Las llamas de las velas proyectaron luces y sombras en los rasgos delicados y elegantes de Rita; unas facciones que, que parecían casi etéreas, como si ella no perteneciera por completo a este mundo.
A lo largo de su vida Asiel había conocido a muchas mujeres, pero ninguna se le podía comparar a Rita.
Ella se acercó, se sentó al borde de la cama mientras él la veía embobado, Rita se tumbó en la cama sobre las desgastadas sábanas, tomo un almohada y acomodo su cabeza en ella.
_ Debería descansar, mañana nos espera un largo día.
Le dijo Rita, sus palabras lo hicieron reaccionar.
_ No dormiremos en la misma cama, ¿Verdad?
_ En realidad si, ¿Hay algún problema con eso?
_ No deberías compartir tu cama con un desconocido.
Rita se levantó apoyándose en su brazo, uno de los tirantes de su camisón de se le deslizó por el hombro, dejando ver su suave y tersa piel, mostrando peligrosamente parte de sus pechos. Rita al ver dónde tenía él puesto sus ojos le dijo.
_ ¿Que te pasa?, ¿Te excita dormir conmigo?
_ Por supuesto que no.
_ Entonces ven y acuéstate a mi lado.
Contestó Rita mientras tocaba la almohada que había a su lado. Asiel se. Acostó dándole la espalda, pera era consiente de que ella estaba durmiendo a su lado, de que esa sexy mujer estaba detrás de él, casi podía sentir su calor, al imaginarse rozando su piel no pudo evitar emocionarse.
Rita se volvió a acomodarse en su almohada. El cuerpo de Asiel estaba en completa tensión, ella lo encontró increíblemente divertido, Rita era conciente de su belleza, de lo que podía provocar en los hombres, eso era algo que siempre lo había encontrado divertido.
Ella lo tenía fácil esa noche, solo tenía que tocarlo y doblegaria a su antojo a aquel hombre arrogante que la había rechazado, pero no quiso, ella quiso alargar ese juego del gato y el rato, ella susurró muy cerca de su oído.
_ Buenas noches, que duermas bien.
Después Rita apagó las velas. Esa noche lo que menos hizo Asiel fue dormir bien, todos sus sentidos estaban a flor de piel, cada movimiento, cada respiración de Rita lo inquietaba. Después de un rato él se dio la vuelta para comprobar que ella estuviera dormída. La luz era escasa, ya que Rita había apagado las velas, solo se filtraban los pálidos rayos de luz de la luna, el cabello plateado de Rita parecía atrapar todo aquella luz y hacerla brillar. Se veía hermosa como un hada, Asiel se preguntó.
¿Cómo alguien tan bellos puede ser tan letal?
Ella se veía tan delicada como un lirio, Asiel la veía fijamente como su pecho subía y bajaba con su suave respiración. Parecía estar profundamente dormida, él se vio tentado en estirar su mano y tocarla, acariciar ese hermoso cabello que parecían hilos de plata, sentir bajo la yema de sus dedos la calidez de su piel.
Miles de pensamientos cruzaron por su mente esa noche, al final él no había dormido nada. Rita se despertó muy temprano en la mañana, Asiel pretendió estar dormido, ella se levantó con la suavidad de una hoja cayendo de un árbol, tomo sus ropas y comenzó a quitarse el camisón.
Asiel podía escuchar el ruido de la tela siendo quitada, él se vio tentado en abrir sus ojos, en hechar un vistazo rápido a su desnudes, sin embargo tuvo miedo de que Rita se diera cuanta de que la estaba espiando.
_ Deberías levantarte si estás despierto, nos iremos pronto.
Dijo Rita mientras terminaban de abotonarse la camisa.
Asiel abrió los ojos y le dijo.
_ Me he despertado hace un momento.
_ ¿Y que esperás para levantarte?
Rita comenzó a esconder sus armás en su cuerpo, puso un pequeño cuchillo en cada bota, unos cuantos en su cintura y en sus muslos, en su espalda acomodo sus dos espadas gemelas.
Asiel se había dormido con la ropa puesta, aunque a media noche había pensado que era una mala idea ya que tenido mucha calor. Él comenzó a ponerse las botas mientras Rita terminaba de esconder sus últimas dos dagas.
Rita pasó una mano por su larga melena plateada, lo tenía un poco enredado y lo desenredó con sus dedos, después se hizo una trenza. Se encaminó a la puerta pero se detuvo ante el umbral.
_ Vámonos, Daniel nos está esperando fuera de la habitación.
_ ¿Cómo sabes eso?
_ Tengo buen oído, puedo escuchar sus quejas de, ¿Por qué estában tardando tanto?, Hasta aquí.
Asiel no podía escuchar nada además de sus voces, era muy temprano todos debían continuar durmiendo, solo escuchaba un silencio sepulcral, pero él había escuchado que los guerreros Kiniry tenían un muy buen oído, que podían escuchar mucho mejor que una persona normal.
Cuando los dos salieron de la habitación vieron a a Daniel con los brazos cruzados y se apoyó contra el muro de piedra mientras murmuraba en voz baja.
_ Ya era hora que salieran, ¿Por qué han tardado tanto?
_ Tenía que volver a guardar mis armas.
Daniel le hecho una mirada rápida a Asiel, se veía cansado como si no hubiera dormido durante toda la noche y tenía sombras oscuras bajos los ojos.
Pobre, que le habrá hecho rita para que no pudiera dormir durante toda la noche. Pensó Daniel, pero no dijo nada, solo sintió un poco de lastima por él.
_ Vámonos, se nos está haciendo tardé.
Ellos bajaron a la taberna, estaba completamente vacía, solo estaba el tabernero limpiando unos vasos, él les preguntó.
_ ¿Los puedo ayudar en algo?
_ Tienes algo rápido de comida que podamos comer por el camino.
_ Si esperan unos minutos les traeré algo que sea bueno para comer.
Contestó el tabernero.
_ Te lo agradecería.
Contestó Daniel. El tabernero fue a ls cocina y tal y como había dicho en unos minutos salió con varias piezas de pan recién hecha rellena con queso, carne y tomates frescos, también les dio un poco de agua para el camino.
Daniel puso dos monedas de plata y luego continuaron su viajé.