Danilo Ferrer
Por la mañana tuve que salir temprano, tenía reunión de congreso, después de la discusión con Sally, no tenía ánimos de verla así que me vestí en otra de las habitaciones. Regresando hablaría con ella para poner todos los puntos del matrimonio sobre la mesa. Ella tendría que firmar un contrato prenupcial dónde se comprometiera a realizar todas las actividades de una primera dama del país. A cambio de eso, yo le daría toda mi protección, tendría un ingreso mensual y parte de mis bienes, seríamos una familia ante la sociedad. Después de que mi mandato termine entonces podríamos decidir si existe una posibilidad de seguir juntos o no, pero ya para entonces nuestro hijo ya estaría más grande. No es que no quisiera una relación con ella, es que no funciono así, no soy el tipo romántico que dice cosas bonitas, para mi todo es metódico y rutinario, he aprendido que las mujeres necesitan demasiadas atenciones.
Llegué a la casa blanca por la tarde, subí las escaleras, cuando llegué a mi habitación ella no estaba, fui a la suya y tampoco estaba. Baje rápidamente preguntándole a mi mayordomo si la había visto.
—La señorita no se encuentra en la casa…
—¿Qué? ¿Dónde está? —pregunté molesto.
—Se ha ido, Danilo —escuché la voz de Elena a mi espalda, me giré para verla.
—¿A dónde? ¿Por qué no me avisaron cuando se fue? —me sentía extraño, supuse que Sally se había ido por mi culpa, por como le hable la noche anterior, pero le hable con la verdad, pensé que era lo mejor para los dos.
Elena se encogió de brazos.
Chasqueé la lengua, rápidamente me encerré en mi despacho. Lo primero que hice fue llamarla, pero no me contesto, la llamé varias veces y nada, sentía una opresión en mi sien que no me estaba gustando, no me gustaba perder el control, no me gustaba que una mujer alterará mi vida de esa manera, ¿Por qué Sally lo hacía tan fácil?
Respiré profundo, estaba a punto de enviar a mis hombres por ella, con mi poder podía, pero estaba Elian y Cat, ellos no lo permitirían. En ese momento una llamada de él apareció en mi móvil.
—Elian… —salude. Era raro que me llamará, todos los asuntos de Sophie siempre los trataba con Catrina.
—Danilo, necesito pedirte un favor, mañana es el primer día de clases de Sophie, supongo que estarás ahí, Cat me dijo que te invitaría.
—Si, así es… no me perdería su primer día de clases, se lo prometí.
Desde hace días Sophie me lo había advertido, quería que estuviera ahí.
—Podrías ir a desayunar conmigo y con Cat, después del colegio, ahí te diré sobre que es…
Frunzo los labios.
—Esta bien, pero tu hazme un favor también.
—¿Cuál?
—Necesito que me digas cuando Sally llegué a La Capital.
—Acabo de hablar con ella, viene llegando de viaje… ¿por qué la pregunta?
—Es sobre una consulta médica —miento.
—Ajá —responde, ¿Sally le habrá contado algo? —pues ella ya esta en la ciudad.
—Gracias.
—Nos vemos.
…
Volé en un jet a la Capital esa misma tarde, llegaría directo al departamento de Sally. Necesitábamos hablar.
Ahí estaba ella, cuando abrió la puerta, llevaba puesto un vestido veraniego corto tipo sport que delineaba su esbelta figura con el cabello castaño recogido en una coleta, ella era tan hermosa, como una muñeca, ese pensamiento hizo que tragará saliva.
—¿Qué haces aquí? —preguntó con sequedad.
—¿Por qué te fuiste sin avisarme? —le cuestioné. Intenté entrar a su apartamento, pero ella interpuso su brazo frente a mí, me descolocaba por completo que a veces fuera la mujer más frágil y dulce pero cuando se lo proponía era la más ruda.
Esbozó una sonrisa traviesa —por que no quise avisarte, no soy tu novia, no soy tu esposa, mucho menos soy tu amante, en este país donde tu eres el presidente, Danilo Ferrer, yo soy una mujer libre.
