Edén
Mina gritaba, el policía gritaba, mamá gritaba, el tío Oskar gritaba, papá gritaba, todo eran gritos y más gritos que ya no soportaba desde que mamá llegó con Mina y el señor policía. Mi tío y mi papá intentaban explicarles lo ocurrido, pero mamá siempre los interrumpía con sus gritos y les decía muchas cosas feas, lo peor era que a papá le dolía más el cuerpo porque intentaba moverse y tenía la pierna y parte de la espalda lastimadas, yo en cambio me escondí en un rincón cerquita de él y me tapé los oídos con todas mis fuerzas, pero ya no quiero más gritos, solo quiero estar con él.
—¡¡¡SILENCIO!!! —grité con todas mis fuerzas y por fin todos se callaron— ¡Ya no más, mamá, ya no griten más!
—La niña tiene razón, señora, entienda que necesitamos saber qué ocurrió con ella y cómo llegó aquí —dijo el señor policía y Mina lo apoyó intentando sentarla en una silla, pero mamá se enojó.
—Tú ni me digas nada, Mina, porque todo esto comenzó por tu culpa.
—¡No es cierto, ella lo hizo por mí! —la defendí.
—Muñequita, creo que deberías esperar afuera, ni siquiera debiste quedarte aquí.
—No me iré, tío, me quedaré aquí porque quiero estar con mi padr… —me quedé callada al recordar que no debía decirle nada a mi mamá, no todavía, pero con su cara decía que me iba a castigar.
—¿Cuál padre, Edén? ¡¿Cómo que tu padre?! —y aquí vamos… Piensa, Edén, piensa…
—Sí, quería venir a la iglesia con el tío Oskar, él trabaja con el padre Enrique y quería conocer la catedral porque tú nunca me traes.
—¿Tío Oskar? No tienes ningún tío y lo sabes.
—Yo le digo así de cariño, pero es el padre Oskar, él me dejó que lo llamara así —mamá se quedó viéndolo al igual que Mina, pero Mina estaba feliz de tenerlo cerca, mamá no…
—¿Y por qué te fuiste sin mi permiso?
—Porque tú nunca me llevas a ningún lado y los niños de mi otra escuela iban a la iglesia, muchas personas aquí también, pero yo nunca fui a una y conozco al tío Oskar porque él va mucho al gimnasio que queda por el restaurante, a él y a mi padre Enrique los conocí allá.
—¿Entraste a un gimnasio?
—Sí, bueno no.
—¿Sí o no?
—Solo afuera, pero mi padre Enrique se corta el cabello con el señor Costel —un largo suspiro… Eso no es bueno…
—Hija, ¿te das cuenta de lo que me dices? Es la mayor ridiculez del mundo, sabes que no vamos a la iglesia, sabes que no tienes tíos ¡y sabes que no deberías salir del restaurante sin mi permiso!
—¡Lo sé!, pero quería venir y mi tío Oskar me protegió, hasta mi papá Enrique me salvó cuando vino ese carro.
—¡¿Salvarte?! Ay por Dios, Edén, ¿qué hiciste? —esta vez sí se sentó en la silla cubriendo su cara.
—Señora Ruso, su hija hizo muy mal en su actuar y en eso coincidimos todos —dijo mi papá con una voz suave y firme, pero creo que también estaba enojado, aunque él no gritaba como mamá—, ella no debió salir sin su permiso y menos si usted no conocía a Oskar, y claro que el accidente se habría evitado, pero le pido que por favor no se desquite con ella.
—Imagino que usted es Enrique.
—Así es, soy el padre Enrique Toledo, el párroco de esta iglesia.
—¿Y es verdad lo que dice mi hija? ¿La conoció con el señor Costel o en el gimnasio? —lo vi en una súplica intentando que me ayudara, pero me veía en silencio.
