Enrique
No creí que tan inocente criatura me tendría cual péndulo entre la tristeza y la alegría, pero por algún extraño motivo eso me hacía feliz y más al probar ese exquisito café que despertó tan bellas memorias en mi corazón, sin embargo, ahora debía descubrir un poco más de su pasado.
—¿Necesitas algo más o ya podemos hablar? —pregunté inquieto.
—¿Me das la mermelada que me dejó mi tío Oskar, por favor? Es rica con las galletas de Mina —le entregué el frasco grabando en mi mente los pequeños gestos que hacía al esparcirla.
—¿Por qué quieres tanto a Oskar como para llamarlo “tío”?
—Porque los dos son padres, pero yo no puedo tener dos papás porque tú eres mi papá.
—Sí, eso lo dijiste antes, pero ¿por qué decidiste hacerlo tu tío? ¿No conociste alguno de parte de tu madre?
—No.
—¿Y a Mina por qué no la llamas tía?
—Porque es mi mejor amiga, pero si ella y mi tío Oskar son novios, entonces será mi tía.
A veces no logro comprender del todo la lógica de esta niña, pero su inocencia e inteligencia son admirables.
—¿Y no tuviste otro tío antes de Oskar?
—Nunca tuve un tío, pero mis amigas de las otras ciudades se divertían mucho con los suyos y algunos jugaban conmigo. Ellos eran buenos como mi tío Oskar, pero mi tío es más bonito y lo mejor es que él no me sube la falda como el tío de una amiga. Siempre me molestaba con eso en la guardería cuando nos buscaba.
Me encantaría que esto fuese una broma, pero considerando la mención de la guardería, puede que sea este el hecho que dijo Mina.
—Explícame eso que te levantaba la falda —solicité guardando una pequeña esperanza en mi interior.
—Él nos recogía en la guardería y a veces me quedaba en la casa de mi amiga porque nuestras mamás trabajaban mucho, pero a mi amiga y a mí no nos gustaba estar allá porque él nos molestaba, nos subía la falda y nos tocaba por todas partes.
Dios, dame la fortaleza para no cometer una locura frente a ella.
—¿En dónde las tocaba y cómo lo hacía? —deseé que la respuesta fuese otra, pero Edén estrujó muchas partes de su cuerpo que me hicieron empuñar las manos con furia, aunque fue peor cuando tocó sus partes íntimas y su pecho, instante en que esquivé la mirada pues no soportaba la idea de que ese asqueroso infeliz la tocase—. ¿Te hizo algo más?
—No, pero él muchas veces quería que nos bañáramos los tres desnudos y yo le decía que no porque mi mamá dijo que no me bañara con desconocidos, pero un día vi algo que puso mucho muy triste a mi amiga. Ella me dijo que él le hacía eso cuando no estaba su mamá.
—¿Qué viste, Edén?
—Él vivía en un carro largo que estaba atrás de la casa. Se llevó a mi amiga allá mientras yo estaba en el jardín dibujando, pero escuché un ruido raro y ella gritó bajito, pensé que se había caído y fui a ayudarla, pero primero me asomé por la ventana.
—¿Y qué viste?
—A ella acostada en el suelo sin la blusa y con la falda un poco levantada, pero no mucho.
—¿Y él?
—Salió del baño desnudo, se sentó junto a ella y le dijo que no hiciera ruido, que debía portarse bien si quería que le diera unas gomitas, pero a mi amiga no le gustaba estar ahí, lo sé porque lloraba sin hacer ruido cuando él metía la mano bajo su falda.
—D-Dios… —no sé por qué, pero al darle un sorbo al café, podía sentir un poco de fortaleza en esta tormenta—. ¿Le hizo algo más?
