Enrique
—Papá… —era la voz de Edén, se escuchaba como en mis sueños—. Papá…
—Enrique, concéntrate… —¿Claude…?
Aun con el dolor de las cuchillas atravesándome y las piedras queriendo incrustarse en mis venas, recordé el estado de ella, sangraba en alguna parte de su cabeza o quizás en su rostro, no lo sé, pero no había calidez en mi cuello cuando la cargué…
—¿Por qué no había calidez, Enrique? —de nuevo la voz de Claude—. ¿Por qué?
Ella no respiraba…
Abrí los ojos intentando salir a la superficie, pero seguía enganchado, me enfoqué en tratar de comprender el sistema y me aferré de las cuchillas a medida que giraban, dando un fuerte impulso que desgarró una parte de mi espalda, pero poco o nada me importó una vez conseguí salir pues necesitaba revisarla cuanto antes.
—Edén… Resiste un poco, ya voy…
Escalé como pude logrando llegar al barandal donde algunas personas me ayudaron a salir, a lo lejos escuchaba sus voces alertando sobre la sangre, la sirena de la ambulancia también se hacía más fuerte, pero mis ojos solo la buscaban a ella, quien estaba en medio de un círculo de gente junto a otro hombre que intentaba auxiliarla, entonces corrí hasta ellos como pude arrojándome a su lado.
—¿Cuánto tiempo pasó desde que salió? —pregunté desesperado revisando sus signos vitales.
—Quizás dos o tres minutos —demasiado tiempo sin oxígeno.
—Vamos, Edén, no puedes hacerme esto, no ahora —dije desesperado comprimiendo su pecho rápidamente al no haber pulso—. Vamos, pequeña, despierta.
Ella no reaccionaba, su pulso no aparecía y la palidez era peor, pero si hubo algo que aniquiló mis nervios fue la sangre en su ropa que me hizo volver por unos segundos a mis pesadillas, mas fue el mismo grito desgarrador de ella en mi mente pidiéndome ayuda lo que me hizo volver en sí y, negándome a perderla, cubrí su nariz y comencé a darle respiración boca a boca, intercalándolo con las compresiones en el pecho. No sé cuántas fueron, ni sé cuánto supliqué a Dios que me ayudase, pero en la desesperación, encomendé su vida al mismísimo diablo en cuanto sentí que alguien me apartó de ella, era uno de los paramédicos.
—¡Muévete!
Aparté al infeliz, la cubrí con las mantas que tenían a la mano y seguí con el RCP, pues me negaba a que ella muriese, me negaba a darle la victoria a mi pecado y cuando más me encomendé al diablo, fue cuando este escuchó mi súplica haciendo que ella tosiera, devolviéndome con ello la vida misma.
—¡Edén!
La dejé que siguiera tosiendo el agua en lo que yo le daba calor al frotarla sobre las mantas, sentía muchas manos tocar mi maltrecho espaldar, pero el dolor en mi ser era lo que menos me importaba, pues el sonido de su vida era lo que mi alma necesitaba.
—Edén, ¿estás bien?
—P-Papá… —levantó su carita tosiendo cada vez menos, mas fue ese llanto lo que se convirtió en un arma de doble filo para mí—. No me dejes.
—Aquí estoy… Aquí estoy… —murmuré feliz acunando su carita.
La abracé con todo mi ser siendo su llanto igual al de un recién nacido, pues ella había luchado por sobrevivir para quedarse conmigo, pero el mareo que me invadía me indicaba que algo no estaba bien.
—Mis heridas…
—¡Rápido, debemos llevarlo cuanto antes a urgencias! — gritó alguien a lo lejos.
Sabía lo que me pasaba, sabía que podía morir, pero al menos estaba en paz al saber que la había salvado y sus ojos fijos en mí, aun cargados en preocupación, era mi mejor última vista.
