No sabe el motivo, pero esa imagen no le hace nada de gracia, mira encantado a aquel ángel que sin duda de nuevo lo alegra, quince años después sigue haciéndolo feliz descubriendo que no necesita mucho para serlo; la morena voltea a verlo sonriente.
—Niño Rodrigo le dije a mi tata que usted me dijo que fuéramos a la ciudad —hace un puchero que comienza a resultar adorable —y me dijo que no —baja la mirada.
—No te preocupes Maria —se acerca nervioso, es raro pero esa pequeña de veinte años logra ponerlo así y como un tonto sin saber como actuar —yo me encargo de que acepte.
—¿Pero cómo? —se encoge de hombros mientras Rodrigo la toma de la barbilla para que lo mire.
—Déjame a mi —siente una corriente entre los dos, —quiero hacerte feliz —mira sus labios.
—Pero ¿por qué? —se aparta dejándolo trastornado sin entender el motivo de qué un simple gesto lo ponga de mal humor.
—¿Qué estás haciendo? —se mueve intentando ignorar lo que ella le produce.
–La comida —sonríe mientras toma una cuchara y saca un poco de lo que hace para dárselo en la boca —¿qué tal?. —Rodrigo deja un poco en la cuchara y ella no duda en metersela a la boca para comer cosa que le deja los sentidos alterados al bigotón.
—Maria —siente un magnetismo —come conmigo, odio hacerlo solo —saca esa excusa deseando cada vez más su compañía. Ella acepta a regañadientes con el corazón acelerado.
Deciden cenar bajo las estrellas, Rodrigo disfruta escuchándola y viéndola feliz. Por su parte la morena intenta ignorar las mariposas que siente cada vez que tiene cerca a Rodrigo todo le sale muy natural con él así como es ella.
Al día siguiente Rodrigo consigue el permiso del padre de Maria para llevarla a la capital, mientras maneja mira de reojo lo emocionada que está con cada cosa nueva que va viendo y descubriendo, Rodrigo la ayuda a bajar del carro nada mas llegar donde está su amigo Juan Carlos pues deben ver algunos asuntos importantes.
Él tercero al ver la joven tan sencilla que va del brazo de su amigo y se siente atraído, definitivamente no hay mujeres como ella, se imagina verla desnuda en su cama enseñándole cómo complacerlo.
—Castro —saluda sin quitarle la mirada de encima a la joven —mira nada más —sonríe de medio lado —Juan Carlos —se presenta dándole la mano y ella la esquiva sintiéndose mal pues no le gusta la manera en que la mira.
—Maria —dice su nombre, sintiéndose incómoda cuando hace un gesto de acercarse a darle un beso en la mejilla.
—Ella es Maria la mujer de quien te conté —se pone serio, Maria se aferra a su brazo nerviosa por aquel hombre pero extrañamente a Rodrigo le gusta que lo vea de esa forma a él, como un apoyo.
—¿La niña de quien hablaste?.
—Yo no soy una niña —Rodrigo la rodea por la cintura delicadamente sonriendo al ver de nuevo su rostro de niña.
—-Eso veo.
A Rodrigo no le gusta la forma en que su amigo mira a Maria, le hace sentirse incómodo y además posesivo, eso le hace saber lo mucho que la joven le gusta así quiera negarlo.
Empiezan a hablar de negocios, mientras Maria mira todo a su alrededor con gran curiosidad sintiéndose protegida por Rodrigo, luego de la reunión él se muestra preocupado y la morena le dice que no le agrado para nada como la miro y trato Juan Carlos cosa que él agradeció mentalmente pues se encuentra sintiendo muchas cosas que aún no logra dimensionar.
Van a comer helado y Rodrigo le compra una máquina de coser a la morena pues dijo que quería aprender a hacerlo para hacer su propia ropa ya que se sentía mal al ver a todas su amigas siempre con ropa diferente.
—-Gracias morenita —la ayuda a bajar del carro al llegar al rancho –eres una excelente compañía —sus cuerpos quedan pegados pero él se aparta no por falta de deseo sino por respeto quiere hacer las cosas bien con ella pues tiene claro que es una señorita muy decente y lo que menos quiere es jugar con ella, no desea lastimarla especialmente porque sigue sin comprender lo que verdaderamente siente por ella.
—A usted —sonríe haciéndolo estremecerse solo de sentir que es el causante de sus sonrisas —la pase muy bien.
Cuando lo abraza ambos sienten sus corazones acelerados pero son incapaces de dar el siguiente paso, ella no tiene experiencia con los hombres y no sabe qué es lo que debería hacer y él teme hacerle daño con lo cual decide su salida honrosa limitándose a besar su frente.
Con el pasar de los días Rodrigo se va dando cuenta de que Maria no es un juego y empieza a enamorarse de ella, le gusta tenerla cerca y su manera de ser tan espontánea y honesta, sabe que no se equivocaría si decidiera dar el siguiente paso con ella pues jamás lo traicionaría, al menos no como lo hizo la infeliz de su exmujer.
Las salidas entre Maria y Rodrigo se iban haciendo cada vez más seguidas, él decidió llevarla a pasear al pueblo donde la morena se encontró con uno de sus amigos, Rodrigo se demostró tanto a sí mismo como a ella que podía comportarse como un perfecto caballero y así lo hizo hasta el momento en que la vio interactuando con uno de sus amigos como ella le dice.
—Manuel —saluda entusiasmada mientras él la abraza haciendo que el rostro de Rodrigo se contraiga de ira.
—Maria hace cuánto no te veía —la morena sonríe —estas muy bonita —Maria se sonroja y Rodrigo aclara la voz sintiendo que está de más.
—Él es Rodrigo —los presenta y a Rodrigo le hace gracia que al menos ya no le dice “niño” cosa que le hace preguntarse sí al menos ahora lo ve como a un igual, —él es mi amigo Manuel —Rodrigo recuerda aquella imagen que no le gusto, se mueve de manera territorial pues solo de imaginar que la imagen de Maria con un hijo de aquel hombre se pueda materializar siente la bilis alborotada.
—¿Es tu novio? —inquiere el joven con un tono de voz que deja ver que claramente no le gusta verla con aquel hombre, Rodrigo se adelanta a contestar.
—Si, lo soy y nos vamos a casar.
Maria abre los ojos incrédula y niega con la cabeza sin terminar de entender la reacción de él pues ni en sus más locas fantasías espero oír semejante declaración de Rodrigo, admite para sí misma que siempre lo espero pero no estaba tan segura especialmente al saber que a hombres como él le van más las mujeres como las que le gusta a su patrón, él padre de Rodrigo: mujeres experimentadas y de ciudad, no niñas como él tanto le decía.
—Me tengo que ir –dice visiblemente desilusionado él joven mientras Maria sigue sin saber qué pensar.
—Rodrigo, ¿por qué dijo eso? —inquiere al quedar solos y salir de su ensimismamiento, siente el corazón acelerado una vez más y reza para que no sea un juego de él o le rompería el corazón.