Capítulo 1
EMMA
Parte I. Reencuentro
Presente
Septiembre de 2016
Si algo había aprendido en los años que llevaba viviendo en Nueva York, era que la temperatura de otoño podía ser la más traicionera de todas. Podía ser un día fresco, pero luego, sin más, la temperatura llegaba a descender con tanta facilidad que a los neoyorquinos no les quedaba más remedio que siempre llevar un abrigo consigo.
Por eso mismo busqué entre las prendas de mi armario un abrigo Chanel que un cliente me había regalado en un viaje a Italia. Lo encontré en el fondo, junto a prendas que jamás salieron de su empaque, y sonreí gustosa porque era impecable.
—Esto te quedará bien sobre ese magnífico vestido —le dije a Alice y ella me vio con burla.
—No necesito un abrigo para ir a una gala, debo exhibirme.
—No hablo de eso, listilla, sabes perfectamente que el doctor Koch te llevará a algún bistró luego de la gala —argumenté con sorna mientras ella me mostraba su vestido n***o—. Le gusta exhibirse contigo y si lo pones de buen humor, seguro que soltará una gran propina.
Se cruzó de brazos y suspiró profundo, haciendo que uno de sus rizos rojos se moviera con facilidad de su rostro.
—Bien, pero este será el último servicio que le hago al doctor… Se apega demasiado y es exageradamente meloso —dijo ella con disgusto porque no le gustaban las muestras públicas de afecto—. Quiero clientes nuevos y también quiero que llames a Guido. No sé qué demonios pasa, pero no me ha cancelado los últimos cuatro servicios.
Fruncí el ceño ante ese detalle.
—Quédate tranquila, me haré cargo… A él no le conviene perder sus estrellas.
Ambas alzamos las cejas antes de echarnos a reír por lo absurdo del tema.
Como damas de compañía sabíamos perfectamente lo reemplazables que podíamos ser.
Siempre se necesitaba mantener la belleza, pero el tiempo pasaba y más jóvenes llegaban.
La bocina de la limusina sonó y apresuré a mi amiga para que se fuese enseguida, no había tiempo que perder, así que cuando se fue, no dudé en enviarle un mensaje a Guido.
Mi teléfono sonó enseguida.
—¿Qué quieres? —preguntó con mordacidad.
—Alice, me acaba de decir que no le has pagado los últimos servicios y como tampoco has pagado los míos, voy a ir directo al grano: ¿qué estás haciendo?
—No se han procesado los pagos…
—No me quieras ver la cara de tonta —lo interrumpí en el acto, estaba harta de sus excusas—, no estoy para juegos, así que pagas, voy a ir directo con el viejo Rocco.
—A mí no me amenazas…
No pude evitar reírme.
—No te estoy amenazando, te estoy notificando que te doy veinticuatro horas contando desde este momento para hacer el p**o —anuncié con toda la seriedad del mundo—. A partir de ahora no cuentes con nosotras.
Colgué hondo antes de llamar al único que podía ayudarme.
Si bien, no me agradaba llamar al hombre que básicamente me obligó a entrar al bajo mundo de las acompañantes como consecuencia de la desgracia de mi pasado, era el único que podía poner orden en esa situación.
Estaba harta de que Guido fuera el intermediario.
Lo único bueno de tratar con él fue conocer a Alice y a Lilly, mis mejores amigas, en las que estaba pensando para hacer el cambio drástico que necesitaba. Esperé a que timbrase el teléfono varias veces antes de que la voz ronca del viejo Rocco contestara:
—Mira qué sorpresas me ha dado la vida hoy…
—Disculpa que te moleste, Rocco, pero tengo un problema con Guido y quisiera saber si es posible cambiar de intermediario o tratar directamente contigo todo lo relacionado con mis servicios y los de Alice.
—¿Qué hizo ese despojo humano como para que tú quieras eso? —preguntó entretenido.
Era bien sabido que siempre evitaba tratar con él, pero medidas desesperadas requerían acciones desesperadas. Sin embargo, tenía una carta con la que jugar.
—No nos ha pagado los porcentajes de los últimos servicios, me temo que nos está robando y lo está usando para algo —le conté simulando gravedad—. Según las chicas, ha estado muy disperso desde que el proveedor de drogas lo amenazó la última vez frente a los clientes.
—¿De qué demonios hablas?
Sonreí cuando picó el anzuelo.
—¿No tienes un nuevo proveedor? Según entendí, por lo que él nos dijo en la última fiesta salvaje, tú has contratado a un nuevo proveedor y él fue asignado como el encargado de repartir el producto a los clientes.
Escuchó la maldición al otro lado del teléfono.
—¿Cuántos servicios tiene sin pagarte?
—Cuatro de Alice y dos míos.
—Los últimos cuatro servicios de Alice sin su porcentaje hacen unos quince mil y los últimos tuyos hacen unos ocho mil. ¿No les dio ni un mísero dólar?
—No.
—Haré los pagos completos hoy en la noche y si se comunica contigo, házmelo saber —espetó con fuerza—. Por ahora… ¿Quieres ganar una buena paga? Tengo unos clientes exclusivos que quieren un buen trato.
