28. RECHAZO ABSOLUTO

1849 Words
Claude era el único hombre capaz de viajar con una pequeña maleta donde guardaba los artefactos que usaba para aplicar la penitencia a los pecadores que creían en su palabra y yo que era uno de ellos, me arrodillé desnudo en mitad del sótano divisándolo por medio del espejo que yacía frente a nosotros. En esta ocasión, él impartiría mi penitencia usando La rosa de espinas, este era un artefacto de su autoría que cumplía una doble función, primero, desplegaba unos flagelos hechos con los tallos espinados de las rosas que él modificaba dándoles elasticidad y durabilidad, en cada impacto, las espinas desgarraban la piel introduciendo una toxina que generaba una sensación de ardor insoportable. Así, en lo que él desprendía la primera parte de mi castigo, yo iba confesando mis sueños al detalle soportando cada impacto, cada pedazo de piel desprendida y esa maldita toxina que se apoderaba de mi pecho, pues él no quiso empezar por la espalda. —¿Por qué aceptaste esta petición pese a tu pecado, Enrique?, y más considerando la intensidad de tus pesadillas —cuestionó impertérrito haciendo una pausa después de casi una hora de flagelarme. —Sentí pena por Carmen, estaba en una situación complicada y en su terquedad no me permitió ayudarla económicamente. —¿Y por qué habrías de hacerlo si no eres pariente suyo o de Edén? —No lo sé… —Sí lo sabes —afirmó gélido clavándome una dura mirada—. ¿Por qué? —No lo… —no pude terminar pues él impactó otro golpe en mi cuello, pero no me moví de mi posición al no haber recibido todavía esa orden. —¿Por qué? En silencio, volví a esos días intentando comprender mis irracionales acciones que nada tenían que ver la una con la otra, entonces creí encontrar una respuesta. —Me sentí reflejado en Carmen y de alguna forma creí que si le ayudaba, así como tú me ayudaste en su momento, ella comprendería que lo único importante era pasar más tiempo con su hija. —Entonces te quedaste con ella para alejarla de su madre y así darle una lección a esta. —En parte sí… —¿Y la otra parte? —no me atreví a responder, pero sé que él conoce la respuesta mejor que yo y eso se evidenció por cómo encendió su cigarrillo sin apartarme los ojos un instante—. Acomódate en la posición que más sueles estar en tus sueños. Me puse en cuatro dándole toda la vista de mi espalda, a lo que él dio el segundo uso del dispositivo. El mango poseía una punta con forma de c*****o de rosa que quedó incrustada a centímetros de mi riñón, en un giro completo la flor se abrió y los elásticos tallos cayeron delicadamente en mi piel que seguía sensible por el accidente en el puente. Una vez las espinas se acomodaron, Claude las hizo girar mientras la flor se iba enterrando más, siendo desgarradores círculos los que destruían desde la piel hasta los nervios. —¿Tocaste a esa niña con tus denigrantes impulsos? —N-No… —¿Manchaste su cuerpo con tus fluidos? —N-No… —¿Lo juras en nombre de Dios? —intensificó la tortura queriendo que gritase, pero sabía que no debía hacerlo, no podía ser esclavo de la mentira durante mis confesiones con él. —Lo juro —contesté seguro observándolo a través del espejo y él se detuvo extrayendo la herramienta. —Tus corrompidos pensamientos los he de perdonar In nomine Patris, et Filii, et Spiritus Sancti —dijo persignándome. —Amén, padre. Volví a ponerme de rodillas con el pecho liviano, Claude se sentó detrás de mí en aras de atender mis heridas y arrojó el aguardiente consiguiendo que voltease los ojos por el indescriptible dolor que sentía, pues dicha mezcla con la toxina era peor que la toxina sola. Este acto lo repitió en mi pecho hasta terminar de atenderme y bebimos el restante de la botella hasta vaciarla. —¿Me extrañaste? —Más de lo que imaginas —su redentora mano se paseó en mi cabello brindándome alivio. —Vamos por una ducha y después con la pequeña, estoy harto de este lugar. En mi baño, lo dejé limpiarme como en pasadas ocasiones. Siempre me pregunté por qué hacía eso solo con algunos, pero jamás me atreví a cuestionarlo y menos, porque él se notaba (de alguna extraña manera) cómodo con un acto tan íntimo como ese, un acto que me hacía pensar en Jesús y sus discípulos y aunque comprendía dicho pasaje bíblico, con Claude resultaba diferente, pero no porque fuese lujurioso o perverso, sino desolador. Ya con prendas limpias, nos adentramos a la habitación de Edén quien seguía profunda mientras abrazaba a su osito y en lo que yo recordaba las veces que lo encontraba en mi cama, Claude se adentró en la de ella tomándola en brazos como si la resguardase de algún mal, siendo esa escena la misma que yo tuve con ella en el altar, solo que él mantenía un afligido mirar sobre esa inocente criatura. —El cielo y el infierno te protegerán, mi pequeña —murmuró triste bendiciéndola en la frente, los labios y el pecho—, te prometo que estarás bien. —¿Qué te ha pasado, Claude? ¿Por qué pareces tan inestable? —¿No se supone que es mi estado natural según ustedes? —replicó