EMMA
Presente
Septiembre de 2016
Su voz ronca hizo que mi cuerpo cobrase vida.
Fue como si activase la memoria muscular que había estado dormida, aguardando por el único hombre capaz de hacerme vibrar. Por lo que tomé todo el acopio de mi fuerza de voluntad para no ceder a ello, para recordarme que lo que Luc hacía conmigo era una maldita humillación.
Por eso no dudé en voltear las cosas.
—Como guste, señor Basciano.
Él se sentó en la cama, con una expresión de cretino, para ver el espectáculo.
Sonreí con diversión, me quité la chaqueta y ahí su expresión cambió a una indescifrable que no podía entender con claridad. Eso hizo que por poco me debilitase antes sus ojos grises, ante sus facciones perfectas que reflejaban expresiones de anhelo que odié al instante.
Solté la prenda con algo de ira, bajé la falda con suavidad, de una forma tan descarada que pude ver un vestigio de molestia en Luc. Eso me incitó a ser más osada, me abrí el top liberando mis senos y al ver que el interés de Luc sin pudor, se lo lancé en el rostro con malicia.
Me quité las botas con lentitud, luego la tanga que cargaba encima y le sonreí en un claro reto.
―¿Qué deseas que te haga?
—Sabes, puedes llegar a ser una cosita torturadora…
Luc se levantó, se acercó con sigilo y tomó mi cabello rubio con devoción.
—¿De verdad crees que podría torturar a alguien? —le pregunté de forma inocente.
—No creo, Emma, estoy muy seguro de eso.
—Si tú lo dices…
Ahí me tomó la nuca con suavidad y me miró a los ojos sin miedo.
—Eres muy mala, princesa.
Era la segunda vez que decía el maldito apodo y lo odié.
—Yo no soy mala, solo soy una puta —tuve la osadía de lamer su barbilla—, así que dígame qué es lo que quiere que le haga.
En ese instante me soltó.
A pesar de tenerme ante sí como Dios me trajo al mundo, simplemente ignoró eso y me dio un beso dulce en la frente que mató todo el ambiente.
―Solo dormiremos, Emma ―dijo de forma tan lúgubre que me sacudió.
Me esquivó al levantarse y dirigirse al baño, como si no pudiese soportar estar ahí, en ese accidente tan desgarbado que éramos juntos. Lo seguí con la mirada sin entender que por primera vez me habían rechazado.
Para una mujer que vivía de la atención de los hombres, aquello fue una patada directo a mi armadura.
—Esto es increíble…
Me vestí de forma cómoda, esperé a que saliera del maldito baño y entré para bañarme, desmaquillarme y estar lista para dormir. Cuando regresé, él ya estaba en su lado de la cama, prácticamente al margen de todo, por lo que le seguí el ejemplo, me acosté en el otro extremo, tan lejos como pude de él.
El problema era que estaba demasiado tensa, tanto como para que él se diera cuenta.
—No te preocupes, Emma, no tienes que estar tensa…
—No se preocupe, señor Basciano, hago lo que se me pida y, si quiere dormir conmigo, dormirá conmigo.
—Espero que no te marches mientras duermo, Emma.
—¿Por qué tendría que marcharme si ni siquiera ha consumido?
La pregunta no me salió con maldad, fue muy genuina.
—Aunque no lo creas, Emma, no te traje conmigo para consumirte.
Distaba de eso, por lo que me contuve de decirle cuatro groserías.
Solo cerré los ojos y llamé a la calma, a la tranquilidad para poder dormir algo, solo que le era prácticamente imposible. El calor que Luc emanaba me recordaba momentos que tenía presos en un rincón oscuro del fondo de mi mente.
Era una tortura que hacía sentir el ambiente con vida.
A los minutos escuché un suave suspiro, cerré los ojos para no ver nada, pero las malditas lágrimas ganaron la batalla.
—Espero no volver a verte nunca más.
***
Me desperté con sentimientos encontrados.
No pude dormir bien, se me hacía difícil estar en la misma cama que él, tanto como el hecho de que en ese momento el hombre que odiaba estaba con una erección.
Lo gracioso es que muchas cosas en él cambiaron, menos la maldita erección mañanera.
Eso me llevó a momentos en los que esa erección me hizo feliz y el hilo de esos pensamientos de alguna forma me excitó como nunca me había excitado en años. Por eso cerré los ojos con fuerza, luego me volteé en un intento de dormir y recordarme cuánto odiaba este hombre.
