El avión de la fuerza aérea estadounidense aterrizó en Washington, apenas Raquiel se aseguró de que Abid y su familia fueran llevados a las instalaciones para refugiados, en donde definirían su situación legal y el gobierno les concedería acilo permanente, y tras ser felicitado por sus superiores por otro gran logro, tomó un uber hacia el complejo de apartamentos en donde vivía. Lo único que deseaba en esos momentos era llegar a casa, darse un relajante baño de burbujas, pedir una pizza y acompañarla junto a una fría cerveza y hacer un FaceTime con Jelena para contarle todo lo acontecido.
Se había instalado en Washington apenas empezó a recibir su sueldo como soldado profesional hace dos años, queriendo cambiar de aires y tener algo de tranquilidad en sus breves periodos de descanso. Tranquilidad que por supuesto no brindaba Nueva York, que a donde quiera que fuese los sonidos de las atestadas calles no lo dejaban siquiera dormir, y seguir quedándose en el castillo de Los Vigilantes no era una opción, por más alejado de la ciudad que estuviese. Quería su propia independencia, y ya la tenía en un vecindario de clase media alejada de la zona turística y política de la capital norteamericana.
No aguantó hasta entrar a su pequeño pero acogedor apartamento para llamar a Jelena por medio de FaceTime, y ella contestó al instante mientras él subía las escaleras. Era un edificio de cinco pisos y no tenía ascensor, y él vivía en el último, pero no le molestaba subir escaleras, mientras que a sus demás vecinos sí.
-¡Hola! - saludó la chica, con su perfecta sonrisa que se veía aún más hermosa que la torre Eiffel que se veía al fondo brillante e imponente. Ella estaba sentada en la mesita del balcón de la suite, aprovechando que Merlín había caído profundamente dormido tras una larga sesión de sexo - ¿Ya estás en casa?
-Sí, ya voy llegando, estoy subiendo las escaleras.
-¿Tan urgido estabas de hablar conmigo que no esperaste a entrar?
-Fueron tres meses en que solo pudimos comunicarnos por chat ¿Qué esperabas?
Jelena se mordió un labio y miró a su amigo con melancolía. Tres meses. Habían sido tres en que su comunicación se había limitado a mensajes y audios por IMessage. Siempre que Raquiel estaba en misiones, su acceso a internet era limitado, y había ocasiones en que incluso le decomisaban el celular por cuestiones de seguridad. Y así había sido en los cuatro años que Raquiel llevaba de servicio activo, personalmente solo se veían una vez al año, que era para las fiestas decembrinas, de resto su comunicación se limitaba a los mensajes y videollamadas, y Jelena ya estaba cansada, suficiente tenía con no poder ver a Vlad por largas temporadas, y la comunicación con él sí que era más difícil puesto que se movía entre diferentes dimensiones, mientras que con Raquiel podía tener más contacto por estar en el mismo mundo, pero era el trabajo lo que impedía que pudieran verse siquiera por medio de una pantalla.
-¿En serio te gusta esta vida, Raquiel? - preguntó ella, mientras llenaba una copa con vino, y echó un vistazo a la cama, asegurándose que Merlín estuviera dormido -. Te envían a misiones peligrosas, duras incomunicado por meses, y cuando regresas a casa solo tienes unas cuantas semanas de descanso y vuelves al ruedo.
-Ya hemos hablado de esto, Jel...- murmuró él, entrando al apartamento y prendiendo inmediatamente el aire acondicionado, el calor veraniego lo estaba sofocando -. Cada uno de nosotros escogió qué quería hacer con su vida, Sariel es una reina en otro mundo, Vlad es el príncipe del pinche universo, Merlín y tu están en la lejana Rusia con sus respectivos trabajos, y yo decidí enlistarme en el ejército.
-Precisamente lo que me duele es no poder estar en contacto con mis hermanos – le da un largo sorbo a su copa -. No tengo amigos, tú eres el único, y no poder hablar todos los días contigo me mata.
