11. ¿POR QUÉ A MÍ?

2163 Words
Enrique Las primeras semanas fueron difíciles tras huir de su casa, tiempo en que había cumplido mi palabra de desaparecer de sus vidas y por eso no volví a rondar la zona, incluso cambié mi ruta para ir con el señor Costel evitando pasar por el restaurante, pero no creí que después de tanto tiempo sería la misma Carmen Ruso quien vendría a la iglesia a pedirme algo imposible. Dios, ¿por qué yo? ¿Por qué a mí? —S-Señora Ruso, dígame que estoy malentendiendo esta situación y necesita una niñera, otro empleo o pídame dinero si quiere, pero no me diga que… —Lo siento, padre —en tres palabras acabó con la última esperanza que guardaba…—, créame que no quiero hacer esto, pero Mina tiene razón, no puedo sola y ella solo puede ayudarme dos veces a la semana porque le cambiaron el horario de estudios, pero estoy desesperada y ya no sé qué más hacer —su voz se quebró entre la rabia y la impotencia llorando un poco, siendo este un golpe bajo para mí—. Disculpe, no pretendo manipularlo con esto, pero y-yo… D-Dios… En verdad debía estar acorralada si decidió acudir a mí, pues dudo que fuese su primera opción. —¿Mami? ¿Por qué lloras? —la preocupada vocecilla nos alertó. Era obvio que su hija no comprendía la situación. —Quédate tranquila —intervine gentil evitando preocuparla—, tu mami solo tiene una basura en el ojo, pero ella está bien. —No, está triste. —N-No, cariño, estoy bien —contradijo la mujer, quien estaba a punto de colapsar. —Ya la escuchaste, Edén. Ella está bien, créeme, mejor siéntate juiciosa y no vuelvas a interrumpirnos, ¿sí? —Sí, padre. ¿Puedo ver las velas? —señaló más tranquila al altar de la virgen siendo mi mejor escape. —Sí puedes, pero no las toques o te quemarás, mantén las manos lejos del fuego. —Sí, papi —se alejó feliz detallando la imagen. Dios, quítale ya esa idea de la cabeza. —Señora Ruso, mejor siéntese y explíqueme qué ocurre. Carmen me contó a detalle su situación actual, siendo justo el panorama que no quería para ellas, era lógico que terminaría así con las decisiones que estaba tomando, pero no tiene sentido que me quiera arrastrar en su vida cuando lo único que ella deseaba era que desapareciera de esta. —Sé que lo he tratado muy mal aun cuando se ha portado tan bien con nosotras, pero yo… —Señora, respóndame algo con sinceridad, ¿confía tanto en mí para dejarme a su hija? —no sabía qué esperar como respuesta, pero creo que en el fondo era más para mí esa pregunta que para ella. —Padre, la verdad no confío en nadie, me costó mucho confiar en Mina y tampoco lo hago del todo, pero al menos se ha portado bien con nosotras, mi hija la quiere mucho y su ayuda ha sido invaluable para mí. —¿Entonces por qué acude a mí? —Porque no tengo a nadie, no tengo padres, hermanos…, nadie… —quedó viendo a su hija con una profunda tristeza—. Mi hija es todo lo que tengo, yo vivo por ella y haría lo que sea por su felicidad, pero no quiero que nadie la lastime. —La entiendo, debe ser duro ser madre soltera, he conocido a varias y escuché diversas experiencias, pero no soy el más adecuado para esta labor. —No le pido ayuda porque quiera o porque considere que es el más calificado para la tarea, lo hago porque ya no sé qué hacer, en verdad estoy desesperada. Esta vez rompió en llanto derribando por completo mis barreras y, en lo que le di mi pañuelo, quedé viéndola ahogada en ese doloroso mar mientras su hija observaba cómo un feligrés, en la entrada de la iglesia, encendió una vela y se arrodilló a rezar, acto que ella también quiso hacer en su inocencia conmoviéndome por completo. De nuevo las palabras de Joan rondaron en mi cabeza, nuestras viejas conversaciones resurgieron y caí resignado ante la idea que jamás creí aceptar en mi vida… y todo por ellas… —De acuerdo, señora