Capítulo 18. Confía en mí cariño, es lo mejor.
Grazzia tomó la pastilla con una sensación amarga en el corazón, intentando procesar lo que realmente significaban las palabras que había dicho su esposo. Se dio cuenta de que, para él, su cercanía y los momentos que habían compartido eran solo unos momentos más en su matrimonio, mientras que, para ella, habían sido algo mucho más profundo, llegándose a preguntar ¿si todo lo que ocurrió anoche había sido preparado por su esposo desde hacía tiempo?, por qué por más que quería negarlo, Grazzia no podía imaginar que Salvatore tenga ese tipo de pastillas en el bolsillo de su chaqueta, ya que no era lo mismo a tener una tarjeta de presentación…
El desayuno que sería tan romántico y soñador terminó siendo un momento silencioso. Grazzia intentando disimular su decepción, miró a su esposo antes de hablar,
-- Claro, te entiendo... supongo que tienes razón. No es momento de pensar en algo así – aunque en el fondo, ella estaba totalmente de acuerdo con él, pues primero quería recuperar sus recuerdos, o al menos estar más segura con su esposo, pero le pareció que no fue la forma como se debió tocar el tema,
-- Confía en mí cariño, es lo mejor. En estos momentos hay muchas cosas en juego como para pensar en un bebé, además, tú eres demasiado joven para ser madre – Salvatore cambio su tono a uno más cariñoso y estiro una maño para tocar la de su esposa.
Grazzia asintió en silencio, pero su mente ya estaba llena de dudas y preguntas, ¿Habría sido simplemente un sueño?
La calidez que había sentido junto a él, su cercanía y todo lo demás… ahora parecían lejanos, como si hubieran ocurrido en otro tiempo o en otra vida. Ella retiró su mano, alejándola de la de él mientras continuó con su desayuno, una distancia silenciosa se asentó entre ellos, dejando a Grazzia con una sensación de incertidumbre que no podía ignorar.
Al terminar el desayuno, Salvatore observó a su esposa en silencio mientras ella intentaba mantener una conversación ligera, aunque claramente se había formado un vacío entre ellos dos, uno que no existía la noche anterior. Grazzia sonreía, pero su sonrisa no llegaba a reflejarse en su mirada, sus ojos evitaban cualquier contacto con los de él, y su entusiasmo parecía no estar presente, toda ella parecía apagada, algo que, antes de consumar su matrimonio no se veía en ella, por más alejados que estuvieran los dos.
Algo en esa escena produjo que una sensación de incomodidad creciera en el pecho de Salvatore, y aunque intentó ignorarla y no darle importancia, eso lo estaba enloqueciendo. El silencio entre ambos parecía incomodo, de pronto se volvió todo tan evidente como para seguir ignorándolo, sobre todo por que sus tíos estaban cerca.
-- Grazzia, sobre esta mañana... Lo que te pedí que tomaras… esa pastilla no cambia nada de lo que... de lo que compartimos anoche. Quiero que lo entiendas, ¿Estás bien? – le preguntó intentando que su voz sonara lo más suave y preocupada que podía.
-- Claro, Salvatore. Estoy bien. Solo que eso fue… fue algo inesperado. Creí que tal vez... bueno, tal vez esto significaba algo más para ti – le respondió con una sonrisa forzada.
Salvatore sintió un leve pinchazo en el pecho. Había esperado que Grazzia entendiera que habían cosas mucho más importantes que pensar en un bebé, más aún cuando ninguno de los dos se conocía lo suficiente, ella debía recordar que no tenía idea de quien es él, y peor aún, Grazzia no debía olvidar que no tenía recuerdos, Salvatore intentaba comprender la caótica mente de su esposa, pero había olvidado que es una jovencita, y que debía considerar que ella también tenía emociones, y aunque no tuviera recuerdos, quizás también tenía anhelos o sueños propios.
En ese instante, Salvatore recordó a Luciana, sus sueños, sus deseos que no pudo hacer realidad, las promesas que ambos hicieron y el juramento. Ese juramento que le hizo, de amarla por siempre, y fue en ese momento qué, se dio cuenta de que no había pensado en ella la noche anterior, Salvatore sentía que el recuerdo de Luciana comenzaba a desdibujarse de su mente, y eso lo molestó.
El hombre se sentía como un canalla por haber olvidado a su mujer, al amor de su vida, como si todos los momentos vividos con Luciana se trataran de la vida de alguien más.
-- Grazzia, no pretendo lastimarte, eso quiero que lo entiendas. Mi amor, lo que pasó entre nosotros anoche... fue real. Pero también debo ser honesto contigo, he pasado por mucho, y hay... hay recuerdos de mi pasado que no desaparecen tan fácilmente. Eso lo sabrías si tu memoria estuviera intacta – hace una pausa significativa mientras suspira,
-- Cariño, tu sabías muy bien como estaba mi corazón antes de conocerte – ella intentó recordar de que estaba hablando el hombre frente a ella, pero su mente en blanco no la ayudaba para nada.
