Cdad. Del Vaticano – Días después
Oskar
—Llevaba años sin ver tanta energía en Enrique. No cabe duda de que esta vez quiso liberar a la bestia —comentó el padre Claude con gran satisfacción sin apartar su atención de la pantalla, una que me era imposible ver—. ¿Preocupado por tu maestro, Oskar? —cuestionó divertido al verme intranquilo.
—Padre, ¿necesita algo más de mí o puedo volver a Oradea?
—¿Por qué? ¿Planeas buscar a Enrique?
—Por favor, padre, estoy preocupado por él y Edén. Creo que este no fue el mejor momento para venir a Italia y ellos…
—Ahora tienes algo más importante que atender, así que ordena tus ideas y ponte a trabajar que no quiero errores como la última vez —me extendió furioso un sobre—. Enrique ya está grandecito para saber cómo transitar su camino, así que déjalo en paz y ocúpate de tus obligaciones si no quieres hacerle compañía al imbécil que clavé anoche en la cruz.
—Sí, padre.
Dios, cuida de todos y no permitas que caigan en desgracia…
(…)
Oradea, Rumanía – Dos días después
Edén
Tenía mucho frío aunque hoy hacía mucho sol, la casa estaba sola y le había mentido a Mina para que no viniera por mí, no quería irme sin hablar con mi papá. Ya habían pasado muchos días desde la última vez que lo vi, esa mañana él dijo que me haría mi jugo de naranja con el pan y aceite de oliva, pero nunca llegó, lo peor fue que mi tío Oskar viajó esa tarde a Italia y desde entonces nadie me acompañó, así que yo me preparaba la comida, iba y volvía a la escuela sola (les dije a los profesores que mis padres se escondían porque querían que aprendiera a ir sola a la escuela, así ellos no me decían nada ni los llamarían), también hacía mis tareas al volver, llamaba a Mina diciéndole que estaba bien y le hablaba muy alegre para no preocuparla, pero después de tantos días ya no sabía qué más hacer y por eso vine a la iglesia pidiéndole a Dios que me trajera a mis padres, aunque sé que se demorará mucho en hacerlo.
—¿Edén? —aunque me sentí un poquito mejor al escuchar otra vez la voz de mi tío Oskar, yo no dejaba de ver en silencio la mancha de vino en el tapete—. Edén, ¿en dónde está el padre Enrique?
—N-No sé…
—¿Tu mamá no ha venido o llamado? —negué— ¿Y Mina?
—Le dije que yo estaba bien y no tenía que venir.
—¿C-Cómo…? ¿Has estado sola desde que me fui? —asentí y volví a llorar.
Mi tío se sentó a mi lado y me abrazó. Escuché cómo intentaba llamar a alguien, pero nadie le contestó.
—Tengo miedo y no sé en dónde están mis padres, no sé si están bien, no sé si volverán por mí… Tío, ¿soy una niña mala? ¿Mis papás ya no me quieren y por eso me abandonaron? —mi tío me abrazó fuerte y lloré más que antes.
—Edén, quiero que me escuches con atención —él levantó mi cara, estaba mucho muy triste, pero yo lo estaba más—. No eres una niña mala, jamás lo has sido ni lo serás, pero te prometo que buscaré a tus padres y los traeré devuelta.
—M-Mi tío Clau dice que no se promete si no se cumplirá y si vas por ellos, yo me quedaré sola otra vez.
—Lo sé, pero no estarás sola, alguien muy especial ha venido conmigo y cuidará de ti en lo que yo busco a tus padres —él sacó un pañuelo y limpió mi cara con mucho cuidado—. No llores, pequeñita, todo estará bien.
—¿Quién me cuidará, tío Oskar?
—Es un maestro que tuve hace muchos años y también un gran amigo del padre Claude, así que es de entera confianza.
Él miró al pasillo, yo hice lo mismo y mi corazón latió mucho muy rápido al acercarse un señor de piel oscura que tenía la misma ropa que mi papá Enrique y mis tíos, su barba estaba corta igual que su cabello, aunque sus ojos estaban mucho muy oscuros y no como la última vez, aun así, bajé de la banca dando unos pasos hacia él.
