7. El regreso de los Colombo

1694 Words
Capítulo 7. El regreso de los Colombo. Con Grazzia instalada en la majestuosa mansión de los Colombo, Salvatore se sentía en total control. El hombre estaba convencido de que todo saldría según lo planeado, los papeles falsos ya estaban listos, y en unos días más, con el retiro de su yeso, sellarían su matrimonio ante la ley. El poder sobre Grazzia, su amnesia y la vida que él había fabricado para ella parecía inquebrantable. Pero Grazzia, a pesar de la confusión de su mente, siempre fue una joven inteligente e inquieta. En la enorme mansión sin mucho que hacer comenzó a sentirse aburrida y abrumada, así que empezó a recorrer cada rincón de la enorme propiedad. Cuando encontró la biblioteca, este se convirtió en su lugar favorito, la colección de libros que ahí había la atrajo con fuerza. Al entrar ahí, los altos estantes llenos de colecciones importantes de libros le resultaron extrañamente familiares. Se dejó llevar por la curiosidad y comenzó a hojear volúmenes de libros de economía, de ciencias y de historia. Para su sorpresa, muchos de los libros le parecían conocidos, como si ya los hubiera leído antes. "Debe ser porque ya los leí aquí", pensaba para ella, intentando encontrar una explicación racional para ese conocimiento latente de las enseñanzas de los mismos. Sin embargo, Salvatore, queriendo mantenerla distraída y subestimada ante él, al verla demasiado tiempo metida en los libros, decidió enviarla a "aprender cosas en la cocina", diciéndole con una sonrisa calculada y llena de desdén que su verdadero sueño era tener una esposa que lo atendiera como una buena ama de casa. -- Siempre me dijiste que querías ser la mejor para mí, querida – le mintió, con una falsa ternura que Grazzia no podía rechazar, pues ella creía ciegamente en sus palabras. Era lo único en lo que podía creer si no quería volverse loca dentro de ese enorme lugar, con una memoria vacía de recuerdos. Lo que Salvatore no esperaba era que Grazzia no tenía ni la más mínima idea de cómo cocinar, y mucho menos que tenía a su lado a la mismísima heredera de los Olivari. Desde el momento en que Grazzia entró en la cocina, el caos se apoderó de la mansión. La jovencita no sabía ni siquiera hervir el agua, y cuando intentó hacer huevos duros, terminó quemándolos hasta el punto de que todos ellos terminaron explotando dentro de la olla, llenando el lugar de humo y olor a quemado, activando los sensores contra incendio, haciendo que todos tengan que salir de la mansión antes de que terminen empapados por los rociadores de agua. Los sirvientes la observaban desde lejos, algunos entre risas discretas y otros mirándola con simpatía, mientras ella luchaba por controlar cada desastre que provocaba en la cocina. Cada intento por "aprender algo nuevo en la cocina" terminaba en un nuevo fracaso, llenando la mansión de humo y mal olor, el rostro de ella repleto de harina al igual que su ropa y toda la cocina, la comida quemada y las ollas nuevas llenas de comida carbonizada en el fondo de las mismas, lo que solo aumentaba su frustración. Salvatore, por su parte, la miraba desde lejos, demasiado divertido y a la vez satisfecho de que ella, en su actual estado, no representaba ningún peligro. Para él, mientras Grazzia se mantuviera distraída con tareas triviales, seguiría estando bajo su control. El día en que a Grazzia le retirarían el yeso por fin había llegado, y Salvatore ya tenía todo preparado. Sabía que debía seguir adelante con su plan, y aquella mañana sería el inicio de todo. Primero debían acudir al hospital, luego al salón de belleza, y por último a las oficinas del Registro Civil. Estefano, su leal amigo, le había advertido que sería demasiado sospechoso no llevar a su "prometida" a un salón de belleza antes de su boda, así que debía asegurarse de que todo se viera perfectamente normal. Salieron de casa muy temprano en compañía de Julia, la enfermera que había estado ayudando a Grazzia en casa durante su recuperación, en el hospital, el procedimiento fue rápido, y con el yeso finalmente retirado, Grazzia recuperó la libertad de movimiento. Salvatore no pudo evitar fijarse en el hermoso y estilizado cuerpo de su prometida, ahora sin yeso el cuerpo de Grazzia se podía apreciar en todo su esplendor. Y aunque su objetivo seguía siendo manipularla, no pudo evitar fijarse en él. La joven de 22 años irradiaba energía, aunque aún no recordara quién era y de dónde venía realmente. Después del hospital, como lo había planeado, Salvatore las dejó en el salón de belleza. Se volvió hacia Julia antes de irse y le pidió que, una vez que Grazzia estuviera lista, la llevara directamente al registro civil. No quería arriesgarse a que algo saliera mal, en ese último momento. Horas después, cuando Grazzia llegó al registro civil, Salvatore se quedó sin aliento, fue la primera vez que la enfermera lo vio observar a su prometida como a una mujer, y eso le agrado. Pues ella y muchos de los empleados habían comenzado a tomarle