Capítulo 16. Cuando el momento sea el adecuado.
Salvatore la escucha ingresar y deja los documentos que tiene en la mano, él levanta la mirada para encontrarse con aquellos ojos color esmeralda, el hombre se ponía nervioso y se sentía demasiado frustrado a la vez, quería tratar mal a su esposa, pero cuando lo hacía luego sentía una necesidad de apoyarla y saber que estuviera bien. Y lo peor de todo era que ya no la necesitaba en ese momento, su falso matrimonio había cumplido con su objetivo, haciendo que Salvatore se aleje un poco de su esposa, si ella fuese su Luciana, las cosas serían diferentes para los dos, pero no lo era, para Salvatore, Grazzia seguía siendo la mujer que lo alejó de su verdadero amor.
-- Si Grazzia, dime ¿Qué necesitas? – le preguntó en un tono casual, incluso él mismo pudo sentir la incomodidad en su voz mientras lo hizo, bajando la mirada para no retractarse de su posición.
-- Salvatore ya ha pasado el tiempo que acordamos para mi preparación. No he querido molestarte con el tema, porque veo que estas muy ocupado con tu nuevo cargo, pero… ¿Cuándo crees que podré comenzar a trabajar en la empresa? – él alzó la mirada al oírla, sin dejar de aparentar calma, la belleza de su esposa sin una gota de maquillaje era exquisita, Salvatore podía perderse en esa mirada si continuaba observándola, él tragó saliva mientras desvío la mirada hacia otro lugar.
-- Grazzia, he visto el esfuerzo que has puesto en tu preparación, y te felicito. Puedo asegurar que estás más que preparada para comenzar a trabajar en la empresa, pero… – le comenzó a decir con un tono diplomático, luego hizo una pausa corta, mientras buscaba las palabras para explicarle lo que pasaba, era en estas ocasiones cuando se cuidaba mucho de herir a su esposa, algo que no llegaba a entender. Salvatore podría menospreciarla y tratarla mal en ese momento, sin embargo, no lo hacía, y seguía preocupándose por la manera de hablar, así que volvió a mirarla a los ojos antes de continuar.
-- Las cosas han cambiado un poco, cariño – el hombre arrastro las palabras y se apoyó en el respaldar de su silla,
-- ¿Has visto como mis tíos lograron conseguir una posición para mantenerse en la empresa? – le pregunta y Grazzia asintió, en el fondo estaba agradecida de que Carlo y Alessia se vayan detrás de Salvatore cada día, dejándola en la mansión, tranquila y sin tener que hacer cosas siendo observada en todo momento. Él suspira para continuar,
-- Ellos están tratando de meterse con todo lo que puedan, no quieren dejar el control que antes tenían, y sé muy bien que tú estás en su mira, ahora mismo no es el mejor momento para que ingreses a trabajar en la compañía. Espero que lo entiendas Grazzia, esta decisión la he tomado pensando en ti y en tu seguridad. Pero… – nuevamente ese pero que siempre decía su esposo cada vez que hablaba con ella,
-- Puedes volver a la cocina, recuerda que siempre fue tu sueño querer sorprenderme con tu arte culinario, tener a una mujer que te reciba cuando venga cansado de trabajar, eso es algo que todo marido desearía. Sé que no recuerdas nada cariño, pero ese siempre fue tu deseo – mintió él de la manera más descarada posible.
Grazzia lo miró en silencio, tratando de leer entre líneas lo que acaba de escuchar. Finalmente, asintió, aunque no pudo evitar cuestionarse acerca de lo escuchado, preguntándose, además, si realmente era un sueño de ella como le decía Salvatore o sería ese en realidad era el sueño de él. Porque se así era, no entendía ¿por qué cada vez que su esposo llegaba de la empresa, cansado de trabajar, se iba directo para encerrarse en su despacho?, como si estuviera huyendo de ella.
Grazzia no pudo evitar presionarlo un poco más,
-- ¿Entonces se trata de ellos, es por tus tíos que has cambiado de opinión? – le preguntó, percibiendo la tensión en el rostro de Salvatore.
Él soltó una leve y calculada sonrisa, como si no le sorprendiera que ella dedujera tal situación, se había dado cuenta en el tiempo que estaban juntos, que su esposa era demasiado inteligente, incluso ha llegado a preguntarse ¿Quién carajo es?
-- Digamos que es así, ya vimos que ellos no tienen la mejor disposición hacia ti, y no necesito que las cosas se compliquen innecesariamente en la empresa. Cuando el momento sea el adecuado, serás la primera en saberlo – le respondió con firmeza, dejando entrever que, por el momento, no había lugar para más preguntas ni dudas…
Grazzia asintió, pero se quedó en silencio unos segundos, sintiendo cómo una capa de dudas comenzaba a instalarse en su mente. Sabe y comprende que Salvatore es un hombre hábil y consciente de sus propios intereses. Y mientras observaba la expresión fría y controlada en el rostro de su esposo, Grazzia decidió que seguiría preparándose por su cuenta. No le gustaba la cocina y por alguna razón qué no sabía, la razón le decía que no pierda su tiempo haciendo algo que no le gustaba. A pesar de los obstáculos que él o sus tíos pudieran representar en su camino, Grazzia estaba decida a seguir estudiando.