(…)
Edén
Muchas horas pasaron desde que llegamos al hospital, pedí que llamaran a Mina porque no sabía cómo llamar a mamá, ella llegó rápido y me está acompañando desde entonces, pero me preocupaba que todavía no nos decían nada de mi papá.
—Mina, ¿Dios se llevará otra vez a mi papá? —ella me abrazó al verme llorar.
—No pienses así, recuerda que Enrique es muy fuerte y él saldrá de esto, solo debemos ser pacientes.
—Pero no nos dicen nada.
—Lo sé y ya le pregunté a la enfermera, pero solo dicen que debemos esperar.
—Quiero verlo, Mina, necesito saber que está bien.
—Iré a preguntar otra vez, aunque me preocupa más que no sé nada de tu mamá, se supone que debió llegar hace horas a la casa y no contesta.
Es horrible, mi mamá desaparecida, mi papá herido y yo sin saber qué hacer.
—¡Mejor voy yo!
Me levanté limpiando mi cara y me alejé, pero no en dirección a la enfermera, sino a la puerta por donde se llevaron a mi papá, Mina intentó detenerme cuando corrí con todas mis fuerzas, pero logró alcanzarme y cuando estaba a punto de liberarme, el doctor salió por la puerta pidiéndonos que nos calmáramos.
—¡¿Cómo está mi papá?! ¡¿Dios se lo llevó?! ¡DÍGAME! —le grité mucho muy preocupada.
—Tranquila, él está bien.
—¡¿Lo ves, tontita?! ¡Te dije que él estaría bien! —gritó Mina abrazándome feliz, el doctor también sonreía y supe que era verdad—. Por favor, doctor, díganos cómo está antes de que ella haga otra locura.
—Descuiden, antes diría que el señor Toledo tiene mucha suerte de salir con vida. Nos tardamos porque supe que un reconocido doctor estaba aquí y quise que nos auxiliara, gracias a él logramos atender los daños severos que por poco comprometen la vida del paciente, así como también estuvo a punto de quedar inválido.
—Dios santo, ¿pero está bien? Es decir…
—No se preocupe, señorita, este doctor hizo un excelente trabajo y ahora solo debemos esperar a que despierte el señor Toledo, pero en unas semanas recuperará todas las funciones motoras, aunque es un milagro que no muriese en el río dada la gravedad de sus heridas.
—¿Puedo ver a mi papá? —pregunté un poquito más tranquila.
—Por ahora es mejor que descanses, tú también tuviste…
—¡No me importa! —grité desesperada.
—¡Edén! Ya basta de hacer escándalos.
—¡Es mi papá y tengo derecho a verlo, Mina!
—Disculpe, doctor, pero…
—Está bien, si prometen no hacer más escándalos, dejaré que lo vean unos minutos, pero quiero que después vayas a descansar, Edén, o tu papá estará muy triste si sabe que no obedeces nuestras recomendaciones —dijo el doctor regañándome bajito.
—Me portaré bien, pero lléveme con mi papá.
Mina me tomó de la mano y seguimos al doctor por unos pasillos largos hasta llegar a una habitación donde estaba durmiendo mi papá, también había otro doctor escribiendo unas cosas en unas hojas, pero no pude verle la cara porque tenía una mascarilla, aunque él sí se nos quedó viendo muy serio.
—Será unos minutos. Ella es Edén, su hija, y ha estado muy preocupada por él —le explicó el doctor que nos trajo al otro.
—No se preocupe, dadas las circunstancias creo que es lo mejor y más porque el paciente ha preguntado por ella —dijo el doctor con máscara.
—¿Mi papá está despierto?
—No, muñequita, pero aun dormido menciona tu nombre. Sin duda debe ser muy grande su amor por ti si se atrevió a salvarte a costa de su propia vida.
—Es un héroe —dijo Mina apretando mi mano.
El doctor que nos trajo se fue para atender otro paciente y nosotras nos quedamos con el otro señor, pero yo estaba triste porque tenían vendado todo el cuerpo de papá.