amargamente. —A mí no me engañas, sé que alguien perturbó una fibra sensible en ti —no dijo nada, solo siguió acariciando la delicada piel de Edén—. ¿Por eso no me quieres contigo ni me has dicho nada al respecto? —Tu trabajo ahora es ocuparte de Oradea, no de mí, Enrique. En momentos como este, creo que eran las únicas veces que no veía a Claude como mi maestro, sino como a mis pupilos, aquellos jóvenes que ansiaban seguir la enseñanza de Dios buscando en estas una esperanza o una redención, la única diferencia era que él se notaba tan vulnerable que solo podía resultar en una de dos formas: un desolador silencio que terminaba con su ausencia o sus demonios atacando a todos los que estuviesen a su alrededor, pero considerando que ella está con él, creo que apostaré a la primera opción. —Claude, ¿sabes lo ocurrido en el puente? —Conoces la respuesta. —Entonces… —quedé viendo a Edén, pensé una a una las vivencias que he tenido con ella y lo ocurrido aquel día— Creo que mejor ayudaré económicamente a Carmen y me alejaré de ambas, por eso quiero pedir… no, más bien, quiero suplicarte que por favor me traslades a otra ciudad en Rumanía. —¿Estás seguro de lo que me pides? —por primera vez posó sus ojos en mí y asentí seguro— De acuerdo, pero con una condición. —¿Cuál? —Deberás esperar una semana, entretanto podrás preparar tu trabajo y empacar tus cosas, lo que hagas con madre e hija es asunto tuyo. —Gracias, padre. Me hinqué en una rodilla junto a él, Claude extendió su mano y besé agradecido el dorso derramando una triste lágrima al saber que no vería de nuevo la sonrisa de Edén, pero esto sería lo mejor para ella. (…) Al día siguiente —Señora Ruso… —Lo sé, padre, lo sé, no tiene que decírmelo —suplicó la mujer al otro lado de la línea queriendo evitar mi reclamo—, pero la paga es muy buena y no puedo darme el lujo de perder estas oportunidades. Por favor, entiéndame y ayúdeme un poco más, le juro que un día le pagaré todo lo que está haciendo por nosotras. —No tiene que pagarme nada, pero es el tiempo con su hija el que… —No se preocupe —me interrumpió ipso facto—, si hago esto, la otra semana conseguiré unos días libres para estar con ella, incluso en el restaurante me darán dos días libres que me deben y podré dedicárselos a mi hija. No me agradaba que se ausentara tanto, pero sería una ventaja a mi favor ya que había obtenido el permiso de Claude para mi traslado, así Edén no tendría que pasar por esta separación sola. —De acuerdo, señora Ruso, pero en cuanto pueda, necesito que hablemos de algo importante y no se preocupe, Edén no hizo nada malo. —Está bien, llamaré a mediodía para que hablemos después de que hable con mi hija. —No, esperaré para que sea en persona. Tenga un buen día, señora Ruso, no la molesto más pues al parecer está bastante ocupada —dije al escuchar a alguien llamarla insistente a lo lejos y ella se disculpó colgando enseguida. No creí que hoy tendría esta noticia cuando anoche parecía haber encontrado cierta tranquilidad después de confesarme, aunque al menos, en lo que Edén estaría en la escuela, yo tendría tiempo para hablar con Claude e intentar averiguar qué le ocurría, pues su actitud seguía preocupándome y más porque prefirió dormir con Edén, algo que él no suele hacer ni con sus amantes. —¿Mi mamá no vendrá? —preguntó la pequeña en cuanto ingresé a la cocina. —No, hay un trabajo que le ocupará mucho tiempo y su jefe le pidió quedarse, pero dijo que te llamará cuando vuelvas de la escuela. —Está bien, esperaré —contestó demasiado tranquila inquietándonos a Claude y a mí, o bueno, quizás solo a mí, ya que él seguía con su cara de pocos amigos mientras leía unos documentos que me había solicitado y bebía el café que ella le hizo. —¿No te molesta no tener a Carmen contigo? —interrogó él y ella negó sonriente. —A veces las personas están felices con el trabajo de mamá y por eso la hacen trabajar más, pero después ella se queda varios días conmigo y nos divertimos mucho las dos. —Muy bien, termina rápido y te cepillas los dientes—ordené tan animado como ella para acabar el tema—, no quiero que se te haga tarde. —Sí, papi —en efecto, extrañaré demasiado su sonrisa…—. Clau, ¿me acompañarás también a la escuela? Quiero que la conozcas. —Si me quieres contigo, iré encantado con mi bello paraíso tropical. —¡¡Sí!! Con mayor entusiasmo, ella apresuró el paso y partimos los tres a la escuela, siendo Claude quien la llevó de la mano escuchando atento cada cosa que ella le contaba sobre su escuela, los maestros y algunos compañeros, pues hasta ahora no consideraba a ninguno su amigo. Sin embargo, me generaba cierto malestar que Claude la incentivara con ideas respecto a sus problemáticas escolares que, si bien eran tontas para un adulto, para ella eran importantes y que él le diera una voz de aliento pareció darle más alegría estrechando a su vez el lazo que hicieron hasta ahora, uno que por algún extraño motivo me irritaba.
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