—Edén, ¿acaso lo conoces? —preguntó mi tío Oskar.
—¡¡Sí!! ¡¡Es el hombre sol!! —grité mucho muy feliz brincando como los conejos, después corrí hasta el hombre sol y él me levantó, dándome un fuerte abrazo.
—No sabía que lo conocías —mi tío Oskar parecía confundido, pero yo estaba feliz de ver otra vez al hombre sol—. Siendo así, entonces me voy tranquilo al saber que estás bien, pequeñita —él me dio un beso en la frente y su bonita sonrisa—. Se la encomiendo, padre, ella es preciada para nosotros.
—Descuida, hijo, la cuidaré como si fuese mi propia hija. Ve con cuidado.
Mi tío se fue más tranquilo y el hombre sol me dio una gran sonrisa que hizo latir mi corazón mucho muy rápido.
—No sabía que vendrías. ¿Por qué siempre te escondes?
—Antes de responderte esa pregunta, ¿ya comiste algo? —negué y mi estómago sonó chistoso haciéndonos reír—. Te prepararé un delicioso platillo con algo que traje de Italia, seguro te encantará.
—¡¡Sí!!
Volvimos a la casa de mi papá Enrique en donde el hombre sol sacó unas cosas de su maleta, organizó todo en la cocina y me dijo que lo ayudara a cortar un queso suavecito que se estiraba con el calor.
—Mira nada más que ratones tan traviesos tenemos aquí —dijo él cuando me pilló mordiendo el queso—. No te lo comas todo o no alcanzará para el almuerzo.
—Pero está mucho muy rico. ¿No quieres un poquito? —le estiré un pedacito y él lo comió mordiendo suavecito mis dedos, aunque me hizo cosquillas.
—¿Te gustaría que se estire más? —asentí feliz— Entonces cierra las cortinas, necesitamos que el lugar quede un poco a oscuras —hice lo que me dijo y volví rápido a la mesa—. Excelente, ahora admira este truco.
El hombre sol cortó una tira del queso, de sus manos salió un fuego muy bonito que lo calentó y después lo estiró poco a poco formando un hilo mucho muy largo.
—¡Es increíble! ¡¿Cómo lo hiciste?! —él rio bonito, estiró más el queso mientras movía rápido sus dedos y formó muchos hilos de queso, después los hizo girar y formó una trenza con ellos— ¡¡Increíble!! ¡¡Yo quiero hacerlo, enséñame por favor!!
—Primero abre grande y prueba —abrí mi boca y él enredó el queso en mi lengua, todavía estaba calentito, pero supo mucho más rico cuando puso un pedacito de chocolate dulce—. ¿Te gusta?
—¡Sí, está delicioso! ¿Cómo lo hiciste?
—Es un truco de magia y los magos no revelamos nuestros secretos.
—¿Sabes más?
—Muchos más, pero el mejor de todos es cocinar delicioso para niñas tan hermosas como tú.
Cuando él acarició mi mejilla, sentí su mano calentita, pero no quemaba y tampoco tenía fuego como antes, lo más bonito era que no me sentía sola con él, aunque sí seguía mucho muy triste porque mis papás no estaban conmigo.
—No llores, Edén, todo estará bien. ¿Sabes por qué? —negué y él limpió mi cara—. Porque eres una niña afortunada de tener unos padres que te quieren tanto.
—¿Y por qué mi papá Enrique me dejó sola? ¿Por qué me mintió otra vez?
—Enrique está pasando por algo delicado y tiene un tormento en su corazón que no lo deja ser feliz, pero eso no significa que no te quiera o que tú tengas la culpa.
—¿Y qué hago para ayudarlo?
—Él tiene que ayudarse solo y tú debes ser fuerte sin importar lo que pase, así que cambia esa carita que hoy te enseñaré algunas cosas que te alegrarán.