—Conozco al señor Costel y él le puede hablar de mí, a su hija solo la saludé un par de ocasiones cuando pasaba por el restaurante o cuando llegaba al gimnasio, pero creí que vivía cerca o esperaba a su hermano, no lo sé, nunca le pregunté.
—Claro, porque es muy normal dejar a una niña sola en la calle y que un hombre cualquiera se la lleve como si nada.
—Mucho cuidado con las acusaciones indirectas, señora Ruso, porque usted, aun siendo su madre, no estuvo al pendiente de ella y hoy al menos contó con buenas personas que la cuidaron, pero quizás mañana podría ser alguien que le haga daño.
Por primera vez mamá se quedó callada, yo estaba que salía corriendo a abrazarlo por ayudarme en la mentira, pero creo que también me regañará después.
—¿Cómo ocurrió el accidente? —preguntó Mina.
—Edén atravesó la calle corriendo sin fijarse y un auto apareció, de no ser por el padre Enrique estaríamos en un hospital ahora mismo —dijo mi tío un poquito triste, pero yo sé que no dijo por qué corrí para que mi mamá no me regañara.
—Edén, ¿por qué hiciste todo esto? No me dirás que saliste corriendo solo para ver una iglesia, ¿o sí?
—No, mamá, al comienzo sí, pero corrí porque vi algo y quise alcanzarlo, pero me dio miedo el carro y mi padre Enrique me salvó y se lastimó en su espalda y su pierna, mira… —intenté quitar la sábana, pero él levantó su mano para que no me acercara.
¿Por qué no deja que me acerque? No tiene nada de malo.
—Entonces esto no fue más que un malentendido, señora —dijo el señor policía—, antes debe agradecer que ellos la encontraron, la salvaron y cuidaron hasta su llegada, no creo que se merezcan esos gritos y menos al ser nuestros sacerdotes.
—Oficial, gracias por encontrarla tan rápido, le agradezco la ayuda —comentó mi tío dándole la mano.
—Descuide, padre Lemaire, es bueno saber que la comunidad cuenta con personas de bien y más de la iglesia. Cualquier cosa que necesiten no duden en llamarme.
—Gracias, oficial, y disculpe el alboroto —habló mi papá dándole también la mano.
—Gracias a usted, padre, es un héroe por salvarla, espero que se mejore. Con permiso.
Mi tío salió con él y Mina, pero ahora que tenía a mis padres aquí no sabía si decirle a mamá ya que ella no lo había reconocido, es como si nunca lo hubiera visto.
—¿Mami?
—Suficiente por hoy, Edén, estarás castigada todo el mes y te dejaré en casa con una niñera.
—¡No, mami, quiero venir a la iglesia!
—¡Ni siquiera somos católicas!
—¡No sé qué es eso, pero quiero venir para estar con mi tío y mi padre Enrique!
—Primero, deja de decirle MI padre Enrique porque él no es tu padre, es un sacerdote y no está bien decirle así.
—Pero yo…
—¡Segundo! —habló alto para que me callara—, no volverás a salir a ningún lugar sin mí, lo tienes prohibido.
—¡No es justo! ¡Me traes aquí sin que yo quiera, nos mudamos muchas veces porque TÚ quieres, nos vamos cuando TÚ digas, a donde TÚ digas y cuando TÚ digas, pero si lo digo yo nunca me escuchas!
—No discutiré contigo aquí, así que nos vamos ya mismo a la casa.
—¡No me iré!
—Edén, deja de alzarle la voz a tu madre, ella tiene razón.
—Pero, papá…
—Sin peros, irás de inmediato a casa con ella obedeciéndola en lo que diga. Recuerda lo que me dijiste y ahora mismo estás actuando como una niña mala, ¿y sabes lo que pasará si te portas mal?
Es cierto, le dije a Dios que si no me enviaba a mi padre me portaría mal, pero ahora que lo envió no puedo hacerlo o me lo puede quitar otra vez.
