Capítulo 6. Ella piensa que es mi prometida.
Al salir del hospital Salvatore guio a Grazzia hacia su auto, ella observó el vehículo sin poder encontrar ningún sentimiento de pertenencia, era como si nunca hubiera estado en él, Salvatore abrió la puerta y la ayudo a ingresar, ese auto era uno de los que había en la propiedad de los Colombo, el suyo luego de atropellar a la joven fue desaparecido por él.
Cuando llegaron a la residencia Grazzia intentó familiarizarse con ella, con su entorno, con algo que le trajera algún recuerdo de su pasado. Pero la enorme mansión, llena de lujos, le resultaba un lugar extraño para ella, como todo lo que había a su alrededor. Incluso las pocas personas que la recibieron al llegar la miraban con una mezcla de lástima y sorpresa, como si la estuvieran viendo por primera vez, pero nadie se atrevía a decirle nada. Solo Estefano se le acercó apenas ella ingresó al enorme salón,
-- Cuñada por fin volviste a tu hogar – le dijo con una sonrisa extraña en el rostro, esa sonrisa acostumbrada en él y que no le gustaba para nada a ella, pero Grazzia simplemente movió la cabeza tratando de ser educada con él, al fin de cuentas el hombre no le había hecho nada malo, y Grazzia se repetía que él no tenía la culpa de que ella no lo recuerde.
Una de las empleadas que no llevaba uniforme se acercó a ella y fue Salvatore quien le dijo que sería la persona que la iba a apoyar, algo así como asistente, le señalo.
-- ¿Entonces tu si me conoces? – le preguntó Grazzia y la muchacha frunció el ceño al oírla, pero Salvatore fue quien respondió,
-- Ella es Julia y recién ha comenzado a trabajar en casa cariño, es una enfermera titulada. La contraté especialmente para que este contigo. Ahora que estas con el yeso es mejor que te ayude alguien con conocimientos médicos especiales – le dice y Grazzia asiente agradecida, estaba de acuerdo con él, no le tenía confianza a nadie en esa enorme casa y era muy complicado cambiarse de ropa con el yeso que tenía en todo el brazo y parte del pecho, así que aceptó de buena manera la ayuda de la mujer.
Después del almuerzo, Salvatore le entregó una caja pequeña envuelta en terciopelo azul, el aire estaba tenso mientras ella la abría, podía sentir las miradas de Salvatore y Estefano sobre ella. Cuando la abrió encontrando adentro un delicado anillo de compromiso con un hermoso diamante tan brillante que te podía cegar. Al verlo, una sensación de incomodidad la invadió de inmediato. Algo no estaba bien, pero ella ¿no sabía qué?
-- Este es tu anillo de compromiso Grazzia – le explicó él, observando cada uno de sus movimientos, como lo hacía un lobo mientras observaba a su presa.
Gracia observó el anillo sin ningún sentimiento hacia él, para comenzar ella sintió que no era de su estilo, aunque no recordara que tuviera uno, estaba segura de que ese anillo no era de sus gustos y estaba segura de que tampoco hubiera elegido ese tipo de material para él, sin embargo, no recuerda los gustos de su prometido, así que pensó, que quizás fue él quien lo escogió, o quizás pensó que era una reliquia familiar. Ella no sabía la respuesta, a sus divagaciones, lo único que si sabía era que ese anillo no fue elegido por ella y al ver su rostro fruncido Maximiliano intervino de inmediato,
-- Te lo quitaron en el hospital el día del accidente, pero me lo devolvieron a mi cuando llegue hoy por ti – intenta sonreír amoroso, Grazzia lo sostiene entre sus dedos, intentando encontrar alguna nueva chispa de recuerdo, alguna emoción adicional que la lleve al preciso momento en que su prometido le entregó esa hermosa y exuberante joya sin estilo, pero nada, su mente se mantenía en blanco, ella comienza a pensar que quizás nunca iba a recuperar sus recuerdos y cree que debería comenzar a crear otros nuevos, quizás debe pensar en este momento como la primera vez que Salvatore le entrega ese anillo de compromiso, sin embargo, no cree sentir alguna emoción al recibirlo… no había nada, ninguna emoción en particular. Solo un vacío abismal que la hacía sentirse más perdida que nunca. Pero en su estado actual, solo podía confiar en lo que él le decía. No tenía otra opción.
-- Gracias… – murmuró, deslizándose el anillo en el dedo, mientras Salvatore la observaba fijamente, como si el simple hecho de verla con ese anillo confirmara su victoria, para él había sido fácil manipularla, tal vez demasiado fácil. Pero justo cuando estaba a punto de relajarse, un nombre cruzó por su mente, poniéndolo de mal humor.
Luciana, el recuerdo de ella, de su amor real, de la promesa que rompió por culpa del accidente, todos esos recuerdos golpearon su pecho con fuerza. Luciana, era la mujer que había perdido por culpa del destino y por culpa de esa mujer llamada Grazzia. Y ahora él estaba ahí, con esa misma mujer, atado a una mentira más grande de lo que jamás se había imaginado.
