Edén
El hombre sol me había contado una historia después del almuerzo sobre los ángeles y los demonios donde muchos habían dicho mentiras para ganar una batalla, pero yo no entendía por qué debían hacerlo y tampoco por qué tenían que pelear si podían llevarse bien.
—En la vida, Edén, encontrarás ángeles y demonios que pueden ser buenos y también malos, pero no quiere decir que siempre estén en un bando específico, pues incluso hubo ángeles que se convirtieron en demonios y no son malvados.
—¿Y cómo sabes la diferencia entre uno bueno y uno malo?
—Por la intención de sus acciones y así mismo pasa con las personas, por eso no debes brindarle tu confianza a cualquiera.
—¿Y cómo sabes si alguien tiene buenas intenciones?
—Por desgracia se aprende con la experiencia y los golpes de la vida, pero no debemos enfocarnos en lo negativo, sino en ver la luz en la oscuridad —él movió sus dedos hasta cerrar la mano y volvió a abrirla creando un bonito fuego que se hacía más grande.
—¿No te quemas cuando lo haces?
—No porque soy yo quien controla este fuego y no al revés.
—Mi tío Clau me enseñó cómo pasar el dedo en el fuego de la vela, ¿puedo hacerlo contigo?
—Adelante, igual te cuidaré —él acercó su mano haciendo crecer la llama y yo pasé mi dedo en el fuego sin tocar los suyos—. ¿Tuviste miedo la primera vez?
—No, mi tío dijo que me quemaría si tocaba la cuerda, pero no pasaría nada malo si solo tocaba el fuego, aunque no podía contarle a mi papá Enrique o lo regañaría.
—¿Por qué piensas que Enrique es tu padre?, si hay muchos hombres con sus características.
—Mi papá es como me dijo mi mamá y él me reconoció cuando lo vi en el restaurante, por eso me saludó, pero no sé por qué me olvidó después —de pronto el fuego cambió de color a uno verde después de que él volviera a mover sus dedos—. ¿¡Cómo lo hiciste!?
—Es un secreto —guiñó su ojo igual que hace mi tío Clau—. ¿Qué dices si damos un paseo? Quizás encontremos más magia afuera.
Salimos al jardín que estaba junto a la iglesia, él me pidió que desenrollara la manguera para regar las plantas y cuando el agua salió, formó un arcoíris grande.
—¿Lo puedo tocar?
—Es luz, así que no sentirás nada en tus dedos, pero sí en el corazón —la forma en que dijo eso fue muy bonita y cuando toqué el arcoíris sentí un calorcito en mi pecho—. Edén, a veces las personas haces cosas que parecen confusas, pero si ellos te transmiten el calor que sientes ahora en tu corazón con la luz del arcoíris, entonces no temas dar tu cariño y aprecio.
De pronto vimos una mariposa en el suelo que no podía volar, parecía cansada y el hombre sol la levantó con cuidado, sus dedos se pintaron de naranja como la mariposa y la cubrió entre sus manos.
—¿Qué tiene?
—Está enferma, pero podríamos curarla. ¿Quieres intentarlo? —asentí. Tenía miedo de que algo malo le pasara—. Piensa en la mariposa volando en las flores y sopla mis manos.
Hice lo que me dijo, aunque pensé en el parque al que iba con mis padres, creí que le gustaría mucho volar allá, entonces soplé y vi una luz entre sus dedos, después el hombre sol abrió su mano y la mariposa voló alto, estaba mucho más fuerte que antes.
—¡La curaste!
—No, Edén —él me miró con sus ojos brillantes y acarició mi cabello—, la curamos gracias a ti, aunque tengo curiosidad en saber qué pensaste —le conté del parque y lo mucho que nos divertimos mi papá y mi mamá cuando voy con ellos—. Ahora comprendo qué pasó.
—¿Hice algo malo? —negó con su cabeza, dándome una sonrisa gentil.
—¿Sabes? Hace mucho tiempo no conocía a una niña con un corazón tan bondadoso y honrado como el tuyo.
—No soy buena niña, lo sé porque Dios me quita mucho a mi familia.
—No es cierto, eres una niña maravillosa y por eso quiero hacer algo muy especial por ti.
—¿Qué?
—Por ser una niña tan especial, te concederé solo un deseo.
—¿Lo que yo quiera?
—Lo que tú quieras, así que piénsalo bien porque no habrá otra oportunidad como esta.
Se me ocurrieron muchas cosas para pedirle al hombre sol, sabía que podía cumplirlas porque me había enseñado muchos trucos en estas horas y aunque quise pedirle que me dejara tener a mi papá Enrique conmigo para siempre, fue otro deseo el quise más.
—No estoy segura, pero creo que ya sé.
—¿Qué deseas?