—¿Me ensañarás a hacer fuego con las manos y hacer hilos con el queso? —él acarició mi cabello sin dejar de reír.
—Te enseñaré algo mejor y después tú y yo daremos un paseo. ¿Estás lista?
—Sí, haré lo que me digas si eso me ayudará a tener otra vez a mis padres conmigo.
No sé qué me ensañará el hombre sol, pero quiero aprender mucho de él y mi tío Clau para hacer mucho muy feliz a mi mamá y a mi papá Enrique.
(…)
Carmen
Hace años no estaba encerrada tantas horas en la ducha, por mucho que me limpiaba, no podía quitarme la culpa de encima al haberme prostituido estos días y lo que es peor, haberme drogado hasta olvidarme de mi nombre, aunque no fue sino hasta una mañana cuando vi a una mujer pasar en el centro con su bebé en brazos, que recordé a mi hija y hui del lugar buscando un hotel en una zona más tranquila de la ciudad, siendo aquí donde me he refugiado y desintoxicado.
Sé que es un abuso de confianza lo que haré, pero estaba dispuesta a quedarme dos días más para limpiarme mejor, al menos así no me desquitaría con mi hija por culpa de ese veneno en mi sangre. Sé que la abstinencia puede provocar mucho daño a otros y ella, que es solo una niña, no merece vivir con una imagen tan horrible de mi parte, eso jamás lo habría querido Ivana.
De nuevo escuchaba mi teléfono sonar a lo lejos, no había querido revisarlo en estos días, pero hoy han sido insistentes con las llamadas, así que me tomé mi tiempo en salir de la ducha, secarme e incluso verme al espejo mientras otras tres o cuatro llamadas se perdían a lo lejos, entonces volví a la habitación descubriendo que era Mina y de pronto un extraño presentimiento me invadió.
—¿Mina?
—¡Por fin me contestas! ¡Dios, santo, ya estaba al borde de la locura contigo y Enrique! ¡¿En dónde estabas?! —se escuchaba demasiado angustiada y los nervios sobresalían en cada palabra.
—Cálmate, ¿qué ocurre?
—¡¿Cómo qué ocurre?! ¡Llevas una semana perdida!, ¡¿acaso se te olvida que tienes una hija?!
—No, claro que no, pero…
—¡¿Y por qué no estás con ella?! Recién llego a la casa parroquial y no encuentro a nadie, Edén no aparece y para colmo, me llamaron de la escuela diciendo que no había ido hoy.
—¿Qué…? ¡Voy para allá, espérame!
No necesité dos días para terminar de desintoxicarme, sino que me bastó con saber que mi hija estaba desaparecida para que toda la droga saliera de mis venas…
(…)
Enrique
No sé cuánto tiempo pasó desde que llegué a esta habitación, pero la fila de mujeres que había disfrutado fue exquisita, era casi como compensar los primeros años de ausencia del calor femenino y más, porque todas y cada una de ellas fue sometida por la bestia que habita en mí, aunque las tres primeras que me acompañaron desde el comienzo se convirtieron en mis favoritas al comprender lo que quería.
—¿No contestarás? Han estado insistentes con las llamadas y los mensajes —dijo una de ellas mientras otra masajeaba mi espalda después del increíble baño que nos dimos los tres.
—No, ahora no.
—Creo que deberías, quizás la dulce Mina tenga algún problema —comentó divertida arrojándome el móvil.
—¿Mina? —cuestioné confundido y de pronto, con esas cuatro letras, sentí el golpe de la realidad al recordar mi vida más allá de estos muros.
Estuve tanto tiempo sumido en el infierno que me olvidé por completo de todo, pero ahora no tenía tiempo, tampoco quise contestar llamadas ni mensajes, solo recogí mis cosas y me vestí a una velocidad impresionante dejándoles una cuantiosa suma antes de volver a Oradea, aunque lo peor fue darme cuenta de que habían pasado demasiados días, cuando se suponía que serían horas en las que me ausentaría de la vida de Edén.
Solo espero que ella esté bien o no me lo perdonaré…