Enrique
La basura estaba dispersa en el suelo, la comida regada en el mesón de la cocina, un jugo seguía saliendo del enorme frasco caído en la silla, media docena de huevos partidos en la mesa, un café en la taza que parecía tierra húmeda, yo apoyado en la pared con ganas de morirme y ella exclamando trágica las palabras que me salieron en italiano, haciendo incluso la imitación con las manos siendo esta la burla final de su fechoría, aunque, supongo yo, el único consuelo que me queda ahora es que ese infeliz de Claude no es testigo de mi sufrimiento o estaría riéndose hasta las lágrimas solo con ver la escena…
—¡Ragazza, ragazza! ¡¿Perché, ragazza, perché?! —su infantil risa se mezcló con la dramática actuación—. ¡¡¿Perché, ragazza, perché?!! —exclamó con más entusiasmo terminando en una fuerte carcajada, yo en cambio caí derrotado en el suelo a punto de llorar por la pesadilla que vivía…
Dios, ¿qué hice? ¿Por qué acepté esta tortura? Debí quedarme en Italia y dejar a Claude desmembrarme lenta y dolorosamente en el pozo de perdición que tiene escondido a los pies de La Basílica de San Pedro.
(…)
Dos días atrás.
Edén.
—Aquí está todas las indicaciones, le empaqué el almuerzo y la cena, solo debe calentarlo, y ella tiene algunas galletas por si quiere comer algo en la tarde —dijo mi mamá entregándole a mi papá la lista que hizo junto a una caja que empacó con mis cosas—. Gracias otra vez, padre, disculpe que me vaya tan rápido, pero voy tarde.
—Descuide, su hija estará bien.
—Gracias —mamá se agachó dándome un fuerte abrazo—. No olvides todo lo que te dije, pórtate bien y no le causes problemas al padre Toledo —me dijo seria, pero yo estaba feliz porque me quedaría con mi papá.
—Sí, mami, me portaré bien. Adiós.
—Adiós, cariño.
Mi papá todavía no me quería cerca, así que lo seguí detrás cuando me hizo una señal con su cabeza y fuimos a mi habitación donde estaría cerquita de él y podría verlo todas las noches antes de dormir, lo mejor era que su escritorio estaba entre la ventana y la cama, así que podía verlo trabajar también.
—¿Quieres que te ayude a organizar o puedes sola?
—Ayúdame por favor —podía sola, pero quería que estuviera un ratico más conmigo.
Mi papá me ayudó a organizar mis cuadernos en el escritorio contándome que había para mí unos lápices, borradores, marcadores y otras cosas más en un cajón, también me enseñó a organizar la cama cuando lo hicimos juntos colocando mi cobija de animalitos y después me ayudó a colgar mi uniforme en el armario porque era muy alto para mí.
—Eres mucho muy grande, ¡alcanzas hasta mucho muy arriba en el cielo!
—No se dice “mucho muy”, ya te lo había dicho —me gusta cuando me enseña porque habla bonito, suave, y no se enoja si me equivoco—. Ahora debo trabajar, estaremos en el despacho de la iglesia todas las tardes y en la noche vendremos a la casa parroquial.
—Sí, papi —un suspiro suavecito.
Nota: Papá suspira triste, mamá suspira enojada.
En su oficina, me dejó acompañarlo en el escritorio al otro lado, así lo podía ver mucho porque lo tenía frente a mí y muy cerquita, pero dijo que no podía sentarme a su lado y tampoco regar mis colores en la mesa, por eso me dio una cajita blanca para poner mis cosas y no hacer desorden.
—¿Puedo ponerle florecitas a la caja?
—Claro y también puedes pintarlo, es tuyo, solo procura guardar todo ahí cada vez que termines de usar algo.
—Lo haré.
Nota: Papá es organizado, mamá riega las cosas.
(…)
Han pasado muchas horas desde que llegamos a la oficina y estar con mi papá es un poquito diferente a estar con mi mamá, a veces me aburría porque no hablaba mucho conmigo y tampoco le gustaba jugar, pero a mí me gustaba verlo trabajar, a veces hacía caras chistosas y en otras era muy serio, también se movía mucho en la oficina, contestaba llamadas y hablaba con personas que estaban en una pantalla, pero decía que yo no podía hacer ruido y tampoco ver, debía estar calladita si quería una sorpresa, no sé qué será, pero sé que me gustará porque me la dará mi papá. Él también usa una máquina donde saca copias de sus papeles cuando terminaba de escribir mucho muy rápido y prepara su café en una pequeña estufa que hace un ruido chistoso, pero él no le pone azúcar como mamá, ella le pone tres cucharadas grandes porque le gusta mucho muy dulce.
—Es tarde… —dijo bajito viendo la hora—. ¿Quieres comer algo? Tu mamá dijo que tenías galletas.
—Sí, pero no tengo leche.
—Te traeré un vaso, por ahora no toques mis papeles.
Él dijo que no podía tocar, pero no dijo que no podía ver, así que fui a su silla en cuanto salió y vi los papeles, tenían muchas palabras y un dibujo bonito de unas llaves, una era dorada, la otra plateada y entre ellas había con una corona grande con una cruz roja abajo. Cogí mi cuaderno y lo dibujé colocando las letras que estaban ahí “C.L.S.”, después escuché que mi papá se acercaba y volví a mi silla sacando mis galletas, él dejó su café y mi leche en la mesa y siguió leyendo en silencio.