-Tú también eres mi única amiga, y también me mata no poder hablar contigo todos los días - entra al baño y pone a llenar la tina -. ¿Tienes algo debajo de esta bata?
-¿Quieres mirar? - preguntó ella con una fingida seducción, y Raquiel rodó los ojos para después reír.
-No le haría eso a Merlín, confía en que tenemos una amistad sana.
-¿Cuándo fue la última vez que viste los senos de una mujer? Y no, los de las mujeres de revistas y páginas pornográficas no cuenta.
-Entonces debo responderte que nunca - admitió, pasando a la cocina para sacar una cerveza del refrigerador -, aunque eso ya lo sabes.
-¿Aun estás seguro de que eres hetero?
-Creí que ya te había dejado claro ese tema.
Jelena rió con ganas, pero se calló al ver que Merlín se removía en la cama. Ella sabía que Raquiel gustaba de Vlad, solo que no se lo admitía a sí mismo, por eso de que eran medio ángeles y se supone que tenían que ser rectos y buscar el camino de la santidad como lo recomendaba la biblia y como lo exigía la moral cristiana, y por supuesto, como se supone que deberían ser los ángeles.
-Me gustan las mujeres, Jel ¿o acaso no recuerdas lo hipnotizado que yo estaba con las ninfas del mundo mágico? - inquirió él, mientras ordenaba una pizza desde una app de domicilios.
-Entonces supongo que te excitarás si te muestro a mis nenas – se empieza a abrir la bata, y Raquiel mira hacia otro lado.
-¡Por Dios! Eres como una hermana para mí, no hagas eso.
-¡Entonces admite que eres homo!
Raquiel era tan orgulloso, que prefirió aceptar el reto de Jelena de ver sus senos a admitir algo de lo que él todavía no estaba seguro. La azabache se descubrió la fina bata de seda blanca y dejó al descubierto sus pechos. Raquiel observó por la pantalla de su iPhone los firmes senos, de un tamaño perfecto, ni muy grandes pero para nada pequeños, con unos pezones rosados y grandes que pedían ser succionados. Eran lindos de observar y de hecho se quedó analizándolos por un buen rato, pero efectivamente no lo excitó.
-Ya, cúbrete, que me siento culpable, siento que estoy traicionando a Merlín, y tú también deberías sentirte culpable.
-No me puedo sentir culpable de intentar algo que sabía que no pasaría - replicó ella, volviéndose a cubrir con la bata -. Tal vez cuando adolescente sí te gustaban las chicas, pero has crecido, desarrollaste otros gustos.
-No me gustan los hombres - insistió.
-Está bien, no te gustan los hombres - sonríe con malicia -, solo te gusta mi hermano.
-Ay, ya cállate - desactivó por un momento la cámara para desvestirse -. No me gusta, solo...lo quiero como a un hermano, eso es todo.
-Vale, ya no te seguiré molestando con ese tema, cuando tú mismo te lo admitas seré todo oídos.
Raquiel rodó los ojos, y se metió a la bañera, y cuando estuvo seguro de que las burbujas no dejarían ver nada indebido de su anatomía, volvió a activar la cámara y pasaron a hablar de otros temas, sin volver a tocar el incomodo tema de la orientación s****l del rubio.
Raquiel aún estaba confundido sobre sus preferencias sexuales, y aunque en su adolescencia se sintió atraído por una que otra chica, y cuando estuvo por primera vez en el mundo mágico babeó por las ninfas, la verdad era que con el pasar de los años dejó de sentir atracción por el sexo opuesto, pero tampoco lo sentía por los hombres. Era asexual, de eso estaba seguro, pero a medida que su amistad con Vlad se fue afianzando, estaba sintiendo cosas, cosas que él aún no sabía qué eran, y no quería tampoco saberlo. Le aterraba el hecho de sentir algo por otro hombre, cuando se supone que lo correcto como cristiano y además como medio ángel era que solo podía sentirse atraído por las mujeres.