-- ¡Carajo! – susurro entre dientes, mientras Grazzia, ajena a la tormenta interna de Salvatore, seguía mirando el anillo en su dedo, intentando convencerse de que el hombre que estaba a su lado era su prometido. Preguntándose de pronto ¿Cómo podía ser que no recordara nada? ¿Cómo podía confiar en alguien a quien no recordaba haber amado?, y lo más importante ¿Cómo podría vivir con un hombre del que no sabía absolutamente nada?
-- Salvatore… – comenzó a decir Grazzia con un leve temblor en la voz, tenía demasiadas preguntas sin respuestas, y necesitaba llenar algunos vacíos, pero no sabía por dónde comenzar.
-- Sí, ¿ocurre algo?, ¿acaso has recordado esta casa cariño? – pregunta él, mirando a su amigo de reojo.
-- ¿Cómo era nuestra vida antes del accidente?, quiero decir antes de que olvidara todo sobre mi pasado por completo – le preguntó ella. Él la miró serio, tomándose un momento antes de responder.
La verdad era una cuerda floja y cada paso en falso podría significar el fin de su control sobre ella, debía pensar muy bien lo que le iba a decir, pues lo que dijera debía mantenerlo hasta el final.
-- Era… perfecta – le mintió, con una sonrisa descarada en el rostro.
-- Y te prometo que pronto lo recordarás todo. Solo tienes que confiar en mí. Deja las cosas en mis manos que todo pasará cuando deba de pasar – oírlo tan practico fue extraño, pero ella asintió, en el fondo de su mente, sabía que no tenía otra opción, sin embargo, algo comenzaba a inquietarla. Nuevas preguntas aparecían en su mente, y todas seguían sin tener una respuesta. ¿Qué tipo de amor tenían ellos que la hacía sentir tan vacía? ¿Y por qué, a pesar de todo, había un rincón de su corazón que se negaba a aceptar que ese anillo debía estar en su dedo?
Salvatore se levantó de la silla, sintiendo que había ganado la batalla del día, pero en su interior, la guerra apenas comenzaba, todavía no había podido terminar con los Olivari, no había podido conseguir hacerse de ese cinco por ciento de las acciones, tampoco logró interceptar a la hermanita menor de Marco Olivari y ahora solo debía esperar que todo salga como esperaba en la junta de accionistas, y para eso, necesitaba casarse cuanto antes con esa desconocida mujer…
Un día después
Estefano llegó a la mansión de los Colombo, la familia de Salvatore no se encontraba en la ciudad, eso les facilitaba las cosas con Grazzia, ya que, si hubieran estado sus tíos ahí, harían de todo para evitar que Salvatore contraiga matrimonio. Él había conseguido documentos falsos para la muchacha.
Estefano ingresó y se dirigió directamente a la oficina de su amigo, Salvatore levanta la mirada y observa el sobre que lleva en sus manos,
-- ¿Conseguiste lo que te pedí? – le pregunta serio y Estefano sonríe moviendo el sobre victorioso, luego se lo entrega a Salvatore,
-- Acá tienes, con esto puedes ir hoy mismo al registro civil – le dice y Salvatore asiente, pero no era necesario, la cita estaba para dentro de unos días, ir antes podría hacer que su prometida sospeche, así que abre el cajón y lo coloca dentro de él, luego lo cierra con llave.
-- ¿Cómo van las cosas con ella?, ¿sospecha algo? – le pregunta su amigo y Salvatore le niega con un movimiento de cabeza,
-- No tiene la menor idea, al parecer se ha creído todo lo que le hemos dicho. Ella piensa que es mi prometida y que nos amamos – sonríe sarcástico, imaginando lo que pensaría Grazzia si supiera lo mucho que él la odia. El día anterior la guio hasta su habitación, donde la dejó al lado de Julia, luego él se perdió al final del pasillo, en su propia habitación, nunca se acercaría íntimamente a esa mujer, él solo tenía ojos para Luciana, y para nadie más.
-- Dime una cosa ¿Qué piensas hacer cuando tengan la luna de miel?, ¿por qué van a tener una?, ¿no? – le pregunta en tono burlón su amigo, Salvatore se molesta y golpea su escritorio, si se encuentra en esta situación en parte es por culpa de él, Estefano es quien le aconsejo utilizar a esa chica, él hubiera querido correr y encontrar a Luciana, pero el tiempo no está a su favor.
-- Eso nunca va a pasar, nunca le pondré una mano encima a esa mujer – señala molesto.
Estefano solo levanta los hombros, mira a su amigo incrédulo, él mismo se ha dado cuenta de la belleza de quien será la esposa de su amigo y duda mucho que Salvatore aguante mucho tiempo sin estar con una mujer en su cama, menos sabiendo que ella es su esposa por la ley, pero decide no seguir con el tema, para no irritarlo más.