Enrique
—¿Está bien, doctor? —preguntó Edén preocupada en lo que él terminaba de revisarme.
—Mejor de lo que esperaba. Esa es la ventaja de darle medicamentos especiales —maldición, no puede ser…
—Edén, déjanos a solas un momento —ordené lo más firme posible.
—No, te estoy cuidando y el doctor Jules me dejó a cargo.
—Descuide, señor Toledo —habló él inyectándome algo—, ya habrá tiempo para preguntas. Mejor disfrute el tiempo con su hija, Edén ha estado muy preocupada por usted.
—¿Ella está bien?
—Es una niña muy fuerte al igual que su padre, y con unos pensamientos bastante curiosos.
Maldito infeliz… ¿Qué habrá dicho Edén para que ese sujeto diga eso con tanta perversión?
—Papá, ¿me puedo casar con el doctor Jules cuando sea grande? —creo que todo dolor se desvaneció con esa pregunta, pues no tardé en sentarme.
—¡Sei pazza, ragazza! —exclamé furioso, pero ella seguía risueña.
—No sé qué dijiste, pero él es muy inteligente, te salvó la vida, me dejó quedarme contigo y es muy lindo, tiene casi tu edad, pero quiero casarme con él.
—En realidad soy mayor. Casi trece años más que tu padre.
—¡Es increíble! ¿Escuchaste, papá? El doctor Jules es más viejo que tú y se ve mucho muy joven. ¡Quiero casarme con él!
—Doctor, déjenos solos antes de que cometa una locura por favor —el idiota se fue reído de la vida dándome una silenciosa advertencia antes de salir, pero después me ocuparé de él—. ¿Se puede saber qué pasa por tu cabeza para decir semejante disparate?
—Mina dice que debo buscar hombres que tengan buenas características y él las tiene, además, sus brazos son mucho muy grandes y tiene varios tatuajes como tú, eso me gusta.
—Jovencita, no tendrás novios hasta los cincuenta años, así que olvídate de esa absurda ridiculez.
—¿Estás celoso? —menos mal ese idiota de Claude no está aquí o no lo soportaría al colocarse de su lado solo para mofarse de mí—. Tranquilo, aunque me case con él, tú seguirás siendo mi número uno —la suavidad de su voz y su agarre en mis dedos disminuyó mi furia, volviéndome para mí desgracia a la realidad que vivimos desde quién sabe hace cuánto.
—Edén, ¿en verdad estás bien?
—Sí, solo un poquito cansada, pero Mina está conmigo y salió a llamar a mi mamá porque no contesta desde hace horas.
—¿Tuviste alguna herida grave?
—Sí, el otro doctor dijo que tuve un fuerte golpe en mi cabeza, pero recuerdo todo y solo me hicieron unos puntos atrás en mi cuello —se volteó enseñándome el vendaje, mismo que levanté detallando que no era tan pequeña esa herida, pues son siete puntos los que ahora decoran su delicada nuca.
—Perdóname, Edén, no debí abandonarte en tu casa —cubrí la sutura con cuidado, y con la culpa en mis venas.
—Pero me salvaste.
—Lo sé, pero no habría sido necesario si al menos te hubiese acompañado hasta que llegase tu mamá… Todo esto es mi culpa.
—No importa, estabas muy triste desde la mañana y creíste que si estabas solo sería mejor, pero ya ves que estás mejor cuando estoy contigo.
—¿Por qué crees que estaba triste?
—Porque casi no comiste ni bebiste tu café y nunca me dejarías sola como lo hiciste, por eso sabía que no debías estar solo y te seguí, pero tú eres mi héroe porque me salvaste en el río.
Me encantaría decirle que ella fue quien me salvó, solo que no tuve la fortaleza para hacerlo al acariciar mis dedos con su inocente descaro de siempre. Sin embargo, ahora tenía otro problema al rojo vivo con la presencia de Jules aquí, al menos agradecí que Mina apareciera pronto para llevarse a Edén, pero aun cuando interrogué a ese sujeto, dijo que solo fue una casualidad su presencia en la ciudad al dar una conferencia en el hospital y aunque no teníamos cuentas pendientes, sí le pedí que no le dijese nada a Claude.