—Me gustaría que mi papá estuviera siempre conmigo y no me mienta, pero prefiero que me mienta a tener a mi mamá y mi papá lejos, no quiero estar sin ellos.
—Entonces ¿deseas que regresen?
—Sí, quiero que los dos vuelvan para ir al parque juntos, allá somos mucho muy felices y no tienen que trabajar.
—Muy bien, entonces te concederé ese deseo —nos fuimos cogidos de la mano hasta mi cuarto en donde me acostó y puso a mi osito al lado—. Cierra tus ojos y cuando despiertes, ellos serán lo primero que veas.
—¿Dormiré mucho tiempo?
—No, pero será como un parpadeo para ti.
—Gracias por cuidarme, espero que me visites otra vez y por favor, dile a mi tío Clau que lo quiero mucho.
—Él estará muy feliz cuando se lo diga —el hombre sol colocó una mano en mi pecho y con la otra cerró mis ojos—. Será un camino difícil y doloroso para ti, Edén, pero la recompensa al final será enorme, así que no te rindas.
Su voz se escuchaba muy bajito y quise levantarme para darle un abrazo de despedida, pero no podía moverme, aunque tampoco tenía miedo porque sentía que él seguía conmigo cuidándome. De pronto escuché unas voces mucho muy lejos, creo que alguien lloraba y me apretaban las manos, entonces seguí las voces que se hacían más claras, abrí los ojos y vi a mi mamá sentada a un lado y a mi papá Enrique del otro, yo estaba acostada en mi cama con mi osito, pero lo mas bonito era que mi papá no me hacía conejitos, sino que en verdad sostenía mi mano igual que en el puente y cuando me salvó del auto el día que me conoció.
(…)
Enrique
—Edén, hija —Carmen abrazó a la pequeña en cuanto ella se sentó. Yo sentía el alma volverme al cuerpo—. ¿Estás bien? ¿Te duele algo?
—¿Es un sueño o en verdad están aquí?
—Aquí estamos, pequeña —respondí acongojado con las lágrimas corriéndome—, disculpa que te dejáramos tanto tiempo sola…
—¡Él me cumplió! ¡El hombre sol hizo realidad mi deseo! —gritó eufórica dejándonos confundidos a Carmen y a mí.
—¿De qué hablas, mi amor? ¿Cuál hombre sol? —preguntó Carmen.
—Quizás fue un sueño muy bonito que tuvo —respondí gentil evitando perturbarlas.
—No fue un sueño, es real, el hombre sol me cumplió mi deseo y ustedes están aquí conmigo —la culpa nos carcomió a Carmen y a mí por igual.
—No debimos abandonarte, creímos que estarías con Oskar y Mina, pero… Edén, perdónanos, en verdad no debimos dejarte sola.
—Pero estuve con mi tío, él se fue a buscarlos y yo me quedé con el hombre sol haciendo muchos trucos de magia, me contó historias y jugamos mucho.
No sé qué tan amplia sea su imaginación, pero es evidente que ese sueño fue muy hermoso.
—Hija, Oskar no está aquí y tampoco hemos hablado con él.
—¡Sí está, mamá, yo hablé con él!
—No, hija, fue Mina quien te encontró desmayada en la iglesia a mediodía y te trajo aquí, ella te ha cuidado hasta ahora y tú no habías despertado desde entonces.
—No es verdad, no he visto a Mina, fue mi tío Oskar y el hombre sol los que vinieron por mí a la iglesia.
Esto se tornaba demasiado confuso para los tres, pero era certero que Carmen y yo habíamos vuelto por las insistentes llamadas de Mina quien encontró a Edén pálida y helada, por suerte le había indicado tiempo atrás que, ante una emergencia médica, podía acudir con el sacerdote en la iglesia de en frente, siendo esto lo que ella hizo y él examinó a Edén dándose cuenta que solo estaba desmayada por el agotamiento al no dormir bien.
—Sea como sea, lo único que importa es que tú estás bien —dije aliviado intentando no darle mente por ahora a la situación, pues quizás sí fue solo un sueño de ella.
—No, yo sé que el hombre sol es real y me cumplió mi deseo, aunque…
—¿Qué pasa, hija? —preguntó Carmen acariciándole el cabello.
—¿Podemos ir al parque los tres?, pero no un ratico, ¡quiero mucho tiempo! —su enérgico grito nos sacó una reconfortante risa a Carmen y a mí.
—Por mí será un placer, hace mucho no vamos —respondió ella y ambas me observaron esperando ansiosas mi respuesta.
—Si preparamos algo de comer, entonces también iré, en especial si es el café de Joan.
No hay forma de describir la felicidad que se marcó en ese bellísimo rostro, pero sé que después de que hagamos feliz a Edén, Carmen y yo tenemos que hablar seriamente, pues no solo yo debía rendirle cuentas, sino que ella también debía explicarme sobre los hematomas que vi en su cuerpo…