—No sé qué le hacía, pero escupió su mano y volvió meterla debajo de la falda, mi amiga lloró más, creo que le dolía y también la lastimó porque vi sangre en sus dedos cuando volvió a sacar la mano. ¿Y sabes qué más hizo? —negué horrorizado— Probó la sangre, fue raro, pero ya sabía que él lo hacía porque mi amiga me dijo, aunque fue raro que se la llevara a su carro ese día.
—¿Por qué?
—Porque él nunca hacía eso cuando yo estaba en casa con ellos, por eso a mi amiga le gustaba que la acompañara.
—Edén, ¿este hombre alguna vez te hizo lo mismo o algo parecido? —negó tranquila extendiéndome una galleta con mermelada, que no sé cómo me la comí sin vomitar.
—¿¡Quieres que te muestre lo que hizo!? —preguntó feliz provocándome un escalofrío.
Antes de darle una respuesta, ella corrió hasta su habitación trayendo su cuaderno de dibujos y buscó entre varias páginas hasta dar con una donde ilustraba la escena descrita: el sujeto sentado, la niña acostada siendo perpetrada por él e incluso las lágrimas que bañaban la triste carita de la pequeña.
—¿Alguna vez le dijiste a Carmen?
—Sí, lo hice cuando le conté que mi amiga había llegado con muchos morados en el brazo que le había hecho su tío, después le dije que él nos tocaba y se reía de nosotras cuando le decíamos que no lo hiciera. Mi mamá se enojó mucho con él y no me dejó volver a esa casa.
—Edén… ¿En verdad este hombre no te hizo nada más? Por favor no me mientas, necesito que seas sincera conmigo —negó segura a pesar de mi súplica, pero yo seguía asqueado y horrorizado hasta los huesos temiendo lo contrario—. ¿Sabes qué pasó después con tu amiga o si hay alguna manera de contactarla?
—No lo sé porque nos mudamos dos días después a otra ciudad, pero tengo su dirección, la anoté el primer día que fui.
Ella pasó a otra página enseñándome la dirección, aunque debí detenerla al detallar los demás dibujos donde estaba (supongo yo) con esa niña que siempre dibujaba triste, solo en una imagen aparecía sonriendo y, según me explicó Edén cuando cuestioné esto, fue porque ese día partieron a una excursión con sus amigos del colegio. Sin embargo, me fue imposible no esquivarla unos minutos con una tonta excusa que le di con tal de darle la espalda para llorar por aquella pequeña, quien de seguro debe estar viviendo bajo ese calvario aún al día de hoy.
—Papá, ¿puedo comer más galletas? —mojé un poco mi rostro evitando que ella notase mis lágrimas y detallé su inocente faz.
—Fueron muchas por hoy, mejor ve a limpiarte que saldremos un rato al parque —excusa suficiente para que saliera corriendo feliz.
Ya a solas, aproveché para sacar otro móvil que tenía escondido y marqué a Christian, quien por suerte no tardó en contestar.
—Hijo, hablas con Enrique, no tengo mucho tiempo y no quiero que Claude sepa de esto, pero necesito un favor.
—Claro, lo que sea.
—Necesito que busques una dirección y también confirma si esa familia sigue viviendo ahí, en cuanto tengas el dato avísame por este mismo número.
—De acuerdo, ¿pero hay algo que deba saber?
—Te explicaré después, por ahora ayúdame con eso por favor.
—Lo haré, no te preocupes.
Al menos no tenía que darle tantas explicaciones al saber cómo era Claude de quisquilloso, pero no puedo recurrir a cualquiera y menos tratándose de un tema tan delicado, por suerte Edén es una niña tan inteligente, que no solo anotó la ciudad, la dirección y los nombres de los integrantes de esa familia, sino que también dibujaba lo suficientemente bien para sacar varios detalles en la descripción de cada uno. Ahora lo único que espero es que esa niña esté bien y lejos de ese sujeto, anhelo de corazón que todavía no la haya… que no…
Dios, protégela, solo protégela hasta que pueda salvarla…
(…)
Después de casi una hora batallando con Edén porque no sabía qué ponerse, luego el dilema con su peinado y finalmente el desvío que hicimos hasta la casa por su cámara porque quería retratar muchas fotos en nuestra salida, al fin llegamos al parque donde ella no tardó en retratar sus primeras fotografías siendo yo el foco principal de estas.