—Debería informarle, Enrique, sabe que es una pieza invaluable para él —advirtió en el tono crítico de siempre.
—No es asunto suyo o de Claude, y sabe bien que él no se anda con juegos.
—Creo que él diferiría, pero comprendo lo que dice, igual mis labios estarán sellados hasta que él me busque y es cuando deba hablar.
—Comprendo, por ahora solo mantenga silencio y evitemos que sus manos lleguen a Rumanía.
—Como quiera, usted ocúpese de su recuperación que igual lo dotaré con buenas dosis para que pueda continuar su vida y en una semana estará como nuevo.
—Creí que las heridas eran profundas.
—Solo algunas, eran peores las que se hizo antes del incidente y como ya estaba lastimado, es normal que perdiese tanta sangre.
—Gracias igual por la intervención y su silencio.
—Es un placer. Después le enviaré la cuenta de cobro, a no ser que decida contarle a Claude para incluirlo en la nómina.
Detestaba deberle algún favor, pero por ahora es mejor él que Claude, aun así, resulta intrigante su presencia en Oradea, así como también lo es mi accionar con Edén, pues no termino de comprender cómo pude acercarme tanto para darle respiración boca a boca sin sucumbir a mis bajos instintos y tampoco el cómo ella me obliga a cometer actos tan peligrosos, pues aun si no hubiese aparecido esa máquina en el río, la corriente había incrementado por la lluvia los días previos logrando arrastrar su cuerpo.
Decidí no darle mente a los hechos y me enfoqué en mi recuperación los siguientes días, también, con Mina y Edén, hicimos un voto de silencio para no contarle lo ocurrido a Carmen, pues resultó que ella había llamado a mi casa avisándome que trabajaría en una casa a las afueras de la ciudad los siguientes dos o tres días, y como Edén y yo volvimos a mantener la distancia por petición mía, no necesitábamos un cuestionario el resto de la semana, aunque a Mina sí debí mentirle para evitar otra sarta de preguntas, lo increíble fue que Edén tomó la delantera diciendo que se había subido en el puente a mis espaldas porque quería estar a mi altura, desencadenando la caída y posterior rescate.
Supongo que para bien o para mal, esa niña me salvó en más de un sentido y ahora le debía algo por casi dejarla morir.
(…)
Edén
Una semana pasó desde el incidente, papá ya estaba mucho mejor y sus heridas sanaron bien, pero todavía estaba triste, me sonreía todos los días, pero yo sabía que lo hacía para no preocuparme, igual no le decía nada, sino que le sonreía y lo cuidaba mucho para que no estuviera solo, lo mejor fue que seguí quedándome en su casa y todas las noches podía estar en su habitación para darle la medicina mientras hacíamos conejitos con nuestros dedos. Sin embargo, hoy, por primera vez, se levantó muy tarde y ha estado corriendo por todas partes, creí que se le pasaría, pero ahora que llegué de la escuela, él sigue corriendo como loco.
—Edén, sé que estás cansada y ya tienes una rutina conmigo, pero debo ir a una reunión en el instituto y no puedo llevarte.
—Está bien, ¿quieres que me quede con tu asistente?
—No está, así que debes quedarte sola aquí, yo te llamaré varias veces y sí o sí debes contestarme, ¿entendido? —dijo rápido dejando mi almuerzo en la mesa.
—Sí, papá.
—Muy bien. Y no tienes permiso de salir sola, ni siquiera a la iglesia o a mi oficina y por nada del mundo le abrirás la puerta a los desconocidos, solo a Mina, tu mamá y yo, aunque yo llevo mis llaves.
—No te preocupes, haré todo lo que me dices. Contestaré cuando llames, no saldré a menos que haya un incendio o un terremoto y tampoco abriré la puerta a los extraños.
—¿De verdad estarás bien? No creo que sea buena idea dejarte.
