32. ¿QUÉ HACES AQUÍ?

2093 Words
Carmen Esta semana con mi hija ha sido maravillosa, sin duda valió la pena el sacrificio que hice y más porque la tristeza no adornó su carita ni una vez, y si bien debí decirle sobre la partida de Enrique, preferí dejarlo hasta después para que fuese muy feliz el día de hoy con él, aunque reconozco que sentí muchos celos por la atención que le dio a los sacerdotes el día de la piscina, en especial a Claude, quien hasta hoy sigue provocándome una extraña sensación solo con recordarlo y más con sus palabras que revivieron algunas memorias. A pesar de todo, preferí contagiarme de la alegría de mi hija y pasar esa semana junto a ella apoyándola en la escuela, sus deberes, también hablé con sus maestros y pude ir de compras con ella descubriendo cuánto había aprendido con Enrique y Claude cuando él los acompañó, claro que no creí aprender tanto sobre arquitectura e historia al contarme de las iglesias que visitó, pero cada palabra cargada de su ilusión aumentaba mi esperanza de una mejor calidad de vida para ella. Todo esto, sumado a lo ocurrido con Enrique, me hizo considerar darle a él un mayor espacio en nuestras vidas, o más bien, en mi vida. Su compañía y la paz transmitida, además del apoyo a mi hija, son factores que me han permitido trabajar extensas jornadas a sabiendas de que ella está bien protegida en sus manos, aun cuando no ocurra lo mismo conmigo… Desde hace un tiempo, las constantes ausencias en la vida de mi hija se han debido no tanto a mi trabajo en el restaurante o a un bar cualquiera, sino al club de strippers que está ubicado a las afueras de la ciudad el cual está abierto las veinticuatro horas y aunque es peligrosa su ubicación y los clientes quieren sobrepasarse con las meseras (creyendo que todas hacemos lo mismo que las bailarinas), la paga y las propinas me han permitido sacar un buen capital para despreocuparme una temporada por los problemas económicos, pero también me deja nerviosa por algunos clientes que me han causado inconvenientes en ocasiones, siendo uno de ellos el que se acercaba a la barra… —Luces hermosa esta noche —comentó lascivo detallándome de pies a cabeza. —Gracias, Duca, tan amable como siempre —solté mi falsa sonrisa alegrándolo—. ¿Ya te atendieron? —Sabes que la única a la que dejo atender mi mesa es a ti. —De acuerdo, entonces espérame allá y enseguida te llevo tu orden —el sujeto besó mi mejilla mientras repasaba mi brazo hacia lo largo. Detestaba darles tanta confianza a los clientes, aunque sabía cuáles eran los límites pese a jugármela en la cuerda floja solo por trabajar aquí, pero mi hija lo valía, por ella debía soportar y, a pesar de todo, no me vendía a nadie, solo les daba compañía, palabras bonitas y unos cuantos roces sin permitirles tanto. —Muy bien, una botella de pálinka, mucho hielo y un vaso frío —dije, en lo que organizaba todo en la mesa, pero cuando me disponía a servirle, él me detuvo señalando el puesto de al lado—. Estoy trabajando, lo sabes. —Ahora no hay muchos clientes. —Sí los hay —recalqué incómoda observando a mi jefe quien, como siempre, me dio esa mirada de “tienes que hacer feliz al cliente”. —Solo serán unos minutos, quiero hablar contigo. —De acuerdo —a veces no sé de dónde saco fuerzas para sonreír tanto en este lugar, pero me dolían demasiado las mejillas al terminar. Me senté sirviéndole su bebida, aunque debí rellenar el vaso ya que él lo bebió todo de golpe. —Lo estuve pensando y me gustaría ofrecerte algo. —No creo que… —Por favor, escúchame primero —interrumpió tajante aferrándose de mi cintura—. No quiero ofenderte con esto, no pretendo hacerlo, pero si crees que sería la única forma de que aceptes mi ayuda, entonces quiero pagarte para que estés