Protegerla

1124 Words
—¡Rodrigo! —sonríe tímidamente —estas muy cambiado. —Él se estremece y más cuando sus miradas se encuentran, pero finge no hacerlo pues no entiende el motivo de que ella sea la única mujer que en todos sus años ha logrado ello en él. Un rato después la morena está acomodando las cosas de Rodrigo en su antigua habitación, él la mira embelesado intentando disimular que no le afecta ver su cambio. Sin duda lo que más le gusta es esa inocencia que conserva y se encuentra a sí mismo sonriendo como tonto hasta que escucha a su padre llegar, eso no le divierte pero debe hacerlo necesita convencerlo de conservar Circle C y no cederla a los Alvarez, básicamente ese es el motivo de su visita de lo contrario se hubiera quedado donde estaba. —¿Siempre es así? —inquiere mirando a la morena y saliendo ambos de sus pensamientos, sabe que es un juego peligroso y aunque la quiera no puede darle falsas esperanzas, sobre todo al ver como reacciona ante él. —Si —habla nerviosa, incluso intenta llamar su atención —, pero mi tata no me deja estar cuando él llega a casa, dice que no debo —hace un puchero, cosa que le parece adorable a Rodrigo. 20 días después... El tiempo se pasa con rapidez, especialmente para Rodrigo quien sostuvo una conversación seria con su progenitor pues este le puso una única condición para cederle de una vez el rancho: debe casarse, demostrar que tiene responsabilidad. Aunque conoció a la hija de los Álvarez perdió el encanto al verla salir de la casa de uno de sus peones, no es ningún santo pero le cabrea que su futura esposa se haya acostado con un simple peón y le hace pensar en lo que sucedería cuando tenga que viajar por negocios. En este tiempo no le dejaron de divertir las ocurrencias de la niña, que es como ve a Maria Aguirre pues cada vez que veía que hablaba de una manera diferente a ella se mostraba curiosa sacando conclusiones un poco erróneas, pero él la entiende ya que pasó por lo mismo cuando se fue del pueblo. —¿Maria tu sabes quien es la mujer que se la pasa con la hija de los Álvarez? —inquiere mientras la joven limpia el despacho y él toma café cosa que cada vez se les hace más cotidiana pues a él le gusta escucharla y a ella parece interesarle sus opiniones y algunas anécdotas que esté le cuenta sobre su vida en la armada. —Raquel —se mueve incómoda, —la verdad no me gusta hablar de ellos, mi tata dice que no debo… —se encoge de hombros como una niña y a Rodrigo le causa gracia. —¿Y que si debes? —la escucha atento. —Mírate eres muy joven y a puesto que nunca has salido de acá —se muestra escéptico —vamos deberías divertirte y salir con gente de tu edad. —Si salgo —se encoge de hombros, —pero mi tata me cuida, por eso me dejó ir a estudiar de nuevo —sonríe —pero yo quiero diseñar ropa —se ríe para sí misma —mi tata me dice que no sueñe, pero a mi me gusta hacerlo. —Si es lo que quieres ¿por qué no lo haces?. Rodrigo por primera vez en años se muestra interesado en algo que no es suyo, en escuchar y animar a otra persona cosa que le parece curiosa teniendo en cuenta que lo único que le interesa en la vida son sus negocios después de lo que vivió con Flora. —Porque mi tata —se acerca a Rodrigo y le susurra —dice que si voy se pueden aprovechar de mi, niño Rodrigo, ¿qué es eso de aprovecharse? —inquiere sonrojándose sin entender nada. —Este —se rasca la cabeza mostrándose incómodo ¿cómo hablarle de esas cosas a una muchacha inocente?. —Solo te puedo decir que una joven como tú —toma aire pensando bien sus palabras pues no quiere dañar su inocencia —no debería pensar en esas cosas —se muestra delicado —promete que si alguien intenta —pone los ojos en blanco sintiéndose inútil por hablar mal de algo que a él le gusta hacer —besarte o acariciarte y tu no quieres te vas a defender o me lo vas a decir —ella asiente. —Maria el mundo está muy dañado y hay cosas en las que concuerdo con tu tata, ¿quieres acompañarme a la capital?, solo será un día —ella parece pensarlo. —Pero ¿y mi tata? —Rodrigo pone los ojos en blanco. —Déjame a mí —ella asiente confiando en él —de todas maneras eres mayor de edad y puedes hacer lo que quieras sin tener que pedirle permiso siempre. Bueno, ahora déjame solo debo hacer una llamada —ella asiente. Llamada: —Te juro que Cristina no me interesa, estar con una mujer que estuvo con un empleado es algo que no quiero para mi —se ríe. —Entonces ¿qué vas a hacer? —inquiere a la otra persona. —No lo sé Juan Carlos, pero Cristina Alvarez no me interesa —resopla. —Y ¿Devora?, te mostraste muy complacido con ella —Rodrigo se ríe a carcajadas. —Menos, somos buenos en la cama pero como matrimonio no funcionaremos además quiero la certeza de que si engendró un hijo es mío y no pensar que puede ser de otro —se asoma a la ventana viendo a Maria jugar con un perro y agua. —¿Por qué tanto silencio Castro?. —-¿Te acuerdas de la niña de mi infancia? —sonríe involuntariamente. —Pues sigue siendo una niña y está jugando es todo —corta el tema de mal humor —mañana iré a la capital, tengo unas cosas que hacer, nos vemos —termina la llamada. Fin de llamada. Rodrigo se encuentra sonriendo de ver a Maria jugando, no sabe porque pero le encanta; esa tarde Maria es la encargada de hacer la cena pues la empleada tuvo que salir de emergencia con Jose Maria dejando a la joven de las trenzas encargada, Rodrigo pasea por la casa cuando escucha a la morena tararear esta descalza sin preocuparse por más, sonríe viéndola también por el aroma que sale de la cocina de la nada le viene una visión que lo hace estremecer asustarse y al mismo tiempo sonreír: Maria con un bebé en brazos. Y otra que no le gusta para nada: Maria casada con alguien más.
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