—Estaré bien, ve tranquilo o llegarás tarde a la reunión.
—Entonces ven para que pongas la cadena en la puerta, antes de que venga te llamaré para que la quites y abriré con mis llaves —él estaba muy nervioso, pero hice caso a todo y me despedí lanzándole un beso desde la ventana donde lo vi alejarse, yo estaba un poquito triste porque estaría sola, pero no importa, lo esperaré aquí.
Cuando papá entró al edificio, cerré las cortinas y regresé a la cocina terminando mi almuerzo, la casa se sentía muy sola sin él, así que recogí mi maletín y fui a mi habitación, pero todas las puertas estaban cerradas y el pasillo muy oscuro, excepto por un poco de luz que salía del cuarto de mi papá y del mío, entonces un hombre abrió más las puertas, creí que era un ladrón y casi grito fuerte, pero no lo hice.
—Mira nada más qué tenemos aquí, ¿acaso una gatita perdida se nos ha colado en casa?
—No soy una gatita, soy una niña.
—Sí sabes que soy un extraño que podría lastimarte, ¿cierto? —asentí—. ¿Y no tienes miedo?
—No, eres bueno.
—¿Cómo lo sabes?
—Porque tienes la misma ropa negra con la cinta blanca en el cuello que usa mi tío Oskar y mi papá Enrique.
—Interesante… —el señor abrió por completo las puertas y pude verlo mejor gracias a la luz. Él es mucho muy lindo y tiene unos ojos oscuros que brillaban de una forma rara—. ¿Cómo te llamas, gatita?
—Ya te dije que no soy una gatita, soy una niña y mi nombre es Edén. ¿Quién eres tú? ¿Eres amigo de mi papá y mi tío?
—Digamos que soy un ángel muy travieso —colocó sus manos atrás y se acercó a mí—. Dime, Edén, ¿tienes algún plan para hoy?
—Debo hacer mis tareas y esperar a que vuelva mi papá Enrique de su reunión.
—Las tareas son aburridas, mejor vamos a jugar.
—No puedo, debo hacer mis tareas primero o mi papá se enojará, después puedo jugar, pero si quieres puedes colorear en mi libro mientras yo las hago, solo tengo dos tareas y son fáciles.
—Muy juiciosa mi gatita. Está bien, te ayudaré con los deberes y luego nos divertiremos haciendo una travesura.
—Mi papá se puede enojar y está muy triste desde hace días.
—Vamos, Edén, tengamos un día entretenido, te prometo que esta travesura traerá algo bueno.
—¿Qué cosa?
—Si me ayudas a hacerla, te demostraré que Enrique se preocupa mucho por ti aun cuando no caigas de un puente.
—¿Cómo sabes del puente?
—Un pajarito me contó —me extendió su mano dándome un chocolate—. Es para ti, escuché que te gustan los dulces y te hice este.
—Mis padres dicen que no puedo hablar con extraños y no sé quién eres.
—Si te digo mi nombre, ¿harías esa travesura conmigo?
—Quizás, pero no quiero problemas con mi papá, así que debes decirme primero la travesura.
—Que gatita tan astuta la que tengo aquí —ronroneó chistoso como los gatos pellizcando mi nariz—. Mi nombre es Claude y es un placer estar ante el paraíso de mi súbdito —esta vez cogí el chocolate y él acarició mi mejilla sonriendo un poco loquito, pero se veía bonito.
—Gracias, Claude, siempre quise conocerte.
—¿Ah sí?
—Sí. Sé que eres el superior de mi papá y mi tío y eres mucho muy importante en la iglesia, pero no sé por qué le quieres hacer una travesura a mi papá.
—Para demostrarte que él te quiere de verdad y se preocupa mucho por ti.
—¿Y lo demostrarás con una travesura?
—Confía en mí, gatita, el tío Claude es un ángel muy travieso que sabe cómo divertirse.
Quizás sí sea divertido estar con él, aunque Claude no es como me dijo papá, pero eso lo descubriré hoy.