Capítulo 3

1505 Words
EMMA Presente Septiembre de 2016 —En ese momento no podía decirte quién era yo, Emma… —No me interesa escuchar sus mentiras baratas, señor Basciano —le interrumpí—, solo estoy aquí porque estoy cumpliendo un servicio. Con eso me subí a la limusina conteniendo las ganas de llorar de rabia. Él me siguió en seguida. —¿Por qué te convertiste en esto? Si me hubiesen dicho que Luc aparecería para cuestionarme por qué era una dama de compañía, sin duda sería el epítome de la comedia por lo que no pudo aguantar la risa. —¿De qué te ríes? Te estoy preguntando algo serio, ¿cómo demonios terminaste siendo una de las chicas de Rocco? La urgencia en su voz, la decepción velada detuvo mi risa en el acto. ¿Cómo era capaz de preguntar siquiera eso? No dudé en responder con elegancia antes de mandarlo a la mierda. ―Lo que fui no le interesa, lo que soy ahora es lo que importa. Estoy aquí para trabajar, así no pretendo hablar del pasado cuando tengo una labor que hacer, solo dígame qué es lo que usted desea y lo haré. ―¿Con eso es lo que me vas a salir? —Es que no entiendo siquiera a qué viene la pregunta… —Sabes perfectamente a qué me refiero, Emma. —No, así que por favor dígame lo que tengo que hacer y no perdamos el tiempo. —¿No te explicarás? ―demandó con una mirada desilusionada. ―No necesito explicar quién soy, no se lo debo. Ahora, ¿qué fantasía tiene, señor Basciano? ¿Qué es lo que le gusta? Con la última pregunta no se contuvo de maldecir a la vida. Lo ignoré y decidí que ver a través del vidrio polarizado era más interesante que prestar atención a ese imbécil. ―Iremos a buscar mi auto, luego pasaremos por algo de tu ropa y te trataré como la acompañante que eres ―espetó con voz grave, desarmando. Sonreí porque me metí debajo de su piel y el hecho de que él quisiera insultarme era una muestra de lo idiota que podía ser. ―¿Le cuento un secreto, señor Basciano? No me molesta que me digan lo que soy… Me satisface saber que cumplo con la idea ―le dije con toda la mala intención. La puja surtió efecto porque no pudo sostenerle la mirada, así que nos ignoramos durante todo el viaje. Cuando llegamos al primer destino, él se bajó y con mal gesto me indicó que lo siguiese. Él no dijo nada, solo asintió y siguieron su camino. La limusina partió y no pude evitar contemplar la enorme casa gris frente a mí. Tenía un jardín con un espectáculo de gardenias y lirios que, junto con grandes árboles, era seguro que daban sombra y cobijo en días soleados. Era el paraíso a las afueras de la ciudad, en un centro residencial privado hecho para rico, lo que no solo me parecía retorcido, sino que me impactó porque esa visión fue la de mi casa soñada. —Este hombre es un maldito demente. Lo sentí como una burla en su memoria. El sonido de una puerta metálica al final del camino de los árboles llamó mi atención y un hermoso Bugatti se asomó con Luc cambiado de ropa. La puerta se abrió y su voz resonó fuera. ―Sube —lo exigió él sin más―. Dime dónde vives para buscar ropa cómoda. Quería mandarlo al diablo porque sabía que llevarlo a casa era una mala idea, pero quería ver qué era capaz de hacer con esa información. Le di la dirección y me miró con sorpresa. —¿Qué? Vivo ahí, es una zona tranquila y segura, no como esta, pero puedo vivir en paz. Él no dijo nada. Tardamos más tiempo del deseado en llegar, me bajé enseguida y les escribí a mis amigas. Sabía que si no me reportaban se asustarían. Emma: Estoy bien, estaré de servicio con Luciano Basciano esta noche, compartiré con ustedes la dirección, cualquier cosa les aviso. Lilly: ¿Rocco sabe? Alice: Sí, mis clientes le informaron y estaba más que encantado. El problema es que algo pasa con Emma y el señor Basciano. Lilly: ¿En serio? Emma: No pasa absolutamente nada. Alice: Lo vio y tuvo la expresión de que vio un maldito fantasma. Lilly: Hablaremos de esto en cuanto termines el servicio, estaré pendiente de ti, así que ten la