—¡Eres una estúpida! —exclamó Agatha, pero Roberta solo sonrió —Estás advertía —dijo saliendo de la habitación. Agatha estaba enfurecida —¡Ay, Robertita! algún día pagarás muy caro haber traicionado a tu madre, por un hombre, y ese día sentiré lástima por ti. Roberta se recostó en su cama, intentó dormir, pero fue inútil, quizás dormitó un par de horas, hasta que sintió el peso del otro lado de la cama, entonces supo que Augusto había regresado, pero ni siquiera la había llamado, habría llegado al filo de la madrugada y Roberta tuvo que callar los celos que tenía, por no saber en donde había estado todas esas horas, lejos de casa. A la mañana siguiente, durante el desayuno todo estaban en la mesa, Fernando tenía una terrible migraña, pero soportaba —Señor Fernando, buenos días, lo