Ruso, la ayudaré —levantó sorprendida su fracturado rostro reluciendo un atisbo de esperanza—, igual la habitación de Oskar estará disponible en un par de días, si desea que su hija la ocupe. —¿Oskar? ¿El otro sacerdote? —asentí, pero ella no pareció convencida. Y eso que fue ella quien pidió mi ayuda…— ¿En dónde está? ¿A dónde irá? —Oskar solo está de apoyo, no es fijo como yo ya que nuestro superior le ordena viajar bastante y en uno o dos días se irá. —¿Y qué pasará cuando vuelva? —En la casa parroquial hay suficientes habitaciones, no tiene de qué preocuparse, de todas formas, él es un nómada y está acostumbrado a dormir donde sea. —P-Padre, ¿y si mejor se queda en mi casa? Allá están las cosas de mi hija y… —Disculpe, pero no puedo, en las noches debo preparar el material para las clases matutinas —me excusé lo más formal posible, ¡pero ni loco me quedo en esa casa!, ya bastantes problemas tendré con esa niña aquí. —No sabía que también era profesor. —Sí, en el instituto episcopal que está diagonal a la iglesia. —Pero igual podría llevar el material y… —Señora —interrumpí abrupto sin sonar duro—, yo también tengo unas responsabilidades qué cumplir y me está pidiendo cuidar de su hija mucho tiempo, esto es lo único que le puedo ofrecer, pero, de ser posible, en las ocasiones que pueda nos quedaremos en su casa si eso la deja más tranquila, aunque no serán tantas como imagina. Por desgracia debí ponerme más firme con ella, me tenía bajo un estrés volátil con su petición y su actitud acortaba la poca paciencia que me quedaba. —Disculpe, padre, tiene razón… —contestó cabizbaja, a lo que respiré profundo intentando no descargarle más peso a su congoja. —Mejor vamos a la casa parroquial, así conocen el lugar, escogen la habitación y si considera que debo cambiar algo, siéntase en la libertad de decirlo, lo importante es el bienestar de su hija —asintió y partimos con la pequeña. No sabía cuál de los dos estaba más incómodo, pero lo único seguro era que queríamos desaparecer y olvidarnos para siempre del otro, así como también era un hecho de que su hija fuese la más feliz al saber que obtendría lo que quería, convertirse en la fuente de mis pesadillas con su sola presencia. Así, en lo que me volvía un mar de nervios por dentro solo de imaginar lo que viviría de ahora en más, Edén recorría feliz el lugar en el que viviría mientras Carmen observaba cada detalle de la casa con una desconfianza que no se molestó en ocultar. —¿Cuál es tu cuarto? —preguntó la pequeña, a lo que señalé la habitación del fondo que ella no tardó en ver desde afuera—. Quiero esa —señaló la continua—. ¡No, mejor esa! —señaló la del frente. —Hija, escoge cualquiera, solo es una habitación —era obvio que Carmen estaba más incómoda que nadie, pero solo porque no sabía la verdad del ser que las acompañaba. —¡Es que no sé! —chilló la pequeña y se me acercó con, según yo, una macabra idea, pues sé que no me gustará lo que saldrá por esa boca que me sonreía con un travieso secreto—. Padre Enrique, ¿duermes con la puerta abierta o cerrada? —¿Eso qué importa? —¡Dime! —su madre y yo respiramos profundo en resignación. —Abierta —ella reparó de nuevo en mi habitación, observó la del frente y una “magnífica” sonrisa se trazó. —¡Quiero esa! —justo lo que temí, señaló la del frente, y todo porque ambas camas podían verse sin dificultad—. ¿Puedo poner mis dibujos en el armario y pegarle mis florecitas? —Hija, hija, ya basta —intervino Carmen en su límite—, solo vinimos a ver, no vivirás aquí para siempre, así que no harás daños, no pegarás nada en ningún lugar y lo más importante, obedecerás todo lo que te diga, no quiero quejas del padre Toledo porque le estés causando problemas. —Sí, señora —y así como vino la felicidad en la pequeña, así mismo desapareció con la advertencia de su madre. Creo que ya voy comprendiendo la dinámica entre ellas, pero resultaba intrigante el motivo que escondía Carmen con recelo por su desconfianza al mundo, recuerdo que Mina mencionó un incidente en una guardería, ¿sería por eso o habrá algo más?