cariño a la jovencita. Salvatore al verla caminar hacia él, con su cabello perfectamente arreglado y el vestido blanco que Julia le había escogido para esta ocasión, la joven lucía absolutamente radiante. Sus ojos verde esmeraldas brillaban con una mezcla de emoción y confusión, pero su belleza natural opacaba cualquier duda en su rostro. Grazzia era la novia perfecta para él, incluso cuando Salvatore no quisiera reconocerlo. -- Estas hermosa mi amor – le dijo intentando ser cortes. El hombre poderoso que hasta entonces había sido frío y calculador, sintió algo diferente por un instante. Una sensación que no pudo comprender del todo. Sabía que todo aquello era parte de su estrategia, de su perfecto plan para obtener todo el poder de los Colombo y acabar con sus principales enemigos, pero verla así, tan hermosa frente a él, comenzaba a hacer tambalear su propia determinación, algo que lo hizo ponerse de mal humor consigo mismo. -- Gracias, tú también lo estas – le respondió ella sin darse cuenta, lanzándole un piropo para luego sonrojarse arrepentida después de hacerlo. Pero ya era muy tarde, él sin embargo, solo tomó su mano sin prestarle atención para ingresar juntos al salón seguidos por Julia y Estefano, quien no podía dejar de admirar la hermosura en la que se había transformado la novia de su amigo y socio. Grazzia, sin saber que su nueva vida había sido diseñada bajo puras mentiras, sonreía inocentemente sonrojada, confiando ciegamente en el hombre que estaba a su lado, el mismo que la había engañado y que estaba a punto de convertirla en su esposa. El matrimonio de Salvatore y Grazzia se registró rápidamente, sin el lujo ni la celebración de una gran boda, como debería ser la unión de un Colombo con una Olivari. Pero eso ninguno de los dos lo sabría todavía. Sin una luna de miel, ni siquiera un instante para que Grazzia pudiera asimilar que se había casado con un hombre al que apenas conocía, pero en quien confiaba ciegamente debido a su amnesia. Salvatore por su parte, no mostraba remordimiento alguno, pero tampoco se sentía victorioso. Sabía que todo era parte de un plan, aunque cada vez que la miraba, algo dentro de él se revolvía, esa sensación extraña no la había sentido antes, ni siquiera cuando Luciana, su gran amor se fue y lo abandonó. Al regresar a la imponente mansión de la familia Colombo, una desagradable sorpresa los aguardaba. Los tíos de Salvatore, Carlo y Alessia Colombo, quienes habían estado ausentes por un tiempo, habían regresado y pronto se enteraron de la inesperada y muy sorpresiva boda. Salvatore sabía que la boda apresurada con Grazzia no solo le aseguraba una esposa en el papel, sino que también era el movimiento clave para asegurar su poder dentro de la familia Colombo y, más importante aún, en la empresa familiar. Según las Reglas Familiares de los Colombo, solo casado podría reclamar el control absoluto de los bienes de la familia y el total de las acciones de la empresa a nombre de su familia. Casarse era la clave que necesitaba para consolidar su poder y destruir a quienes le estorbaban. Pero lo que no esperaba era que sus tíos Carlo y Alessia Colombo regresaran justo cuando él estaba más cerca de conseguir su objetivo. El regreso de sus tíos no era por simple nostalgia o curiosidad familiar; ellos habían vuelto para la inminente asamblea de accionistas programada para dentro de una semana, como era cada año. Junta donde las acciones de la empresa Colombo estarían en juego. Ellos sabían que, si Salvatore se presentaba casado, automáticamente reclamaría el control de la empresa familiar, un golpe que no podían permitirse. Cada año se habían encargado de que eso no ocurriera, siempre habían estado detrás de cada mujer que Salvatore había intentado conocer, apartándola a tiempo, para que su sobrino nunca piense en el matrimonio. Carlo y Alessia, como antiguos guardianes de la familia y de su poder, no estaban dispuestos a perderlo todo, por un matrimonio que parecía tan conveniente como sospechoso… Grazzia no entendía del todo la hostilidad que comenzaba a sentir en su nuevo hogar por parte de los familiares de su esposo. El registro de su boda había sido rápido y sin emociones, además, de que su ahora esposo le había dado la increíble noticia de que no tendrían una luna de miel, algo que no le molestaba para nada, pues ella no se veía teniendo intimidad con alguien que todavía consideraba un extraño, así que con el yeso fuera y oficialmente casada, Grazzia sentía que su vida había dado un giro drástico, pero todo se sentía realmente extraño, como si ella fuera la protagonista de una obra, una actriz representando un papel que no conocía bien. -- Salvatore, necesitamos hablar en privado – le dijo su tío Carlo, con un tono autoritario que no aceptaba negativas. Alessia, por su parte, le lanzó una mirada venenosa a Grazzia. Era evidente que la joven no tenía lugar en esa familia, al menos no mientras Alessia respirara.
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