conmigo. —¿Qué…? —mi corazón se detuvo y más al ver el rollo de billetes que asomó de su saco. —Por favor, no te enojes, es solo que me has rechazado tantas veces, que ya no sé qué más hacer. Te he traído detalles, pido que me reserven en esta zona solo para que me atiendas, te dejo excelentes propinas y todo porque en verdad disfruto tu compañía, pero no sé qué más hacer para ganarme tu confianza. —Sabes que no puedo aceptar esto, es decir… —Te lo suplico —acunó nervioso mis manos entre las suyas—, te pagaré muy bien por cada encuentro, así no te verás afectada por las horas que pierdas aquí y si necesitas un pequeño impulso, sabes que puedo dártelo. Dios, ayúdame… —Creo que deberías enfocarte en el siguiente espectáculo —dije nerviosa al escuchar el cambio de música—. Si me disculpas, debo atender otros clientes antes de que mi jefe me regañe. —¡Claro, claro, ve, no quiero meterte en problemas!, pero piensa lo que te dije —besó mi mano sin apartar sus ojos de los míos—. Mi oferta solo será para ti, Carmen, no quiero a ninguna otra mujer que no seas tú —asentí sonriente y partí a otra mesa. Desde que empecé a trabajar aquí, he pasado por muchos momentos incómodos como ver a algún cliente teniendo sexo con las bailarinas e incluso con algunas meseras que se venden, he sido testigo de las drogas que se comercian, cuando las consumen y, para desgracia mía, también habían querido sobrepasarse conmigo en más de una ocasión. Sin embargo, nunca quise caer en nada de esto, sino que prefería esforzarme en hacer lo correcto y mantenerme limpia, pero no negaré que ver ese enorme rollo de billetes me hizo dudar un instante y más ahora que Enrique se iría de la ciudad. Es posible que pueda aceptar un par de ocasiones suponiendo que la paga sea demasiado buena, a su vez, seguiría con mis trabajos y después renunciaría al bar quedándome solo en el restaurante como antes, al menos así podría asegurar lo que resta de este año, sumado a lo que envíe Enrique para Edén, pues no pienso usar ese dinero con otro propósito… —¡Pero ¿qué locura estás pensando, Carmen?! —me reñí horrorizada solo por considerar esa idea, así que fui al baño a refrescar mi rostro y de paso las ideas—. Mejor me enfoco en trabajar duro como siempre. Continué mi trabajo a lo largo de la noche sin perder el foco un instante y cuando sentía que esa idea volvía a rondarme la cabeza, recordaba lo increíble que me había pasado esta semana con mi hija, la felicidad que irradiábamos y lo mucho que ansiaba repetirlo. —Tomaré un descanso —avisé a mi jefe, quien me entregó otra bandeja con un pedido. —Antes, lleva esto a la mesa diez. Entregué la orden y fui al baño donde terminé bastante incómoda al escuchar a una pareja teniendo sexo en uno de los cubículos, por lo que fui al que estaba en el segundo piso, para mi fortuna estaba vacío, así que me refresqué y estiré mi cuerpo que se encontraba bastante rígido por la agitada noche que teníamos. —Pareces muy tensa —di un respingo al escuchar la voz de Duca detrás de mí. —¿Qué haces aquí? —He esperado toda la noche por una respuesta y quería saber si habías pensado mi propuesta. —Te dije que estaba ocupada y no he tenido tiempo de pensar nada. —Carmen —él me acorraló entre el lavabo y su cuerpo asegurándose de que no tuviera ningún escape—, he sido un caballero contigo y sabes que no busco la atención de nadie, ni siquiera dejo que las chicas se me acerquen. —No es eso, Duca, y aunque te agradezco la preferencia, no creo que sea correcto. —¿No me decías muchas veces que necesitabas el dinero? —Sí, pero… —¡Entonces déjame ayudarte de alguna forma! —exclamó desesperado. —Ya lo haces al venir seguido, hacerme tu mesera favorita y dejarme buenas propinas. —Te daré mejores propinas y