9. La luna de miel...

1601 Words
Capítulo 9. La luna de miel... Salvatore, por su parte, sabía que esta era su oportunidad para ganarse la confianza de su esposa, y si era posible, hacer que Grazzia se enamorara de él. Si lograba eso, tendría un aliado clave a su lado cuando llegara el momento de enfrentarse a la junta directiva y a sus ambiciosos tíos. Pues su esposa podría acompañarlo en la reunión anual y en lugar de presentarse con una esposa desconfiada o distante, él llegaría con una mujer perdidamente enamorada de él. Grazzia sería su mejor apoyo, la prueba viviente de que su matrimonio y su mayor mentira eran “real”. Esa misma noche, Salvatore empezó a demostrar el cambio que quería que Grazzia viera. Se mostró más atento con ella y la cuidó con ternura. Él se quedó a dormir en la misma habitación que Grazzia había ocupado desde que llegó a la mansión, para que sus tíos no sospecharan que su matrimonio era una total farsa y decidió que la respetaría como se lo había prometido, haciéndola sentir importante para él, pero, sobre todo, segura junto a él. Grazzia no acostumbrada a su esposo y sin recuerdos de haber compartido la cama con ese hombre, se sintió muy tímida estando a su lado, luego de salir del baño lo miró algo nerviosa, subió en su cama y se acomodó sobre su almohada, lo más alejada que pudo de él, intentando mantener la calma, -- Conmigo estas segura cariño, te dije que te voy a respetar. No debes temer por mi presencia – le dice él girando sobre su cuerpo para darle la espalda, y no lo hace para darle seguridad, ni para que ella se sienta tranquila y confiada, sino porque no soporta estar sobre la misma cama con ella, siempre la culpará por haber perdido a Luciana, y se hizo la promesa de que nunca la tocaría como mujer, así que cerró los ojos y el rostro que apareció en su mente fue el de la mujer que ama, la misma que no pudo esperarlo en el registro civil… con ella en sus recuerdos, Salvatore se quedó profundamente dormido. Grazzia, sin moverse un centímetro de su lugar, esperó a sentir que la respiración de su esposo se volviera más rítmica, y cuando por fin sintió que él estaba profundamente dormido, ella logró relajarse. Durmiéndose pocos minutos después. A la mañana siguiente fue Salvatore quien despertó primero, Grazzia estaba en sus brazos, en algún momento de la madrugada, fue el mismo quien la jalo hacia su lado, abrazándola fuerte. Al despertar y observarla, Salvatore pudo ver la increíble belleza de la joven, reaccionando como cualquier hombre, su miem bro erecto estaba muy cerca de ella, el hombre se molestó consigo mismo por su actitud y se levantó de la cama furibundo, despertando a la muchacha al hacerlo. Grazzia sin saber lo que estaba pasando, sintió un tirón mientras dormía, ella abrió los ojos y observó a su esposo correr hacia el cuarto del baño, no supo lo que ocurrió con él, pero aprovechó el momento para levantarse apresurada sabiendo que Salvatore no podría verla al salir, cogió algunas prendas del closet y se las puso como pudo, ella salió de la habitación y cuando él salió del baño muchos minutos después Grazzia ya no estaba ahí. Luego de desayunar, los dos salieron rumbo a la Villa, los días ahí transcurrieron de una forma inesperadamente tranquila, casi como si el tiempo hubiera decidido detenerse para ellos. Desde el momento en que llegaron, Salvatore se esforzó en crear una atmósfera perfecta, casi idílica, consiguiendo no solo que cumpliera con su gran plan, sino que también le diera a Grazzia un espacio para relajarse, en medio de su confusión. La villa, que estaba ubicada en una zona apartada de la costa italiana, era todo lo que ella podría haber imaginado, una casa elegante de estilo clásico, que estaba rodeada de hermosos jardines que se deslizaban hacia el mar, que le daba un aire nostálgico pero acogedor al mismo tiempo, esa Villa era el lugar preferido de su abuelo antes de morir. Grazzia sintió una mezcla de desconcierto y curiosidad al llegar. Aunque no recordaba haber estado allí antes, había algo en el lugar que la tranquilizaba, algo que casi le parecía familiar, como si de alguna manera perteneciera a ese escenario perfecto, como si ella hubiera nacido para estar en un lugar así. Salvatore le mostró cada rincón con esmero, asegurándose de que todo fuera a su gusto. -- Esta es nuestra villa, un lugar donde podemos descansar y olvidarnos del mundo – le dijo, observando cada una de las reacciones de su esposa, intentando captar el momento en que hiciera algo, una señal en su mente, pero Grazzia solo sonreía amablemente, agradecida por cada gesto de él. Al principio, Salvatore mantuvo su distancia, siendo