EMMA
Presente
Septiembre de 2016
No lo vi llegar, por lo que respiré hondo y le contesté con molestia.
―Eso a mis clientes no les incumbe.
―¡Qué bueno que ya no soy más tu cliente! ―respondió dándome un sobre―. Aquí está tu p**o. ¡Gracias por tu servicio!
Se inclinó con gesto teatral, una clara burla que me hizo enfurecer.
―De nada ―respondí con brusquedad, cogí mis cosas y salí de la habitación sin mirar atrás.
¿Qué demonios se creía el muy imbécil?
Era demasiado para mí en ese momento.
Caminé por el pasillo y bajé las escaleras con una prisa que me sorprendió.
No era la mujer más rápida del mundo, por lo que se notaba mi intención de volar al sitio más alejado de todos.
Me sentía como si fuese una alucinación y esa maldita noche era solo un mal sueño, una especie de pesadilla que me atrapó cuando la realización de todo me golpeó con fuerza.
Había visto al único hombre que puede amar, convertido en un billonario asquerosamente rico, capaz de cumplir sus malditos caprichos a mi costa; era un hombre que yo desconocía por completo, que distaba del chico dulce que amé, pero que encajaba a la perfección en la descripción del cobarde que me abandonó en mi peor momento.
Era demasiado para procesar.
Las lágrimas de rabia vinieron a mí con fuerza, y cuando llegué al exterior me limpié los ojos para que no se notase mi debilidad. El señor que le entregó las llaves a Luc me miró con curiosidad. No le di importancia, me dirigí afuera una buena vez y caminé dos cuadras para tomar un taxi que me dejase directo en mi casa.
Me iba a cortar el precio de un maldito riñón, pero no me quedaba de otra. Era una completa locura en la ciudad que no dormía, no obstante, era lo que necesitaba: llegar a mi lugar de paz.
Estuve tan metida en huir que no me fijé en el Bugatti delante de mí. Solo salí de mi concentración cuando escuché la voz de Luc a través de la ventana del auto.
―Sube, por aquí no pasan transportes, así que te llevaré a casa y eso no es negociable, Emma.
Maldije mi suerte porque me había traído aquí adrede.
Me subí sin más y no abrí la boca, era lo mejor que podía hacer.
No tenía energías para encararlo, no en esas condiciones.
Luc y yo solo éramos pasado…
―¿Revisaste el sobre? ―preguntó con tacto.
Interpreté aquello a que tenía curiosidad de saber si estaba bien con el dinero que me ofreció, un detalle que casi me hizo sonreír.
―Lo reviso en privado.
—¿De verdad vas a desaprovechar una oportunidad para sacar más dinero?
—Lo que no voy a desaprovechar es la oportunidad de no volver a verte.
Nos sumergimos en un silencio doloroso y agrio que fue lacerante.
Cerré mis ojos, haciendo un esfuerzo monumental para procurar no soltar ninguna lágrima de las que amenazaban con salir en forma de riachuelos colándose por mis mejillas. La rabia y la confusión me estaban pasando una muy mala jugada, lo suficiente para salir a flote cuando estaba en un espacio tan reducido con él.
Luc decidió no decir nada más, el silencio se hizo la mejor compañía y en menos de lo que esperé, el Bugatti se estacionó frente a mi casa, lo que me dijo mucho de qué tan ensimismada estuve en mis pensamientos.
―Gracias por traerme.
Me dispuse a bajarme y sujetó mi mano, haciendo que una descarga recorriera dándome escalofríos. Era una cosa de locura.
―¿Será posible que podamos hablar sin ser tu cliente? ―preguntó, soltando la última palabra con aversión.
Una que sentí como un golpe.
―No. El pasado es pasado, así que te repito: no hay nada de qué hablar ―espeté con firmeza, de una manera bien tajante, por lo que me bajé y cerré la puerta con fuerza.
Lo peor de todo es que no se quedó tranquilo.
Escuché que se salió del vehículo y lanzó la portilla con tanta o más rabia de la que sentía yo en ese momento. Abrí mi bolso en un intento por sacar mis llaves y tratar de ignorarlo, pero sus pasos me siguieron como una maldita sombra.
―¡Emma, espera! ―Subió los escalones a mi lado y se colocó de forma tal que viese sus expresiones―. Dame una oportunidad de hablar, una sola, y si no me quieres ver más, me alejaré.