… No, definitivamente hay algo más y no solo se relaciona con esa niña, sino también con esa mujer, lo peor era que ahora me encontraba a merced de mi pecado y verdugo, una niña muy hermosa de ojos rasgados y oscuros cuya cabellera le encantaba mover en cada paso que daba, casi como si danzara con el viento en su fina figura infantil. Asimismo, y ahora que tuve el tiempo de hacerlo, pude apreciar mejor los rasgos de la madre siendo Carmen una mujer con una piel dorada, un poco más bronceada que su hija, también de ojos oscuros rasgados, labios delgados, cabello muy corto, cuerpo bastante delgado por la falta de cuidado y un rostro fino con un toque gitanillo travieso como el de su hija, mismo que la haría ver hermosa si la tristeza no abundara en su corazón. —Discúlpela, padre —dijo avergonzada la mujer al irse su hija a la habitación—, ella a veces se emociona y toca hablarle un poco fuerte, pero con eso basta para aquietarla, igual si la deja en una mesa con sus útiles y el libro para colorear, no lo molestará en nada. —Señora Ruso, disculpe si sueno atrevido con esto, pero ¿por qué no se queda con su hija en el restaurante como siempre?, así podría estar más tiempo con ella. —Mi jefe me lo prohibió cuando ella escapó por buscarlo a usted y después de eso, yo le permitía ir cuando le pedía a la niñera que la llevara en mi hora de salida. —No me lo tome a mal, pero este cambio no le permitirá verla tan seguido. —Créame, lo sé —suspiró agobiada una vez y una segunda en resignación—, pero será temporal, al menos hasta conseguir otro empleo donde me paguen más y pueda salir de algunas deudas. —De acuerdo, si dice que será temporal entonces me quedaré más tranquilo, igual hablaré con los feligreses, alguien debe saber algo o tener una vacante. —Se lo agradezco, pero no puedo escoger cualquier trabajo, no tengo estudios, solo la experiencia laboral que he adquirido con los años. —No importa, algo llegará, no pierda la fe. —Gracias, padre —en una sincera sonrisa, le descubrí dos tiernos hoyuelos en sus mejillas que reflejaban bondad. —Descuide, solo dígame cuando la traiga para avisarle a la asistente de la parroquia, ella la cuidará en lo que llego del instituto. —S-Sí… respecto a eso… —esas palabras no pueden ser buenas—, debo entrar a las diez de la mañana al restaurante y Edén saldrá a mediodía de la escuela, habría que buscarla, ¡pero tranquilo!, yo vendré por ella en la mañana y la llevaré a la escuela. No sé qué parte es peor, pero creo que esta mujer necesita tanta ayuda como yo, aunque sean situaciones diferentes las que vivimos… MUY diferentes. —No soy experto, pero si usted entra a las diez y ella comienza clases ¿qué?, ¿a las siete de la mañana? ¿No tendría usted como tres horas para dormir? —¡Dos! —gritó la pequeña desde la puerta— ¡Mamá tarda una hora en arreglarse y llegar al restaurante! —¡¡Edén!! —pobre Carmen, se nota que hace un esfuerzo porque yo no sepa de su vida en tanto su hija la expone sin recato. Hice una señal a la pequeña para que volviese a ingresar, a lo que ella me obedeció en el acto con un semblante risueño. Quizás no tenga tantos problemas con ella como pensé. —Señora… —Padre —me interrumpió ipso facto—, limítese a cuidar de mi hija, no permita que nada malo le pase y deje que me encargue de mi vida, solo quiero a mi hija a salvo. Sin más opciones y al no querer perturbarla más de lo que estaba, asentí silencioso aguardando el comienzo de mi tormento…
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