Grazzia pensó un momento y la imagen de Estefano, el mejor amigo de su esposo llegó a ella, él la había llamado cuñada desde que ella despertó en el hospital, así que Grazzia se propuso averiguar todo lo que pasó entre Salvatore y ella antes del accidente, y lo haría con él, quería entender mejor lo qué estaba hablando Salvatore, pero sobre todo quería saber a qué se refería cuando le dijo que ella sabía cómo estaba su corazón cuando lo conoció…
-- Entiendo. Supongo que debo recuperar mi memoria para comprender las cosas un poco más. Al parecer lo de anoche para ti fue un momento real, pero para mí… fue un sueño del que no hubiera querido despertar – le dice con los ojos semi cerrados y la mirada baja.
Salvatore, al escuchar estas palabras, sintió un inesperado remordimiento. En el fondo, sabía que había utilizado a Grazzia para consolidar su posición, sin considerar lo que ella podría sentir realmente en el futuro. Pero lo que no esperaba era la sensación de haber perdido el control, de haberse dejado llevar por sus instintos naturales, y que los recuerdos de Luciana se desvanecieran tan rápido, así de fácil, mientras él estaba en los brazos de alguien más.
-- Grazzia… no quiero que pienses que esto fue un error. Sé que te he pedido mucho sin darte explicaciones, pero lo último que quiero es que sientas que esto no significó nada para mi –
Grazzia volvió a asentir sin decir una palabra más. Se levantó lentamente de su silla, y caminó para alejarse de él, dejando la mesa en silencio. Salvatore la observó alejarse, sintiendo un nudo en el estómago y una punzada dolorosa en el corazón.
Por primera vez en mucho tiempo, Salvatore Colombo se preguntaba si, en su afán por cumplir sus planes y mantener el poder familiar, había perdido algo que quizás no volvería a encontrar…
Salvatore se aleja de la mansión y de Grazzia para cumplir con sus obligaciones en la empresa, por su parte, su esposa intenta averiguar cómo ubicar a Estefano, el socio y amigo de él. Al no encontrar nada en la habitación, baja hasta el despacho de Salvatore, observa todo lo que está frente a ella, camina por el interior tratando de encontrar una agenda, o algo que le muestre lo que intenta encontrar.
De pronto observa los cajones que se encuentran en el escritorio, se acerca y cuando abre un cajón lo primero que ve, es una imagen de Salvatore al lado una mujer... era una foto que él guardaba celosamente, donde estaba de pie, al lado de gran amor. Luciana.
Mientras Grazzia miraba la foto, una mezcla de emociones la invadía. El rostro de Salvatore reflejaba una felicidad genuina, una calidez en su mirada que nunca le había mostrado a ella. La mujer a su lado, hermosa y radiante, parecía devolverle esa misma devoción. Grazzia sintió como si una sombra se extendiera en su pecho, como si un enorme peso que le oprimiera el corazón.
-- Así que... nunca fui yo. Todo este tiempo, Salvatore tenía a alguien más en su corazón – susurra para sí misma.
Inconscientemente, sus dedos recorrieron el borde de la foto. La expresión de Salvatore en la imagen le recordaba vagamente cómo él la miraba solo en ocasiones, en algunos momentos calculados, de esos en los que él sabía que sus tíos los estaban observando. Grazzia se llevó una mano al pecho, intentando calmar la sensación de vacío que crecía en su interior, y por un instante sintió que había algo en su memoria, algo que estaba tratando de escapar.
Recostándose en el escritorio, cerró los ojos y trató de recordar si en algún momento Salvatore había mencionado a otra mujer además de la insinuación que hizo esa mañana sobre el estado de su corazón, pero su mente era un torbellino de fragmentos sin sentido.
-- ¿Quién eres tú?, ¿Qué eras para Salvatore, para que aun ahora… te mantenga en su vida? – dijo con la voz apenas audible.
Después de varios minutos que parecieron eternos, Grazzia se enderezo y dejó la fotografía en su lugar, cerrando suavemente el cajón, sintiendo que también estaba cerrando algo dentro de su corazón… Su esposo no había sido claro con ella, y ahora comprendía ¿Por qué? Tal vez, en algún rincón de su corazón, ella había esperado que él la amara de verdad, que esos momentos que habían compartido anoche e incluso esta misma mañana, no se tuvieran que convertir en un pasado que debería olvidar, sino que fueran un inicio para ellos dos. Pero esa fotografía le mostraba una verdad demasiado dura, su esposo aún no estaba listo para dejar ir a esa mujer, quien quiera que sea.
Decidida a seguir descubriendo más cosas sobre esa relación, ella respiró profundo y caminó hasta la puerta, susurrando para sí misma.
-- Si de verdad lo que ha pasado entre nosotros fue real, entonces, tendré que saber todo de tu pasado, Salvatore –
Luego le envió un mensaje a su esposo, solicitándole el contacto de su cuñado. El hombre recibió el mensaje cuando estaba revisando unos papeles, al mirarlo frunció el ceño. El no tenía ningún hermano a quien Grazzia debería dirigirse como cuñado, pero luego recordó la forma como Estefano la había llamado cuando ella recuperó la conciencia y antes de enviarle la información a ella, decidió llamar a su mejor amigo.