Agudice mi mirada, esta mujer me desesperaba.
—Eres la madre de mi hijo… ¿podemos hablar adentro?
Negó con la cabeza. ¿Qué pretendía? Comenzaba a desesperarme y a ella parecía divertirle. Necesitaba acabar con todo este jueguito de una vez. Saqué de mi saco una cajita negra de terciopelo con un anillo de compromiso en el interior, se lo mostré. Ella lo miró pasmada. Sonreí, no podía negarse ante eso.
—Cásate conmigo, no tenemos que hacer de esto un show de entretenimiento.
Una lagrimita se asomó por uno de sus ojos, por un momento pensé que estaba llorando de felicidad, pero no era así.
—No me casaré contigo, no fingiré ser la esposa perfecta, por que como mujer no lo soy, no quiero una vida como esa, quiero vivir tranquila con mi hijo, haciendo lo que me gusta, sin limitaciones, esa fue la razón por la que buscaba ser madre, por que no busco el amor de un hombre, mucho menos el amor de un hombre que no me ama, así no funcionan las cosas para mí.
—Si no te casas conmigo me casaré con Elena…
Ella exhaló.
—Lo sé, ella será mucho mejor esposa que yo, te lo aseguro—sus palabras me molestaban, no sabía porque, no esperaba que se rindiera tan fácil.
—No pienso rogarte, pero quiero que sepas que mi hijo estará conmigo.
Alzó una ceja, pude ver el terror en sus ojos.
—¿Qué quieres decir?
—Que pienso pelear por su custodia, estará conmigo quieras o no…
—No puedes hacerme eso.
—Soy el presidente…
Me giro largándome de ahí a grandes zancadas, no se por que me comporté tan infantil, ese no es mi estilo, pero ella me hace sentir vulnerable, a mi espalda escucho sus gritos —¡Danilo!
…
Bebía whisky en la habitación de hotel donde siempre me hospedaba, en mi mente no había otra imagen que la de Sally, en realidad no planeaba quitarle a nuestro bebé, quería hacerle reflexionar que lo mejor era estar los tres juntos, aceptó que no fue la mejor manera. De pronto había entrado en pánico, yo no tuve padres, y sé que el dolor de vivir sin ellos no se lo podría desear ni a mi peor enemigo, por ello es que estoy dispuesto a formar una familia con ella, pero me lo esta poniendo demasiado difícil.
Escuchó golpes en la puerta.
—¡Danilo! —es su voz, me levanto en un movimiento de mi sillón, encaminándome a la puerta con rapidez. Escuchó como esta peleando con mis guardaespaldas.
Abro la puerta y nuestras miradas se cruzan, se abalanza sobre mi tratando de golpear con sus puños en mi pecho. Notó sus ojos enrojecidos, ha estado llorando, ¿Qué he hecho? Me recrimino con arrepentimiento.
—¡No puedes! ¡No puedes hacer eso! ¡No puedes ser tan cruel para querer alejarme de mi hijo Danilo!
—Presidente, usted ordena si desea que saquemos a la señorita del edificio.
—Déjenla… —ordeno.
La jalo con suavidad hacia la habitación cerrando la puerta.
—Puedes calmarte, lo dije en un arrebato, por qué toda tu me desesperas, nunca te haría daño, yo sé el dolor que es no vivir con tus padres.
De pronto la mirada de Sally se vuelve sombría. Su mano va a dar hasta mi mejilla en fracción de segundo, ¡Plas! Arde, me ha soltado con todas sus fuerzas una cachetada, nunca antes nadie se había atrevido a golpearme. La miro inquisitivo.
—Eso te lo mereces por haberme hecho sufrir y llorar de esta manera.
Aprieto los dientes llevando la mano a la mejilla. Sin esperarselo ni darle tiempo para reaccionar me abalanzó sobre ella atrapándola entre la pared y mi cuerpo.
—Y esto es por haberte ido sin avisar… —la beso, con necesidad, con desenfreno en este momento sería capaz de arrancarle la ropa que lleva puesta.