también ese p**o, pero por favor, solo te pido unas horas de tu compañía —sus brazos me terminaron de acorralar en tanto sus labios buscaban desesperados los míos. —Duca, no quiero compromisos, no quiero malos entendidos y si acepto, es posible que tú… —¡Será como tú quieras! —aclaró tajante pegándome por completo a su cuerpo— Quizás tú no lo quieras ver, pero eres una mujer increíble, cautivadora y me encantaría ayudarte, por eso haré lo que me pidas y me acomodaré a tus condiciones, solo… —Duca —lo detuve de los hombros al notar cómo se acercaba más a mi boca—, no quiero ofenderte o ser grosera contigo, aprecio lo que haces y agradezco tus gestos y tu trato… —Un beso… —¿Qué? —cuestioné aturdida. —Permíteme al menos un beso, solo uno de tus bellos labios. Ya no sabía qué más hacer o decir, pero debía actuar cuanto antes y si esta sería la única forma de quitármelo de encima… —Si te doy un beso, ¿dejarías de insistir con tu propuesta? —no hay forma de describir la felicidad que se marcó en su cara al decirle eso, de hecho, creo que jamás lo vi tan feliz. —Si es uno bueno, podría soportar unos meses más antes de volver a proponerlo. Sentía el corazón en mi garganta de lo nerviosa que me encontraba y aunque no debía, quise confiar en él por un instante, igual me daría tiempo para alejarlo de mi vida o hacerlo cambiar de parecer. —Está bien, pero espero que me cumplas —comenté entre divertida y avergonzada, pues sabía que esa actitud lo enloquecía de mí. —Lo haré y si quieres me iré enseguida para no molestarte más. Armada con mucho valor, desplacé mis manos hasta su cabello y lo atraje a mis labios comenzando con un beso dulce, quería hacerlo sentir querido, aunque poco a poco nos dejamos llevar a uno más atrevido, pues cuerpo pronto reaccionó por la falta de un hombre en mi vida y sin más, profundizamos hasta rozar nuestras lenguas con la misma pasión en que mis manos revolvían su cabello y las suyas repasaban mi espalda. Todo parecía más increíble de lo que llegué a imaginar y aunque quizás hubiésemos ido más allá, pues él pronto comenzó a rozarme con la dureza de su pantalón, la falta de aire nos hizo separarnos lo suficiente para recuperar el aliento, aunque Duca seguía rozando mis labios dejando cortos besos que desprendían algunas vibraciones en mi cuerpo. —Fue mejor de lo que imaginé —pronunció excitado, en tanto yo seguía aturdida y con una extraña sensación de continuar el beso, pero no lo hice—. Sin duda eres exquisita, Carmen, ninguna mujer me había besado como tú. —Espero que sí pasen muchos meses antes de volver a hacerme la propuesta —bromeé de tal forma, que lo hice reír nervioso. —Lo haré, esperaré y hasta entonces seguiré recordando este beso cada día y cada noche. —Yo tampoco lo olvidaré, aunque ahora deberías irte, te recuerdo que es el baño del personal y no deberías estar aquí. —Está bien. Volveré para terminar mi trago y luego me voy, te espero para despedirme —él se fue dichoso y yo volví a colocar agua en mi rostro intentando controlarme, aunque no pude evitar repasar mis labios mientras me veía en el espejo. En aras de darme un respiro de esta noche tan particular, además de evitar cometer una locura, avisé a mi jefe que estaría afuera durante mi descanso, necesitaba un respiro después de ese caluroso momento y salí a la parte de atrás del local enfocándome en mi hija para alejar a Duca de mi cabeza. —Por fin te encuentro, Carmen, ¿o debería decir: Olya? —un horrible escalofrío me paralizó al escuchar esa voz y me giré angustiada encontrando una vez más su rostro frente a mí. —S-Sonja…, ¿q-qué haces aquí? —Sabes bien por qué estoy aquí, Olya, y no me iré hasta hablar contigo. No puede ser, no ella…
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