—¿No estás cansada? —preguntó el doctor dándome una manta.
—Un poquito, pero no quería dormir hasta ver a mi papá.
—Bueno, no tendrás de qué preocuparte, en cuanto supe del caso, ingresé al quirófano para atenderlo. Es una suerte que llegara justo cuando me iba, unos minutos más y no me habrían alcanzado.
—¿Usted es el doctor que ayudó a mi papá a caminar?
—Hice más que eso, te lo aseguro.
—¿Y debo cuidarlo con algo en especial?
—Por ahora los dos deben descansar, después te daré las instrucciones para que lo atiendas en casa y pronto volverás a jugar con él, pero no podrá cargarte durante una o dos semanas hasta cicatrizados los puntos.
—No se preocupe, yo le daré todas las medicinas, le tomaré la temperatura, también le preparé su café favorito con tostadas y le daré mucha fruta y proteína, y no dejaré que haga ejercicio para que no se lastime —él y Mina rieron bajito, entonces el señor se bajó la máscara y acarició mi cabello.
—Si lo cuidas así de bien sanará más rápido, ya lo verás. Por ahora dejaré que se queden y ordenaré que te traigan una camilla para que descanses.
—Gracias, doctor, eso sería excelente y más porque no ha querido dormir desde que llegó —dijo Mina cerrando un poquito sus ojos como regañándome y yo la miré igual por delatarme.
—Descuide, aquí estarán bien.
—Doctor, sé que debe tener otros pacientes, ¿pero puede cuidarla unos minutos en lo que intento llamar a su mamá otra vez? No tardaré, lo prometo.
—Vaya tranquila —Mina se fue y yo me senté junto a mi papá acariciando su cabello.
—Aquí estoy, papá, el doctor te salvó y dijo que pronto iremos a casa para cuidarte. Te haré todos los días el café de Joan para que estés feliz.
—E-Edén… —papá dijo muy bajito mi nombre, casi grito de la felicidad, pero dije que me portaría y por eso no lo hice.
—¿Papá, estás despierto? —no respondió, vi al doctor y él negó con su cabeza poniéndome un poquito triste—. No me iré, papá, el doctor me dejó quedarme y estaré contigo —besé su mejilla y él me sonrió sin despertar.
—No sé si fue Dios o el diablo —habló el doctor—, pero es un milagro que él siga con nosotros, así como también es un milagro que te salvara.
—No creo que sea Dios.
—¿Por qué lo dices?
—Dios se lo llevó hace mucho y casi me lo quita hoy, por eso estoy enojada con él.
—¿Crees que el diablo lo ayudó?
—Si no lo hizo Dios y tampoco nos envió un ángel para ayudarnos como ayudó a Abraham cuando iba a pegarle a su hijo, entonces sí, creo que el diablo nos ayudó, pero no le diga a mi papá o me regaña —el doctor rio de nuevo acariciando mi cabello.
—Eres una niña muy particular, pero si tú lo dices, te creo.
—Gracias. Por cierto, soy Edén, ¿cuál es su nombre?
—Soy Jules, es un placer conocerte, Edén.
—Gracias, lo mismo, aunque habla un poquito chistoso.
—Es porque soy de otro país.
—¿Italia?
—No, pero cerca. ¿Conoces Italia?
—No, pero quiero un día mi papá me lleve porque vivió muchos años allá y hay cosas bonitas, comida muy rica y también estoy aprendiendo italiano. Sé decir “¡Ragazza, ragazza! ¡¿Perché, ragazza?!” —hablé imitando a papá esa vez y el doctor rio bonito, aunque el doctor Jules era muy bonito como mi papá y también tenía un cuerpo fuerte.
—Tendré pesadillas si dices eso otra vez.
—¡Papá!
Por fin mi papá despertó, pero de saber que debía hablar italiano para despertarlo, lo habría hecho antes.