—Si hay buena paga, apúntame.
—Bien, son unos árabes que llegarán a la ciudad para una gala de inauguración este próximo sábado en el nuevo hotel del conglomerado Basciano.
⸺¿Son muchos? Puedo llevarme a Alice…
—Tú puedes con una cuadrilla y más, pero sería bueno ofrecer un dos por uno —dijo Rocco con humor, haciendo que contuviera el asco—. Organízate, te estaré pasando todos los datos.
—¿De cuánto hablamos esta vez?
—Cuarenta mil al contado —dijo tranquilo—. Si te llevas a Alice, deben soltar unos diez mil más.
La cifra era demasiado buena como para dejarla pasar.
—Perfecto, ahí estaremos sin falta.
El sábado llegó con prisa.
Alice y yo estábamos listas para partir, solo esperamos por Lilly, quien esa noche sería nuestra chofer asignada y guardaespaldas de emergencia. Cuando sonó el timbre, Alice no dudó en abrir y la exuberante, pero letal morena entró con expresión de pocos amigos, pero escondiendo su sonrisita de duende.
—¿Por qué tienes esa cara de haber comido algo rancio? —le pregunté con curiosidad.
Dios sabía lo que Lilly hacía como ejecutora de Rocco, lo que la hacía parte de la mafia.
—Digamos que no tuve un buen día… Pero eso no importa. —Le quitó hierro al asunto—. ¿Listas?
—Sí, tomo el bolso y nos vamos.
Media hora después estábamos cerca del nuevo hotel del conglomerado Basciano y Lilly soltó una de esas preguntas extrañas que la caracterizaban.
—¿Tendrán una fiesta entre todos? Porque si es así, quiero fotos de estos tipos si tienen p***s bonitos, si no, por favor, no me muestren una mierda… Solo quiero comprobar que sea verdad eso de que están bien dotados, tanto como para competir con los de aquí.
Alice y yo nos reímos porque a pesar de que nuestra amiga resultaba ser el ser más misándrico que conocíamos, tenía una fascinación escondida por los miembros viriles.
—Si se dejan, créeme que te haré un álbum entero —le dijo Alice y negué.
En pocos minutos llegamos fuera del sitio y pudimos apreciar que era una belleza arquitectónica de punta, un sitio en el que no se escatimaba en lujos y del que no se dudaba la importancia que tendría para la ciudad.
—Esto es increíble… Esta familia está forrada en dinero.
Alice tenía razón.
Según lo poco que leí, la familia Basciano era una de las más poderosas del mundo, con una riqueza capaz de liderar las listas globales de Forbes y Fortune 500 por décadas.
—Las mantendré vigiladas, limítense a sus clientes y no hagan que le parte la cara a nadie —dijo Lilly y nos dio las invitaciones del evento.
Una tapadera que creó Rocco para que entremos sin problemas, en ellas éramos arquitectas de un prestigioso estudio de arquitectura de Oklahoma.
—Esto no me lo creo ni yo.
Me reí porque era ridículo, sin embargo, cuando las presentamos en la entrada e hicieron la verificación, nos dimos cuenta de que eran sólidas. Uno de los guardias nos escoltó hasta unas escaleras de mármol que eran impresionantes.
—Al final del pasillo derecho está el salón de eventos. Disfruten la velada.
Alice y yo entramos con gracia, mostrando sonrisas impostadas.
La gala no era más que una tapadera para que el conglomerado hiciera más tratos, lo que me hizo pensar que el CEO era un hombre brillante. No salía nada de él en la web, no se conocía su rostro, solo el dato de que era el hijo brillante de los Basciano, uno joven astuto que se hizo cargo de todo con apenas veintidós años.
—No somos las únicas aquí —dijo Alice.
Vi unas cuántas damas que Rocco manejaba y no dudé que debía tener muy buenos contactos como para entrar a un sitio así. Saludamos a unas cuantas, luego nos apresuramos hasta la mesa de nuestros clientes, los hermanos Haddad, Adib, Haid y Yusuf, unos herederos árabes que querían divertirse a lo grande.
A ella lo que le sorprendía era cómo demonios Rocco había hecho para que muchas de las damas más solicitadas se encontraran en la sala. Y como eran demasiadas, y estas solían jugar sucio para quitarles clientes a otras, decidió identificar a los árabes que la pidieron, los hermanos Haddad: Adib, Haid y Yusuf.
—Ahí está Kim, pero está con el asqueroso de Raymond Graham.
Sentí pena por ella y me pregunté qué tan necesitada estaba como para aceptar servicios de un hombre que no solo podía llegar a ser mala paga, sino que era de los más pervertidos del mundo.
—Nuestros clientes se ven guapos.
Alice tenía razón, al acercarnos, me di cuenta de que eran divinos, sin embargo, algo en la espalda del hombre que hablaba con ellos me pareció familiar.
—¡Querido Basciano! Esta es la gamila que te comentamos —expresó uno de los hermanos satisfecho.
Entonces este se giró y mi mundo colapsó.
Dejé de respirar en el acto.
Luc, el hombre que me engañó y me abandonó en el peor momento de mi vida, estaba mirándome de una forma que me heló la sangre.
No podía creerlo.