—¿Quieres galletas? Son ricas, las hizo Mina.
Le estiré una, pero no sé si quería o no porque no decía nada, pero tampoco dejaba de verme, entonces la cogió con cuidado y lo acaricié un poquito. No puedo abrazarlo todavía, pero creo que si lo toco poquito a poquito él me pedirá un abrazo algún día y cuando lo quiera, le daré uno mucho muy fuerte.
—¿Está rica?
—Muy rica —esta vez sonrió suavecito y le di otra galleta acariciándolo un poquito otra vez.
Nota: A papá le gustan las galletas, no los postres con leche y chocolate.
(…)
En la noche volvimos a su casa, saqué mi cuaderno, mis colores y lo dibujé, papá hacía la cena, pero cuando sirvió me dio la que me hizo mi mamá, él tenía otra que olía muy rico y le puso una cosa amarilla a su pan.
—¿Qué es eso?
—Aceite de oliva.
—¿Puedo probar? —él me dio un poquito en una cuchara igual que hace mamá cuando me da un remedio, pero esto sabía diferente, no era feo, pero no era dulce—. Sabe raro.
—Es normal que a los niños no les guste, pero en Italia sirven muchas comidas así, por eso los niños de allá se acostumbran más rápido al sabor.
—¿Dónde está Italia?
—Muy lejos de aquí… —papá se puso un poquito triste, pero sonrió cuando comió el pan con queso y aceite.
Nota: La comida de papá huele diferente a la de mamá, él le pone una hojita verde encima con aceite de oliva. Debo comer más aceite para hacerlo feliz.
—¿Puedo comer un pan con aceite?
—Dijiste que no te gustaba.
—Dije que sabe raro, pero no es feo —sonrió un poquito más y me dio el pan que tenía más queso con un chorrito de aceite—. ¿La hoja es rica? —esta vez rio bajito y le colocó la hoja encima del queso dejándolo en mi plato.
Nota: Papá cocina muy rico y comer un pan con aceite cuando estoy con él se siente bonito.
Cuando fuimos a dormir, él se quedó trabajando en su escritorio, yo me quedé quieta en mi cama viéndolo pasar muchas hojas y escribir muchas cosas, él usa gafas para leer y una luz amarilla, pero a veces usa la blanca. Después de mucho tiempo apagó la lámpara, se quitó las gafas, la camiseta y se acostó a dormir, estaba oscuro, pero una luz de afuera me dejó ver cuando él giró su cabeza, me miraba, después se giró dándome la espalda y dio un suspiro muy largo, estaba triste, lo escuché llorar y decir bajito “Ayúdame, Joan, no sé qué hacer”.
Esperé a que se durmiera, casi lo hago yo muchas veces, pero me pellizcaba la mano para evitarlo (eso hace mi mamá), después fui al cuarto de mi papá y lo vi dormir, tenía la cara mojada de tanto llorar bajito, pero lo limpié con mi camiseta. Quise dormir con él, pero no quiero que me regañe por abrazarlo, así que lo arropé y le di un beso en la mejilla.
—Mi osito te abrazará por mí, papi, ya no estarás solo —abracé fuerte a mi osito para que le dé mi abrazo a mi papá y lo dejé a su lado, pero antes de irme le di otro beso en la mejilla.
Nota: La barba de papá hace cosquillas cuando lo beso porque mueve su cara.
En la mañana cuando vino mi mamá por mí, fuimos al restaurante a visitar a Mina, mamá descansaba hoy, pero quiso hablar con su jefe, así que Mina y yo hablamos como siempre, le conté las cosas que hice ayer con papá y dijo que me ayudaría con la fase dos de mi plan, lo llamamos: “Conquistar a papá”. Haré muchas cosas por él para ayudarlo con su trabajo, así podríamos jugar juntos o hablar un ratico, él estará feliz porque verá que soy una niña buena.
Como mamá estuvo limpiando la casa después de ir al restaurante, me llevó en la tardecita con mi papá, todo pasó igual que ayer en la noche, pero en la mañana cuando nos levantamos y él se fue a bañar, yo fui a la cocina, cogí los papeles que tenía en la mesa y los dejé en un cajón de su escritorio, volví y saqué los huevos, la sal y los puse en un plato, pero no hice tres como mamá porque papá es muy grande y necesita comer más, así que puse otros tres, pero quedaron cáscaras y saqué las más grandes porque las pequeñas se resbalaban mucho.
—Después le digo que me ayude a sacarlas, por ahora los revolveré.
Cuando terminé, hice su café como lo hace mamá, le puse dos cucharadas de café al pocillo y agua de la llave porque no pude abrir la máquina, después saqué los vasos y un jugo que había en la nevera, pero solo pude servir la mitad porque había poquito y cuando busqué otro se me cayó el vaso, rodó y se cayó el café, así que hice otro con un poquito más de café. Llevé los vasos de cristal a la mesa, saqué el nuevo tarro de jugo que pesaba mucho y lo coloqué en la silla para abrirlo, pero cuando iba a llenar los vasos se me cayó y ensució el piso, busqué las servilletas para limpiar, pero había mucho y me resbalé cuando iba a botarlas.
—¡¿Cos’hai fatto, ragazza?!
Creo que papá está mucho muy enojado…