Era una oferta tentadora.
—No, así que puedes irte a la mierda.
—Entonces, si no quieres hacer las cosas por las buenas, la haremos por las malas, nos vemos el próximo fin de semana.
Estaba loco si creía eso.
―Eso no es posible, señor Basciano ―establecí mis límites y me inventé unas cosas para alejarlo―. Tengo reglas muy estrictas como dama de compañía y no repetir de manera seguida con un cliente es una de ellas.
El muy estúpido alzó ambas cejas considerándolo y luego se echó a reír.
—Eres tan mala mentirosa… Nos vemos el viernes ―dijo con seguridad y se fue sin más.
Negué sin remedio.
Era un tonto con letras mayúsculas.
Abrí la puerta y Alice me esperaba ansiosa y con un enorme bote de helado de chocolate con crema. Solté todo lo que tenía encima a mi paso y ella solo acercó el helado con una cuchara extra para mí.
La tomé sin chistar y cogí una gran porción que me heló la cabeza.
Me lo merecía por estúpida.
―Sí que fue rudo ―dijo Lilly que venía de la cocina con varios tazones y me miró de pies a cabeza―. No pareces que te hayan dado un buen revolcón. ―Bufé en respuesta y sus ojos se abrieron como un par de platos—. ¡No tuvieron sexo!
—No me lo puedo creer.
―Solo le di un buen trabajo oral.
―¿Es lo único? ―Asentí, luego achicó los ojos y eso me hizo sonreír.
―Digamos que el señor Basciano y yo tenemos historia…
—¿Cómo es posible eso? —preguntó Lilly muy interesada.
—Luciano Basciano es Luc.
—¿Luc? ¿Ese Luc que juramos que íbamos a golpear hasta hacerlo papilla? —preguntó Alice con rabia.
—Ese mismo Luc…
—No puede ser.
—Puede ser, yo todavía estoy en shock y el imbécil cree que, si no hablo con él por las buenas, hablaré con él por las malas.
―¿Por eso te pidió para el viernes?
La pregunta de Lilly me hizo verla con suspicacia.
―¿Nos escuchaste afuera?
Su sorpresa fue evidente.
―¿El granuja te trajo? ―preguntó pletórica.
―¿Cómo sabes que quiere verme el viernes? —Fui yo la que demandó una buena respuesta.
―Rocco llamó para avisar que un empresario grande te quiere para ese día ―explicó Alice y entrecerré los ojos porque me conocía sus trucos―. Lilly le sacó la información de quién era este hombre por motivos de seguridad.
―¿Él se comunicó con Rocco?
Ella asintió.
No lo podía creer.
Lo tuvo que haber hecho cuando me dejó sola en la habitación.
―No sabías ―interpretó Lilly y ahí supe que estaba jodida.
―No, pero llamaré para negarme.
—Eso no va a pasar, Rocco quiere todo el dinero posible de esto, no te dejará negarte. El Basciano lo llamó para reservarte por todo el fin de semana y, con intenciones exclusivas, básicamente le prohibió cederte a otros clientes a partir de ahora. ―Mi mirada la instó a seguir hablando―. El hombre le pagó tanto dinero que el viejo no dudó en aceptar.
—Esto es malo.
—Estaba tan feliz que dijo que te daría comisiones extras.
—Dioses…
Eso me hizo recordar el maldito sobre, por lo que lo saqué del bolso para ver cuánto valía mi maldita compañía. Al abrirlo, un resplandeciente cheque con la suma de quinientos mil dólares y una nota era lo que me esperaba.
—¡Esto tiene que ser una gran broma! —exclamé incrédula.
Alice tomó la nota y sin más la leyó:
—Si esta es la única forma que tengo de hablar contigo, te daré mi fortuna a cambio de que dejes de ser obstinada y hables conmigo. Por cierto, haces unas mamadas de lujo, Emma.
Mis amigas me vieron sin creer nada, incrédulas, como si una bola las hubiese golpeado.
Y no podía culparlas yo estaba demasiado incrédula. Pagó mucho más de lo acordado y su estúpida nota era la confirmación de que no me dejaría en paz. Eso era lo que no entendía.
¿Por qué volvía a mí luego de siete años de esta forma?