—¿Tienes curiosidad?
—No sé de lo que hablas…
—Te sentí despierta, pero me hice el dormido para ver qué demonios hacías, así que lo único que noté es que me observabas. Por eso te pregunto de nuevo, ¿tienes curiosidad, Emma?
Me giré para verlo a los ojos con rabia.
—¿Por qué tendría curiosidad de usted, señor Basciano?
—Algo me dice que es algo que tienes que responder tú, sin embargo —con rapidez me puso boca arriba, haciéndome jadear y se montó encima de mí—, es algo que yo voy a explotar.
Sin más, Luc me besó.
Aquel beso fue como una explosión de colores.
Por un momento se me olvidó todo y me entregué al hecho de que estaba sintiendo algo que llevaba sin sentir durante mucho tiempo, de que se sentía tan viva como no lo había estado en años.
La sensación de esa lengua recorriendo los recovecos de mi boca, fue como sentir el mismísimo paraíso. La realidad era asfixiante, pero estaban gozando de omitirla.
Por un momento volvíamos a ser los jóvenes enamorados, los tontos que se dejaban llevar por la pasión, los que se desfogaban con locura, que se exploraban al punto de perder la noción del tiempo y que solo se desbordaban en los brazos del otro.
Gemí de gusto cuando él comenzó a frotarse contra mí, estimulándome de una forma que sentí el fuego recorriendo mis extrañas con exquisitez. Por eso fui tan osada como para ir directo a tomar su m*****o, lo que hizo que Luc detuviese el beso, entonces me vio con tanto anhelo que supe que la había cagado.
—Mierda, esto está mal.
No pude evitar decir esas palabras.
Y fue eso mismo lo que hizo que se alejara con demasiada rapidez para ir directo al baño, sin siquiera decir algo más.
—La he cagado, Dios mío…
Me senté en la cama con la respiración alborotada.
Medité durante unos segundos antes de que la rabia hiciese que volviese algo de sentido común.
—¿Por qué tendría yo que sentirme mal por un tipo que no solo me engañó, sino que me dejó tirada en el peor momento de mi vida? No… lo que ese imbécil se merece es mi desprecio.
Lo mejor que podía hacer era usar la calentura a mi favor, sabía que, así como él tenía un efecto en mí, yo tenía un gran efecto en Luc. Con eso en mente, tomé mis cosas y esperé a que él saliera del baño para acomodarme.
Me ignoró y decidí sonreír con sorna.
Era demasiado imbécil, el muy desgraciado.
Terminé mis asuntos rápidos y al salir, el olor a frutas, café y torticas inundó mis fosas nasales, lo que me frenó lo suficiente para no mandarlo todo al caño. Si algo había aprendido, luego de pasar hambre en momentos duros, era que la comida siempre ganaba.
―Pedí desayuno, debes tener hambre, así que sírvete si te apetece.
El ofrecimiento de Luc no era más que una rama de olivo.
Me serví de todo un poco, me di un pequeño gusto sin tenerlo en cuenta y, cuando quedé satisfecha, dejé el plato vacío en el carrito.
Este es el momento, ahora o nunca, Emma, pensé ella con gracia para salirme de ese enredo.
―¿Cuándo desea que haga mi trabajo? —pregunté con retintín odioso―. ¿Tiene una preferencia con las horas?
―Sabes a la perfección que puedo hacerlo a cualquier hora del día ―contestó Luc con una sonrisa arrogante―. Parece ser que eres tú la que quieres comenzar a ejecutar tus artes y apenas acabas de comer.
Había dado en el clavo.
―Comer no es un problema al respecto… Pero, en realidad, espero que me diga lo que necesita de mí.
―Por ahora… ―Se tomó su tiempo para pensar en un momento que pareció eterno―. Desnúdate Veamos qué tan ciertas son las recomendaciones que recibí de ti... ¿Qué es lo que haces con esa boca tan bonita que Dios te dio?
Es un bastardo.
Controlé mi reacción de mandarlo al demonio con todo y su estúpido dinero, mientras escalofríos recorrieron mi cuerpo por sus palabras dichas en tono amargo. Sabía de dónde venía el problema: de haberle negado sexo oral cuando estuvimos juntos.
Quería una lección, le iba a dar una lección que lo hiciera retorcerse.
—Bien —dije mientras buscaba una coleta y me hacía un moño alto—, hagamos que cada maldito centavo valga la pena.