marcación rápida lista, me importa poca que sea el CEO del mismísimo mundo, lo muelo a golpes si te hace algo. Sonreí por la protección y luego vi el auto de Luc por la ventana. —¿Cómo sucedió esto? Era la pregunta del millón. Suspiré con algo de cansancio mental antes de tomar un bolso en el que coloqué ropa extra y dos conjuntos de lencería que, aunque odiaba usarlos, servían para hacer mi trabajo. Me quité el precioso vestido rojo, me puse algo más práctico. Se cambió de ropa por algo práctico. Me puso una falda blanca vaporosa con un top n***o y chaqueta marrón de cuero. Cambió sus tacones rojos por sus botas hasta las rodillas y salí con el cargador de su teléfono en la mano, mientras desactivaba las notificaciones del chat con mis amigas. Entré al auto y no dije nada, el silencio reinó durante unos segundos antes de que Luc hablase. —¿Por qué haces este trabajo? Su tono de voz era más calmado, en realidad, parecía casi desesperado, pero decidí cortar el mal de raíz o sería un cuento sin fin. —Voy a ser muy clara, señor Basciano —le dijo con sarcasmo—, porque parece no entender muy bien la negativa, pero aquí voy: mi vida no le incumbe, lo único que le interesa de mí es mi cuerpo, así que limítese a ello. —No vas a ceder. —No voy a ceder, mi vida es privada y no es su maldito problema. —Quiero decirte… —Señor, Basciano, si me va a decir algo que no esté relacionado con el servicio, no pierda ni su tiempo, ni su saliva. No me interesa escuchar nada que no sea qué es lo que quiere que haga por usted. Luc suspiró. Manejó una media hora más, giró cerca de un camino alejado y se metió en un motel de paso, lo que no solo era irónico, sino que resultaba ser hasta divertido. —¿Es en serio, señor Basciano? —¿Qué es en serio? —¿De todos los lugares del mundo me trajiste a un motel de paso? —Sí, Emma, te traje a un motel de paso, ¿algún problema con eso? —Para ser un hombre que paga demasiado por una dama de compañía, este lugar no calza con lo que está acostumbrado. Luc frunció el ceño, luego se estacionó y me vio por completo molesto, estaba a punto de hervir, la vena de la frente le estaba latiendo. —No tienes idea de lo que estoy o no estás acostumbrado. —No, es obvio que no lo sé, señor Basciano… No sé nada de usted. Quería recalcarlo, entonces el muy miserable sonrió con ironía. —La primera vez que te hice mía fue en un sitio mil veces más sencillo, Emma, ¿cuál es el problema? En ese instante me sentí insultada. —¿De verdad cree que me reclamó en ese momento? Me eché a reír con fuerza. —Emma… —Usted es la persona más crédula que conozco, que mire que he visto de todo en este negocio, pero voy a ser buena, no me volveré a reír de usted y le enseñaré por qué las mujeres como yo jamás somos reclamadas. Apretó el volante con fuerza antes de salir y no pude evitar sentirme victoriosa. —Baja, Emma. Lo hice con lentitud, pero él tuvo algo de paciencia, por lo que esperó para caminar a mi lado. Ahí me di cuenta de que el lugar no era del todo malo, podía pasar por discreto, pero no se comparaba en nada con las suites a las que estaba acostumbrada. Él fue directo a conversar con un señor que saludó como si fueran viejos amigos; este simplemente le dio una llave. —¿Acaso traes a tus acompañantes aquí? Fue lo que me pregunté en voz alta, pero luego lo ignoré porque no era mi maldito problema, aunque me molestaba la idea. Fuimos directo a la última habitación del pasillo, Luc abrió la puerta y entré con confianza. —Interesante. —¿Qué te parece interesante, Emma? —Que no es tan malo como parece. —Ya veo… Coloqué mi bolso sobre una mesa en la esquina de la habitación, él cerró la puerta y se acercó desde atrás, se pegó a mi espalda y me tomó de las caderas, antes de acercar su boca a mi oído para decirme: ―Muéstrame cómo trabajas, princesa.
Free reading for new users
Scan code to download app
Facebookexpand_more
  • author-avatar
    Writer
  • chap_listContents
  • likeADD