—Pero quiero verte otra vez y quiero cuidarte, por mi culpa estás enfermo en la cama.
—No estoy enfermo, solo herido y esto sanará en unos días, lo importante es que tú estás bien y es suficiente para mí.
—¿Estás enojado conmigo? Por favor, no me castigues igual que mamá, quiero verte.
—Hija…
—Por favor, mamá, haré lo que me digas, pero déjame volver, quiero venir a la iglesia, prometo portarme bien y veré a los lados antes de cruzar la calle como me enseñaste.
—Por ahora vamos a casa, ya causaste suficientes problemas.
—Edén, ve con ella, obedece o me enojaré de verdad —es mejor cuando él se enoja porque no grita como mi mamá y me escucha, pero no quería que se enojara conmigo.
—Está bien, ¿pero me puedo despedir?
—Hazlo rápido, te esperaré —dijo mi mamá cruzando los brazos en el pecho.
—No, mami, quiero estar sola, espérame afuera con Mina.
—Hija…
—Me lo debes por mi fiesta de cumpleaños —un suspiro… dos suspiros…
—Está bien, te espero en el pasillo, no tardes —tres suspiros…—. Padre, gracias por salvarla, le debo la vida misma.
—Descuide, confiaré en que ella la obedecerá esta vez y si necesita niñera, en la entrada de la iglesia hay un cartel con anuncios, tengo entendido que algunas mujeres ofrecen este servicio.
—Gracias, con permiso.
En cuanto ella cerró la puerta, tuve unas inmensas ganas de saltar a los brazos de mi papá, pero la mirada que tenía era muy seria, creo que estaba enojado.
—¿Estás mucho muy enojado conmigo?
—¿Mucho muy? Se dice “¿estás muy enojado conmigo?” y sí, estoy enojado contigo porque le mentiste a tu madre y nos obligaste a Oskar y a mí a hacerlo para que no te diera un castigo mayor, pero sabes que lo mereces, ¿cierto?
—Sí, señor.
—No vuelvas a desobedecerla y pórtate bien.
—Lo haré, te lo prometo, pero quiero volver a la iglesia.
—Hay misa en esta y las otras dos iglesias, afuera de cada una encontrarás los horarios, pueden venir cuando quieran.
—¡¿De verdad?!
—Sí, las puertas de esta y cualquier iglesia estarán abiertas para ustedes, solo haz lo que te pedí.
—¡Lo haré, no te preocupes! —grité feliz al saber que lo vería de nuevo—, estarás feliz de mí y conseguiré que nos veamos, solo cambiaré un poquito mi plan.
—¡Edén!
—¡Solo un poquito! No te voy a perder ahora que estás conmigo —aunque puse mi cara seria como él, mi papa rio bajito y negó con su cabeza. Creo que ya no está tan enojado.
—Ve a casa que no tengo fuerzas para salvarte otra vez.
—Está bien, ¿pero te puedo dar un abrazo?
—No —respondió serio dejándome un poquito triste.
—¿No te gusta que te toque?
—Es mejor que no.
—¿Por qué?
—Ve a casa.
—Por favor, al menos dame la mano o un dedito, solo la punta —estiré mi brazo todo lo que pude, pero él seguía sin moverse—. Solo es un dedito, por favor, cuando me salvaste me abrazaste mucho tiempo.
Esta vez estiró su brazo, no quería, pero al final tocamos nuestros dedos y lo acaricié un poquito con una gran sonrisa.
—Ve a casa, es tarde.
—Sí, papi, mejórate, intentaré saber cómo sigues.
—¡No te escaparás otra vez!
—¡No lo haré, llamaré a Mina, ella me dirá!
—Vas a provocarme un infarto… —dijo bajito haciéndome reír porque lo dijo igual que el señor Costel.
—Me alegra que por fin puedas conocerme, espero que me abraces la próxima vez, porque no me rendiré hasta que lo hagas y admitas que eres mi papá.