué estás tan alterada?
—Pasé a recoger a Edén y me dijeron que ya se había ido, se me hizo extraño porque no dejan salir a nadie sin acudiente y creí que había sido Carmen, pero no había nadie en casa, después fui a la iglesia y tampoco está allá. No sé qué hacer —si la noticia en sí me había angustiado, su exagerada rapidez al explicarme lo empeoraba.
—Tranquila, Mina, vamos por partes. ¿Ya hablaste con Carmen?
—Me costó un poco, pero dijo que estaba demasiado ocupada en una reunión del personal, así que no quise angustiarla con la noticia porque creí que Edén estaría en la iglesia, pero cuando llegué no la encontré.
—¿De pronto hablaste con Oskar? Quizás ella le pidió que la recogiera.
—No, Oskar estaba en una clase a esa hora y llegó a la iglesia al tiempo que yo lo hice.
Dios, por favor, que sea una rabieta de esa niña por alguna nimiedad y no un secuestro.
—Está bien, tranquila, usted siga buscándola por la zona y pídale a Oskar que la ayude, por ahora no le informe nada a Carmen a no ser que debamos ir con la policía.
—¿Debamos?, pero usted…
—¡Solo haga lo que le digo, Mina, cada minuto es crucial! —reñí exaltado y le colgué.
Sin importarme nada, recogí mi maleta y me encaminé hacia la salida pensando en si le pedía o no ayuda a Claude, pero cuando menos creí, mis pasos frenaron en seco al encontrar en toda la puerta su pequeña figura que me aniquilaba cual juez con sus pequeños ojos rasgados.
—Edén… ¿Qué…? ¿Cómo llegaste aquí? —mil preguntas aparecían y lo peor era que no veía a nadie con ella.
—Ya te atrapé y no te irás de aquí sin mí.
Dios, ¿ella en verdad es mi condena eterna? Porque pareciera ser imposible sacarla de mi vida.