Capítulo 4. Estaba tan preocupado por ti.
Salvatore, con una expresión fría y calculadora se acercó aún más, iba decidido a hacer lo que su amigo le había dicho, se inclinó hacia ella amenazador, sabiendo lo que debía hacer. Mientras sus ojos se encontraron con los de ella por un breve momento, Salvatore nunca podría admitirlo, pero esos ojos esmeralda lo dejaron sin aliento…
Grazzia pestañeó, ella trataba de enfocar su mirada perdida, intentando ver a la persona que estaba sobre ella, tratando de descifrar quien era aquel personaje de rostro desconocido, intentando pensar que quizás alguna vez, ese rostro, podría resultarle algo familiar. La muchachita lo observaba con el ceño fruncido, mientras su mirada se lograba enfocar. La oportunidad estaba servida para él. Era el momento perfecto de actuar pensaba Salvatore antes de abrir la boca para dar inicio a su malévolo plan. De pronto una voz dulce interrumpió sus pensamientos,
-- ¿Dónde estoy?, ¿Qué fue lo que me pasó?, ¿Quién eres tú? – eran demasiadas preguntas para ser respondidas en ese momento.
Salvatore se quedó ahí observándola, estaba todavía inclinado sobre ella, mirando esos ojos esmeralda que parecían vacíos y profundos ante él, su mente se quedó pensando mientras sus ojos parecían reconocer en la mirada de la joven algo que le llamo la atención,
-- ¿No sabes lo que te pasó? – le preguntó él y Grazzia negó luego dirigió la mirada hacia el otro hombre que la observaba, quien la miraba extraño, la sonrisa en su rostro era algo que no le gustó, pero ella todavía adolorida se atrevió a preguntar,
-- ¿Te conozco?, acaso tú sabes ¿Quién soy yo? – esa pregunta hizo que Salvatore y Estefano cruzaran miradas extrañados, Estefano observó a su amigo con los ojos abiertos, en ellos había algo más que un simple es ahora o nunca, Salvatore lo conocía muy bien y podía leer su mirada, ambos sabían todo lo que podrían ganar si actuaban a la perfección…
-- ¡Grazzia! – exclamó por fin Salvatore.
Recordaba muy bien el nombre que aparecía en la tarjeta negra que la muchacha llevaba con ella en el momento del accidente. Grazzia sin embargo lo miró extrañada, no tenía nada en su memoria, ningún recuerdo anterior, pero ese nombre y el rostro de ese hombre por alguna razón parecían permanecer en sus recuerdos, de una manera muy vaga, casi irreconocibles, pero ella sabía que estaban ahí, muy en el fondo ambas cosas estaban ahí.
-- ¿Grazzia? – repitió ella a modo de pregunta, consiguiendo que el empresario frunza el ceño al segundo, Salvatore Colombo se había dado cuenta de que algo no estaba bien con la muchacha,
-- ¿Quién soy? Nosotros nos conocemos, tú si sabes ¿Quién soy? – le pregunta Grazzia ahora a él, sintiendo que comenzaba a entrar en pánico, no sabía lo que había pasado con ella, le dolía todo el cuerpo, no podía moverse y quería saber por qué no tenía ningún recuerdo en su cabeza.
-- ¿Quién eres? – seguía preguntando ella. Había algo en él, algo que le producía una extraña sensación.
Le costaba ubicarlo, pero un destello surgió de lo más profundo de su mente, el pavimento duro bajo su cuerpo, el rostro de él sobre el suyo, la última imagen que su cerebro logró captar antes de caer inconsciente.
-- Lo vi antes… -- pensó, entrecerrando los ojos, confundida. Pero no podía recordar nada más, Grazzia estaba a punto de entrar en pánico.
Salvatore Colombo observó con atención cada movimiento de Grazzia, cada expresión en su rostro. La confusión en sus ojos era evidente, y mientras ella luchaba por recordar, él se dio cuenta de algo crucial, no sabía quién era. La amnesia se había instalado en la mente de la jovencita.
Una chispa de malicia apareció en él. Esto lo cambiaba todo, él necesitaba una esposa para asegurarse los votos en la próxima junta, y esta joven, en su estado vulnerable, y sin recuerdos era la solución perfecta para él.
-- Estás a salvo ahora – le dijo Salvatore, haciendo que su voz sonara tranquilizadora, pero detrás de su tono suave había una estrategia fría y calculadora.
-- Estaba tan preocupado por ti… – le dijo, Grazzia frunció el ceño, como si las palabras no encajaran del todo para ella.