—Deberías retratar los árboles o a las ardillas, no a mí, Edén.
—Quiero fotos tuyas y tú también me tomarás algunas —me entregó la cámara, siendo yo quien ahora debía retratarla.
Admito que fue un poco agotador convertirme en su fotógrafo personal, en especial cuando se la pasaba llamando mi atención sin cesar, aunque fue su entusiasmo lo que me permitió calmar los horribles sentimientos producto de su anécdota, así como sus risas silenciaban mis pensamientos. Sin embargo, cuando volvíamos a casa luego de una hora en el parque, nos quedamos en la plaza frente a la iglesia donde yo compraba algo para comer entre los dos, entonces su grito me alarmó consiguiendo que corriese hasta ella.
—Edén, ¿qué ocurre? —su carita estaba bañada en llanto mientras señalaba hacia la fuente.
—Se cayó mi cámara, es mucho muy importante para mí porque me la dio mi mamá.
Era una tontería, pero es obvio que ella no pensaba igual, por lo que saqué la cámara notando que no tenía arreglo y en el fondo ella lo sabía, razón por la cual lloró más que antes.
—Ya, pequeña, solo es una cámara, no es el fin del mundo.
—¡Pero es mucho muy importante para mí!, fue el segundo regalo que me dio mi mamá con mi osito y los cuido mucho —frotó sus ojitos estrujándome el corazón.
Dios, a veces tus pruebas son más difíciles a las de Claude, pero solo a veces.
—Hagamos algo, tu limpiarás esa carita tan bella que tienes y yo buscaré un lugar donde puedan arreglarla.
—Pero se mojó toda.
—Pero no sabemos de cámaras y quizás tenga arreglo, no pierdas la fe todavía, ¿sí? —asintió más tranquila.
Por suerte encontré un lugar al que partimos enseguida, pedí a Edén que le diera una vuelta a la tienda y yo me quedé con el encargado explicando lo ocurrido, pero desgraciadamente el daño era irreparable y para colmo de males, él no tenía otra igual al ser un modelo descontinuado.
—¿No podría recuperar al menos las fotografías? —pregunté angustiado.
—No le prometo nada, pero podría intentarlo —el hombre partió a otra habitación y yo me acerqué a Edén quien estaba feliz viendo las cámaras—. ¿Te gusta?
—Sí, es muy bonita, se parece a una que vi con mamá hace un tiempo. ¿El señor te dijo si tenía arreglo? —negué cabizbajo y ella entristeció de nuevo estrujándome el corazón—. Lo sabía, mi mamá se enojará conmigo.
—No lo hará, fue un accidente —suspiré frustrado y me hinqué frente a ella anhelando abrazarla para calmar su congoja—. No estés triste, pedí que al menos intentaran recuperar las fotos, pero si quieres podemos adquirir otra cámara.
—Pero esa era…
—Lo sé, lo sé, era muy importante para ti, pero igual puedes conservar esta al ser un bonito regalo de tu mamá y usar la que yo te daré, y me aseguraré de que sea resistente al agua.
—¿Cómo?
—Hay cámaras especiales, el señor nos ayudará a buscar una que te sea fácil de usar y tomarás muchas fotos como tanto te gusta.
—¿También puedo tomarte fotos y otras donde estemos juntos? —cuestionó tímida haciendo un mohín muy bello que me sacó una sonrisa a medias.
—Está bien, pero ya conoces las reglas conmigo —asintió más tranquila en lo que volví los pasos hacia el encargado.
No sé qué tiene ella que descontrola mi vida al punto de doblegarme, pero presiento que obsequiarle esta cámara será algo de lo cual me arrepienta después…