Salvatore permaneció en su despacho una hora más después de que Grazzia se haya marchado. Sabía que ella no cedería fácilmente y que, ahora que había puesto todo su esfuerzo en su preparación, no se rendiría hasta obtener el lugar que consideraba le correspondía como la esposa de Salvatore. Pero si algo le sobraba a ese hombre era paciencia y el control absoluto de sus emociones, solo debía pensar en Luciana y todo atisbo de querer ayudar a su esposa desaparecía de su mente, al menos durante varias horas.
Finalmente, él decidió subir a su habitación, manteniendo la esperanza de que Grazzia ya estuviera dormida. Cuando abrió la puerta con cuidado y vio su figura quieta y relajada bajo las sábanas, suspiró, aliviado. Se cambió en silencio y se deslizó en su lado de la cama, guardando la distancia entre ellos. Sin embargo, no podía evitar que su mirada se posara en la de su esposa cada noche, y esa noche no fue la excepción, él se quedó mirando, o mejor dicho admirando el rostro de su esposa, un momento sin comprender se había convertido en un hábito que le sorprendía.
Mientras la observaba, Grazzia, entre sueños, se giró, y uno de sus brazos descansó sobre su torso. Salvatore comenzó a tensarse, sintiendo el calor de su piel y el roce de su respiración calmada, tan cerca de él. Intentó convencerse de que aquello era solo un acto reflejo, nada más que un movimiento inconsciente de su esposa, pero su cuerpo parecía ignorar toda lógica. Cerró los ojos, controlando el impulso de permanecer allí y, antes de que los latidos de su corazón traicionaran su paz, salió de la cama con cuidado.
-- ¡Maldita seas mujer! – susurro mientras se dirigió al baño, donde el chorro helado del agua fría le permitió apagar el torbellino de emociones que había comenzado a crecer en él.
Con el tiempo, Salvatore había aprendido a controlar sus reacciones, pero aquella cercanía imprevista le recordaba que, por más que intentara evitarlo, es un hombre. Y algo dentro de él se había propuesto arruinarle cada noche desde que volvieron de su luna de miel.
Salvatore había pasado demasiados días en conflicto consigo mismo, dándole vueltas a la idea de que tal vez, solo tal vez, si permitía que la atracción que sentía por Grazzia se consumara, podría liberarse de aquel deseo constante, pues, aunque invoque a Luciana aquellas noches en vela, el deseo por la mujer que estaba acostada a su lado, no cesaba. Así que, una noche, con una determinación casi fría, organizó una cena para ambos. Salvatore invitó a su esposa sin rodeos, ni explicaciones y mucho menos ceremonias, y Grazzia, algo sorprendida pero feliz, aceptó la invitación.
Esa noche, Salvatore eligió un restaurante discreto, pero elegante, con una vista impresionante de toda la ciudad. La atmósfera estaba llena de una cálida luz, y las velas brindaban una intimidad que ambos sentían, tanto encantadora como inusual, además de traerles recuerdos de la última cena en la Villa mientras celebraban su luna de miel.
Cuando se sentaron a la mesa, Salvatore tomó un sorbo de vino y la miró con una intensidad que desconcertó a Grazzia.
-- Salvatore ¿Qué es todo esto?, ¿Acaso estamos celebrando algo? – le preguntó su esposa, rompiendo el silencio y alzando una ceja en señal de desconcierto, Grazzia sin recuerdos se sentía fatal si ahora se enteraba de que esta fecha era especial para ellos.
Grazzia no estaba acostumbrada a salir a cenar fuera, desde que llegó a la mansión, nunca lo habían hecho, incluso recordó que en algún momento fue Salvatore quien le dijo que no le gustaba cenar fuera.
-- Pensé que merecías una noche diferente cariño – le respondió él, sonriendo con calma. Al menos eso sirvió para que su esposa se tranquilice descartando que pudiera ser una fecha especial que no recordaba.
-- Ya hemos pasado bastante tiempo en la mansión, y quise recordar lo que se siente estar... lejos de casa y de los problemas – continuó él. Grazzia lo miró, entre intrigada y divertida, estaba feliz pero no dejar de pensar en las palabras de su esposo, alegando que a ninguno de los dos les gustaba estar lejos de casa. Porque cuando ella le preguntó ¿Cómo era su relación?, su esposo le había respondido que a ninguno de los dos les gustaba salir de casa.
-- ¿Una noche lejos de casa, conmigo? Y sin problemas. Eso sí que es... inesperado, sobre todo después de la semana que has tenido llena de trabajo – ella le recordaba que todas las noches él se había quedado hasta tarde en el despacho, así que Salvatore solo asintió,
-- Te aseguro que será solo por esta noche, mi amor. Lo siento si he estado tan ocupado hasta el punto de descuidarte, pero estoy dispuesto a ser el mejor esposo que puedas imaginar – añadió él, sosteniendo su mirada.
Grazzia se río sonrojada, una risa suave y dulce, una risa un tanto incrédula que solo consiguió confundirlo más.
-- Eso sí que sería maravilloso. Pero está bien, supongo que me toca dejar mis dudas en casa y… disfrutar de la compañía de mi esposo, el encantador Salvatore Colombo – le respondió ella tocándose las mejillas que sentía ardían de pasión.
Grazzia estaba convencida de que esta noche las cosas cambiarían para ellos dos, y pensaba que quizás podría recuperar algunos de sus recuerdos después.