-- ¿Preocupado por mí?, pero ¿Quién eres tú? – preguntó con dificultad, su tono de voz sonó débil y rasposa, como si no hubiera hablado en varias horas. Salvatore presionó el botón de emergencia, pronto un doctor y una enfermera llegaron a la habitación, todos estaban pendientes de la paciente y al oír el timbre corrieron hacia ella.
Grazzia abrió y cerró los ojos lentamente, como si el peso de su propio cuerpo fuera demasiado para soportar. Lo primero que sintió fue una extraña presión en su cabeza, un vacío incómodo, como si algo importante se le estuviera escapando de ahí. Todo a su alrededor se volvió nuevamente borroso, las luces del hospital parpadeaban a lo lejos. Intentó moverse, pero un dolor punzante en el cuerpo la hizo detenerse.
-- ¡Auch! – se quejó de pronto, y sintió una mano presionándola sobre la cama, por alguna razón supo que era la mano del hombre que la había llamado por su nombre, el mismo al que de alguna manera intentaba reconocer,
-- Señorita por favor no debe moverse – dijo el doctor, Grazzia escucho aquella voz, era otra completamente diferente. Ella se asustó un poco y retrocedió, quejándose nuevamente del dolor, debido al movimiento, fue entonces donde Salvatore habló nuevamente. Esta vez lo hizo fuerte y claro,
-- Grazzia cariño, debes dejar que los doctores te atiendan. Tuviste un accidente y si no llegó a tiempo sabe dios lo que hubiera podido pasar – de pronto la voz que escuchó la tranquilizó, era la misma voz de aquel rostro que creía conocer, y el mismo nombre que siente le pertenece. Ella se calmó y permitió que los doctores la revisen. Poco a poco su visión se despejó, Grazzia volvió a ver al único hombre que creía reconocer.
-- ¿Puede decirme que le pasa, doctor? – escucha ella que él hombre le pregunta al doctor.
Frente a ella, dos hombres la observaban con intensidad. Uno, el más cercano, tenía una expresión entre seria y preocupada. Sus ojos oscuros la escudriñaban, como si buscara algo en lo más profundo de su ser, mientras escucha la explicación que el doctor intenta dar. El otro, más atrás, sonreía con algo que parecía satisfacción.
Grazzia entrecerró los ojos, intentando ordenar sus pensamientos, pero su mente estaba completamente en blanco. No recordaba dónde estaba, ni lo que había sucedido, no recordaba quien era, ni qué relación tenía con esos hombres, no tenía ningún recuerdo de su pasado. Nada tenía sentido, y la confusión la envolvía como una manta pesada. Solo había una cosa clara, el rostro del hombre que estaba de pie frente a ella. Por extraño que parezca, ese rostro era lo único que le parecía familiar, no era precisamente el rostro de alguien muy cercano, pero familiar al fin de cuentas.
De pronto un destello, un recuerdo, de él inclinado sobre ella, justo antes de que todo se desvaneciera le llegó a la mente en ese preciso momento y su rostro de pronto comenzó a adquirir color.
¿De dónde lo conozco? Se preguntó en silencio, luchando por dar sentido a esa vaga imagen en su mente, el doctor terminaba de hablar con él, Grazzia no lograba escuchar lo que decía, pero necesitaba saber que le estaba pasando, y solo ese hombre podría decírselo.
-- Grazzia – de pronto Salvatore la llama al darse cuenta de que ella lo está observando, la voz de Salvatore Colombo esta vez era suave, pero firme. Como si se tratase de alguien intimo para ella, Grazzia se sintió extraña al escuchar ese tono de voz.
-- ¿Cómo te sientes? – le preguntó mostrando preocupación, Grazzia podía sentir aquel sentimiento en la voz. Ella lo miró interrogante, los ojos fijos en el rostro de él, tratando de encontrar algo que encajara en su memoria. Pero… ese rostro, esa voz, esos ojos, todo y nada a la vez, ella no podía unir nada en ese momento. Por más que intentaba hacerlo le era imposible y lo único que conseguía era que la cabeza le doliera mucho más,
-- No te esfuerces cariño, el doctor dice que has sufrido de amnesia – le dice y ella frunce el ceño al oírlo,
-- ¿Amnesia? – le pregunta y Salvatore asiente, Estefano solo sonríe al fondo de la habitación, todo lo que estaba pasando resultaba demasiado perfecto para él, y sus planes. Ahora ni siquiera tenían que amenazar a la chiquilla, simplemente debían decirle que era la prometida de Salvatore y ¡ya! Pensó el amigo y socio del empresario, las cosas no podrían haberles salido mejor.