el esposo atento, pero no invasivo. Sabía que no podía apresurar nada, pero estaba decidido a ganarse su confianza y, de ser posible, su afecto. Después del incidente en la mansión, había dejado que ella escogiera si quería que durmieran en habitaciones juntas o separadas, no estando sus tíos cerca ellos podían hacer lo que quisieran ahí, sin embargo, al volver con los tíos viviendo en la mansión, Salvatore le aclaró que debían compartir la habitación, así que Grazzia escogió dormir separados, al menos ahí podría sentirse un poco más cómoda en las noches y Salvatore decido respetar su decisión. Algo que le venía super bien en las mañanas, ya que por alguna razón que no podía explicar desde que Luciana lo dejó, comenzó a levantarse “armado” si es que entienden el concepto… Cada mañana Salvatore esperaba a su esposa con un desayuno perfectamente servido en la terraza, donde el sol apenas comenzaba a iluminar el horizonte. El mar azul y cristalino brillaba bajo la luz, creando un paisaje de ensueño, acompañando con el sonido de las olas del mar. -- ¿Siempre hemos desayunado aquí? – le preguntó ella un día, mientras observaba la hermosa vista desde el lugar. -- Sí, siempre que podemos venir. Lo hacemos aquí, este es tu lugar favorito de la villa – le responde él, mintiendo con total descaro, pero haciéndolo con suavidad, intentando crear recuerdos que ella pudiera llenar con sus propios sentimientos, en esa memoria que permanecía vacía hasta el momento, y que así debía permanecer al menos hasta que Salvatore consiga todo lo que quería. Grazzia, a pesar de su amnesia, comenzó a relajarse en su compañía. El ambiente en la Villa, el sonido del mar y los gestos amables de su esposo la hacían sentir segura y relajada. Aunque no recordaba los momentos previos a su accidente, ni cómo había llegado a enamorarse de él, no podía negar que había algo en su presencia que la atraía. Poco a poco, las sonrisas de cortesía se convirtieron en sonrisas genuinas, y las conversaciones formales se volvieron más personales e intimas. Una tarde, mientras caminaban por los jardines, Grazzia se detuvo frente a un gran árbol. Algo en su mente intentaba recordar, parecía ser, como un fragmento de algún recuerdo que se le resistía. Sabía que había algo importante con ese lugar, o quizás con ese árbol, pero no podía poner su dedo en ello. -- ¿Estás bien? – le preguntó Salvatore, viendo su confusión, -- No lo sé... Es como si hubiera algo en este lugar, aquí en este árbol, algo que debería recordar, no estoy segura, pero siento que es algo importante… – Salvatore se tensó por un momento, temiendo que esa mujer pudiera recordar algo de lo que no debía, pero luego, recordó que ella nunca estuvo en aquella Villa y sonrió con la misma calidez calculada de siempre, -- Tal vez con el tiempo lo recuerdes. No debes presionarte – le dijo y decidió distraerla, llevándola de vuelta a la villa y sugiriendo que prepararan una cena juntos, un gesto que él sabía la haría sentir más cómoda y la alejaría de cualquier duda de pudiera aparecer en su mente. Los días pasaban, con un esposo amoroso complaciéndola en todo, desde pequeños regalos, hasta paseos románticos y sorpresas encantadoras. A cada paso, Salvatore mostraba la imagen del esposo perfecto y enamorado que necesitaba proyectar, y lentamente, comenzó a ver los resultados en los ojos de Grazzia. Durante las noches, se mostraba aún más encantador. Encendía velas por toda la villa, organizaba cenas románticas en el jardín, donde las luces suaves y el susurro del mar creaban una atmósfera casi mágica. Grazzia comenzó a sentirse cada vez más la cercanía de él, notando pequeños cambio, como la manera en que Salvatore la miraba, o cómo siempre estaba atento a sus necesidades, o simplemente cómo parecía realmente preocupado por su bienestar. Aunque todavía le costaba mantener una cercanía emocional con él, no podía evitar sentir que, de alguna manera, su esposo, Salvatore Colombo realmente la cuidaba y la quería. Por las noches Salvatore mantenía su promesa de no tocarla hasta que ella recuperara la memoria. A medida que los días pasaron, algo cambió entre ellos. Grazzia, sin darse cuenta, comenzó a tener sentimientos por el hombre que tenía frente a ella, por los gestos amables, las conversaciones profundas, y las miradas intensas que él le lanzaba. Y aunque Salvatore sabía que todo era parte de su increíble plan, una parte de él empezó a sentir lo mismo, el hombre no podía negar que, a pesar de su fachada fría y calculadora, había algo en Grazzia que lo conmovía de una manera que nunca espero que ocurriera.
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